Arriba de mi espejo tengo una frase: “Estás en los cincuenta, es la mejor edad, vívela”

Martha y yo estudiamos juntas en el plantel 5 de Bachilleres, que está en Satélite. Es de mis etapas escolares favoritas, no sólo porque la disfruté mucho y comenzaba a tener más libertad que en la secundaria, sino por el extraordinario grupo de amigos que se hizo. Además de aplicarnos en las clases y platicar mucho en las áreas comunes o en las cafeterías cercanas, nos dábamos tiempo para irnos de día de campo o a pasear a Chapultepec. A veces también había reuniones, que en esos años eran de lo más tranquilas, lo mismo en mi casa que en la de otros amigos. Fue una etapa tranquila y feliz, porque no había las circunstancias duras como las que hoy permean la vida de los jóvenes.

Como suele pasar, cuando terminamos todos entramos a universidades y carreras diferentes y entre eso y el trabajo no fue fácil verlos. Es una de las cosas que agradezco del Facebook, porque fue por esa red social que los reencontré y, aunque yo no los veo tan seguido por mis múltiples actividades, estoy en un chat donde es palpable el cariño, las anécdotas, los ánimos positivos cuando todo fluye y los apoyos cuando se presentan obstáculos… La mayoría de ellos suele verse con frecuencia y de las fotos que acostumbran compartir, sin importar las arrugas o canas nuevas, siempre los reconozco: los gestos personales y la buena disposición para seguir cultivando este grupo no han cambiado.

Fue así como, el día que le llamé a Martha y le propuse conversar sobre estos nuevos cincuenta, aceptó como si nos acabáramos de ver el fin de semana anterior. Fue muy grato encontrarnos en persona y la charla fluyó de un modo natural y rico, porque la confianza no se ha perdido a lo largo de tantísimos años de conocernos.

Luego, a la sesión de fotos en el estudio de Blanca fue acompañada de una de sus hijas, lo que fue una maravilla porque en verdad tienen un vínculo estrecho y especial. Es una mujer independiente y sobresaliente, como muchas, pero en un medio más expuesto al machismo y al trato burdo de los hombres. Y lo ha sabido hacer tanto desde la excelencia profesional, como desde la amabilidad, lo que es loable.

Abordar con ella esta generación fue un regalo, porque de alguna manera fue verlo a través de los ojos de la adolescencia compartida. ¡Gracias, querida Martha!

Martha, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?

Creo que en mis cincuenta y tres estoy bien. Trabajo, tengo proyectos personales. No formo parte de una empresa, entonces tengo que andarle buscando, pero tengo bastante trabajo ahorita. Mis hijas están creciendo bien. En general estoy contenta, más relajada, porque hace unos años tuve un periodo muy difícil, pero me sirvió para ver las cosas con otro enfoque. Murieron mis papás, a mi ex esposo le detectaron un tumor en el hígado y a mis hijas les hacían bullying en la escuela. Un periodo difícil sentimental y económicamente, porque mis papás estuvieron enfermos, tuve que dejar de trabajar y eso me minó mucho, porque fue cuando a mi ex esposo le detectaron el tumor, se quedó sin trabajo y, personalmente, se me cargo a mí. Se me vino el mundo encima y fue demasiado. Me hizo recapacitar sobre muchas cosas, no puedes ir con un ritmo de vida tan estresante. Dije: “Bueno, tienes que llevar una vida más tranquila” y he tenido una actitud diferente, he ido mejorando, me unto mi pomada de vale madres y ya muchas cosas las tomo más tranquila, porque la muerte de mis papás me hizo ver que la muerte existe, caes en la cuenta de que tienes el tiempo contado y ¿qué estás haciendo? La crisis fue junta, me sentí totalmente huérfana. Tuve que tomar otra actitud, porque estaba muy neurótica. Ya lo tomo todo más tranquilo, también con mis hijas, que van bien, pero son adolescentes de otra época. Trataba de que fuera lo mismo, hasta que dije: “Ellas tienen su onda y tengo que adaptarme”. Caí en cuenta de muchas cosas y creo que la voy llevando bien, es cuestión de tiempo, pero ahí la llevo.

Platícame cómo es la relación que tienes con tu cuerpo…

Con las enfermedades de mis papás he tomado más en cuenta a mi cuerpo. Nunca he sido descuidada, siempre he comido sano, hago ejercicio, pero siento que me tengo que cuidar más. Ya no tengo el cuerpo igual y sé que tengo que tomar precauciones para que todo vaya bien. Estoy más llenita, flácida, con la muerte de mis papás primero bajé mucho de peso, por la tensión. Llegó un momento en que dije: “Me voy a relajar” y subí mucho de peso, porque no me relajé, me deprimí y empecé a comer. Subí como 8 kilos y lo noté, porque yo nunca engordo. Eso fue muy frustrante para mí, no me quedaba la ropa. Estoy consciente de que no me voy a ver de veinticinco, pero te ves al espejo y ves las fotos de hace cinco años y dices: “Sí estoy cambiando”. Sé que estoy mucho mejor que muchas mujeres de mi edad, pero sí pienso que debo cuidarme más.

¿Qué opinas de estos nuevos cincuenta?

Las cincuentonas ahora somos cuarentonas o treintonas, eso es lo que yo siento. Antes las cincuentonas eran abuelitas y ahora las mujeres tenemos más futuro. Siento que las cincuentonas de ahora tenemos una segunda vida por delante, es un nuevo comienzo. Arriba de mi espejo tengo una frase: “Estás en los cincuenta, es la mejor edad, vívela”. Tengo una playera que me mandé a hacer en los cincuenta: “Comenzando tu segunda vida”, así lo veo, con las muchas ventajas de tener cincuenta, eres independiente, me pongo mi pomadita y ya no me importa lo que piensen ni lo que digan. Antes sí me importaba, pero ahora me vale, si les gusta bien y si no también, ya no ando quedando bien con nadie. Tiene muchas ventajas, estás más madura. En mi caso, mis hijas están ya más para afuera y ahora tengo ganas de meterme a clases, que antes no podía. A partir de los cincuenta ya puedes enfocarte en ti.

¿Qué ves cuando te miras en el espejo?

Me gusta lo que veo. Físicamente me veo bien, intelectualmente creo que estoy bien, tengo fuerza. La gente que me conoce dice que soy muy fuerte y yo me siento fuerte y siento que puedo con lo que se me venga. Sólo es cuestión de saber tomar el camino. No me apañico por nada, al toro por los cuernos. Siento que mis papás criaron una buena familia, tengo buenos hermanos, tres mujeres y un hombre. Soy la segunda, pero siento que soy más fuerte que mi hermana. Ella entra en pánico para los problemas, aunque tiene otras virtudes, pero si hay alguna bronca siempre me habla y tomo el papel de hermana mayor. No me molesta, pero a veces sientes la carga.

Y de la menopausia que no se habla, ¿cómo te ha ido?

No la estoy sufriendo, no me pasa nada. No tengo bochornos ni dolores, aunque me siento más cansada y siento que rindo menos. Tomé cartas en el asunto, también para la memoria, porque ahí me afectó la muerte de mis papás y tuve un lapso en que se me iba la onda, olvidaba cosas, pero me dijeron que era por depresión. He mejorado bastante, pero estoy consciente de que intelectual y físicamente no estoy como antes. No me preocupa, tengo que adaptarme y salir adelante. Leo más, hago ejercicios para la memoria y con la computadora siempre estoy actualizándome. Me metí a cursos con puro chavo universitario y ves que eres más lenta, ellos captan súper fácil y como ellos crecieron con la computadora, a mí me costaba más trabajo y me frustraba un poco. Le echas más ganitas, no hay de otra.

¿Cuál ha sido su experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?

Mi mamá era muy conservadora y ama de casa, porque la educó su abuela. Era una persona muy valiente, con mucho carácter, pero educada de esa forma. Le tocó un hombre de mucho carácter, que se imponía y ella cedía, pero a nosotras nunca nos educó sumisas, porque ella no quería que fuéramos como ella. Nos educó fuertes y en la limpieza, por ejemplo, era parejo junto con mi hermano. En eso mi papá estuvo muy de acuerdo, pero el día que le dije que quería estudiar Arquitectura, casi le da un infarto, porque él asociaba arquitectura con albañiles. Finalmente, me dijo: “Adelante”, yo creo que pensó que no me iba a quedar, pero entré a la UNAM, en la unidad Acatlán. Me tocó lidiar con maestros, porque no querían a las mujeres. Éramos como diez o quince mujeres y los demás hombres. Algunos maestros nos tenían aparte o les presentabas el proyecto y te decían: “Vete a lavar a tu casa, ya no estés aquí”. Muy pocos nos apoyaban, pero la mayoría te hacían ver tu suerte. Había un maestro japonés que no quería a las mujeres y cuando estaba por titularme no me puso la calificación y me hizo repetir el semestre, porque nunca lo encontré. Estaba furiosa, porque perdí seis meses.

Saliendo busqué trabajo en construcción, que es lo que me gusta. Tenía experiencia, porque había trabajado en distintos despachos de dibujante, pero quería meterme en la obra y me decían: “No, porque eres mujer”. Hasta que una mujer, se llamaba Paty, me dio la oportunidad con un trabajo de supervisión en unas obras en la Basílica de Guadalupe. Ahí trabajé dos años, lidiando con ingenieros y un arquitecto, súper acosadores los tipos, porque yo era la única mujer. Para quitármelos de encima tuve que decirle a uno que me acosaba: “¿Sabe qué? Yo no vengo a que me digan bonita, yo vengo a trabajar y no me tutee, porque yo le hablo de usted”. Otro día sus albañiles chiflándome y le dije: “Mire, si vuelvo a oír un chiflido o una expresión se van”, porque yo era supervisora. “Arquitecta, qué delicadita y no sé qué”, vuelvo pasar al otro día y que me vuelven a chiflar, le hablo al poli y le digo: “Estos cuatro, me los baja y se largan de aquí, no los quiero volver a ver”. El ingeniero los quiso defender y le dije: “Estaban advertidos, yo vengo a trabajar y eso es falta de respeto”. Desde ahí dijo: “Con esta no estoy jugando”. He tenido que hacer esas cosas para que me respeten. Con otro ingeniero igual, todo el trato para una remodelación en una planta en Toluca había sido por mail, no sabía que yo era mujer, cuando me vio me dijo: “¿Usted es el arquitecto De la Garza?” y cuando le confirmé me dijo: “No, no, no, no se hace el trabajo”, se volteo y se fue. Luego me enteré que le incomodó que yo fuera mujer y dije: “Que poco cerebro tiene, francamente”.

Ahorita trabajo con hombres y ya no tengo ningún problema, me toman al mismo nivel en la obra y me siento súper tranquila. Además, ya tengo mis albañiles, con los que llevo más de doce años trabajando. Al principio fue difícil para ellos, pero se adaptaron bastante bien a mí. Me conocen, los conozco. El 3 de mayo no les doy cerveza, yo les llevo aguas de Jamaica, pobres, ya saben. La gente con la que los llevo está contenta porque no fuman, no toman, no son pelados. Los conseguí con años de estar trabajando. Llevo como independiente más de veinte años. Me costó mucho al principio, mucho hígado y errores, porque no tenía el equipo que necesitaba, me costó bastante. Antes trabajaba en una empresa, pero no estaba contenta porque me pagaban muy poco y el horario era del asco. Hice algunos proyectos y luego entré en otra compañía, pero cuando me embaracé de la primera me pedían trabajar hasta las 11:30 de la noche y con un bebé dije: “Ya no”. Con todo el miedo del mundo me puse a buscar trabajo sola, afortunadamente me fueron recomendando y andaba con mis hijas: me las llevaba de carriola y los albañiles me decían: “Sus hijas están otra vez en el concreto”, les pedía que les separaran tantito, porque les gustaba hacer bolillitos o se sentaban en la tierra y en la arena. Las dejaba en un lugar sin herramientas, ni nada riesgoso.

¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida?

Creo que yo me acoplé a mi ex marido. Soy de carácter muy fuerte y creo que se adaptó a mí, no yo a él. Eso a veces le dificultaba la convivencia conmigo. Tuvo malas épocas por su enfermedad, que lo obligó a dejar trabajos y por la edad se le dificultaba. Pusimos también un negocio que por un tiempo estuvo muy bien, pero se fue al quiebre y eso le provocó una depresión muy fuerte, que le duró dos años. Para mí eso fue terrible, porque fue una carga fuerte. Hablé con él y le dije: “Sales de tu depresión o qué, porque puedo sola, de eso no tengo ninguna duda, pero no tengo obligación de cargar a nadie”. Además del cáncer en el hígado le descubrieron otro tumor en el cuello, y antes de sus operaciones descubrí que él tenía una amante. No me sorprendió mucho, pero sí me rompió lo poco ileso que quedaba de mi corazón. Hablamos y decidí acompañarlo en el largo y complicado proceso de su recuperación, pero a pesar de mis esfuerzos por arreglar nuestra relación, no dejó de ver a la otra mujer.  No tuve alternativa y decidí terminar con un matrimonio de veinticuatro años. No ha sido fácil, y admito que en parte tengo responsabilidad de lo que pasó, aunque creo que cuando alguien no es feliz con su pareja debe afrontarlo y tomar una decisión antes de ser infiel. Alguna vez oí que una separación es un fracaso, pero ahora lo veo como otra oportunidad de darle un nuevo enfoque a mi vida, ya sea sola o acompañada, y a lo mejor de tener nuevas experiencias, que por alguna razón antes no me atreví o no pude realizar.

¿Cuáles son los desafíos para educar a tus hijas?

A mí me encanta tener hijas, estoy muy feliz. Yo quería tener dos niñas y me llegaron cuando lo planee. Ahora tienen veintiuno y dieciocho, pero creo que es un reto muy fuerte tratar de entender a su generación. Tienen muchos estímulos externos, que por más que uno los quiera encauzar, no se puede. A veces me siento un poco frustrada, porque creo que para ellas es más interesante lo que está fuera y, sin embargo, lo que está afuera no siempre es positivo. Cuando eran chicas tuve una mala experiencia con las dos, les hicieron ciberbullying. Con la grande me sacó totalmente de onda, porque fue conocer el ciberbullying a golpes. Tenía cosas que no les gustaban a las demás niñas, sobre todo las calificaciones, era como nerd y la atacaban mucho. Le decían que era un hueso, una calaca, que parecía fantasma de lo blanca, y otras cosas que le escribieron en Internet que eran horribles. Es más, a mis cuarenta y tantos años de mi vida de ese momento, nunca me habían dicho algo tan espantoso. Descubrí que era algo común, que había grupos de niñas que atacaban a otras niñas y les decían perras, zorras, cosas que a nosotras cuándo. Tuve que tomar cartas en el asunto, fui a la escuela y según esto podían hacer poco. Entonces ella recibía los mensajes y empecé a contestar yo, con amenazas de abogados, sin llegar a decir malas palabras y se acabó el ciberbullying. Pensé en quitarle su presencia en el Internet, pero ella me decía: “Mamá, ¿cómo no voy a tener Facebook?” y tenía toda la razón, es otra época. Con la chica la cuestión es que se desarrolló muy rápido. Abrió una página en Instagram, se tomaba fotos normales, pero me di cuenta de que tenía adultos siguiéndola y adultos raros. Antes salías a jugar, tus padres conocían a la gente, pero el Internet es muy complicado. Le tuve que filtrar un montón de gente, porque incluso había una chica que la acosaba y le mandaba fotos desnuda. Siento que, en el mundo cibernético, a esta generación todo el tiempo la están atacando. Mis hijas son adolescentes, son ingenuas, no están maleadas y eso me preocupa. Todos los días se los digo y parezco disco rayado, pero es algo que me preocupa mucho todos los días.

¿Cuál es tu percepción de la sensualidad?

Creo que la sensualidad es sentirte satisfecha en cuestión física y de atracción para los demás; aunque yo no me siento muy sensual, me siento bien.

¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?

Nunca he sido muy sexual, no es uno de los puntos importantes de mi vida, nunca lo ha sido, pero no me frustra, estoy tranquila.

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino?

Nací así, siempre me gustó arreglarme y a mi mamá no. Era de las clásicas mamás que se pintaba la boca y nada más. Y a pesar de que ella andaba normal y no era de las mamás fufurufas, si se nos antojaba algo de moda, nos cosía la ropa de acuerdo con el catálogo. En ese aspecto nunca nos frenó. Yo salgo aunque sea con las pestañas arregladas, parezco fantasma si no me pongo la chapita. Mi papá me decía: “Martha, no salgas sin tus vitaminas” y se refería a que me pusiera chapas. Nuestra primera minifalda nos la compró mi papá en los ochenta, porque él la veía en la tele. Creo que en la casa nos apoyaban mucho en ese aspecto. Un día me dio la onda de que quería andar de chinos, mi mamá me llevó a ponerme la base; yo quería traer un mechón rubio, mi mamá al principio me preguntó si estaba segura y luego compró el peróxido y se informó con una amiga que tenía de un salón de belleza cómo hacerlo. Luego, ella me hacía los rayitos en la casa, hizo una gorra con hoyitos y me sacaba los mechones con un gancho de tejer. Todo lo hacía mi mamá, los vestidos de fiesta strapless, un vestido ampón, rosa, que nunca me quitaba, aunque ahora creo que me veía fatal. Siempre fue así.

¿Hay miedos?

Tenía mucho miedo que murieran mis papás, pero ya lo pasé, ya lo viví, ya lo estoy procesando. Ahora es miedo por el futuro de mis hijas y mi vejez, pero ya estoy poniendo cartas en el asunto, porque trabajo como independiente y va a llegar un momento en que esté cansada. Necesito hacerme un patrimonio, no puedo depender de mis hijas y eso lo tengo muy claro.

¿Y retos?

Quiero seguir trabajando, es mi prioridad. Necesito tomar cursos de todo, porque me gusta estarme actualizando: cursos de inglés porque quiero ser bilingüe, de danza regional que me encanta, y porque tengo otro enfoque de la vida, ya estoy dispuesta a gozar, a relajarme. También quiero comprarme una guitarra y meterme a clases. Tengo amistades de mucho tiempo, que las adoro, pero necesito conocer más gente y para eso necesito salir de mi casa y de mi trabajo. Quiero ampliar mis horizontes. También, ahora que no tenemos a mis papás, una prioridad son mis hermanos, necesitamos mantenernos juntos.

¿Hay espacio para lo espiritual?

Me concentro en mí misma, lo espiritual soy yo. Creo en mí.

4 Comments

  1. Bella Martha, qué gusto conocerte. Veo en tí características que nos igualan: afrontar y resolver, cuidar de otros, dirigir… Coincido en que a veces no queda más que agarrar al toro por los cuernos, y eso exige aplomo y valentía.

  2. Me encantó caminar por este pequeño sendero que nos compartió Martha. Es un camino que yo he tomado, con diferentes veredas pero con similar paisaje.
    Las cincuentonas hoy tenemos voz para alzarla en pro del futuro de las mujeres más jóvenes. Y espacios como este nos abren las puertas para hacerlo.
    Gracias ☺️

  3. Me encanta leer tantas cosas diferentes y al mismo tiempo muy parecidas. Gracias por compartirnos e invitarnos a ser parte de esto, Martha hermosa.

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