Me tocaba sentarme en mesas en donde yo era la única mujer, y resulta muy notorio, mientras más vas al nivel más alto van siendo menos mujeres y es impresionante
Tengo ya muchos años de conocer a mi querida tocaya, Martha Delgado, de una época que se remonta a su activa participación a favor del medio ambiente desde la sociedad civil. Y la conocí por dos vías diferentes. En los primeros años de este siglo XXI colaboré en la Fundación Somos Agua, cuya visión me gustaba mucho porque no se limitaba a los mensajes que ya hemos escuchado tantas veces de “¡ya ciérrale al agua!”, sino que su acercamiento era a través del arte y la cultura desde una visión muy amplia. A partir de esa experiencia, creo que desde la Revolución industrial volvemos mercancía todo lo que nos rodea y hemos dejado de lado la percepción sagrada de la naturaleza. Pues bien, como parte de la investigación que yo hacía para nutrir de contenidos los comunicados di con Pedro Arrojo, un español que promovía la Nueva Cultura del Agua, desde premisas muy similares. Y al poco tiempo coincidió que la ONG de Martha lo trajo a México para unos foros y eso nos dio un motivo para que nos invitara a participar y conocernos. Por otro lado, mi hermana Claudia y su amiga fotógrafa Claudia Adeath (llegaron a conocerlas como “las dos Claudias”), llegaron a un punto de extrema incomodidad con la falta de civilidad que había en esos años en la Ciudad de México y eso dio pie a que fundaran la ONG Muévete x Tu Ciudad (https://muevetextuciudad.com.mx/), plataforma que por más de diez años les permitió hacer cortometrajes, mensajes en espectaculares, pasaportes ciudadanos, historietas, radionovelas, performances urbanos y otra larga lista de actividades, entre ellas un mega festival en el zócalo encaminado a sensibilizar sobre la importancia de respetar al peatón, hacer caso a los reglamentos viales y más acciones a favor de una convivencia ciudadana sana. Y justo la ONG de Martha fue una de las participantes con gran dinamismo, así, de hecho, se hizo más amiga de mi hermana.
Desde esas épocas hemos estado al tanto la una de la otra. Luego, recuerdo que en unas vacaciones de Matías nos subimos al Turibús y ahí me di cuenta de que la Alameda estaba tapiada y por curiosidad busqué la razón, pero las notas eran mínimas y repetitivas. Se me ocurrió entonces hacer un reportaje amplio y en ese momento Martha era la titular de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México, así que la busqué y me apoyó para tener acceso y lograr hacerlo como lo tenía en mente. Fue lo primero que me publicaron en sinembargo.mx durante el tiempo que colaboré para ellos: https://www.sinembargo.mx/27-09-2012/374303
Martha es una persona sumamente capaz y comprometida, y cuando su agenda intensa lo ha permitido nos hemos visto para desayunar o para ir al cine con su hija Gala y mi hijo Matías, dándonos oportunidad de conocernos más y platicar de muy variados temas. Cuando le propuse sentarnos a hablar de estos nuevos cincuenta y que fuera parte de este grupo de Poderosas 50 aceptó enseguida. Las experiencias que me compartió, tanto de México como de foros internacionales donde le ha tocado participar, sin duda significan aprendizajes relevantes. Gracias por tu generosidad, siempre querida tocaya. Te quiero y te admiro mucho.
Querida Martha, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?
Estoy en la mejor etapa, es increíble, me siento ahorita en la mejor, en todo. En familia, porque ya somos tres adultos, y como mamá, porque mi hija y yo disfrutamos más cosas juntas. Profesionalmente también, porque he tenido retos que han sido importantes para mí, así como tengo experiencia en muchas cosas que me llevaron a ellos, hay muchos temas que eran muy nuevos de los cuales estuve aprendiendo y por eso estoy encantada. Además, también me da mucho gusto que muchas decisiones difíciles que tomé, y otras que fueron complejas, en otros términos, por ejemplo, hacer mi maestría en Harvard me salió caro, me costó mucho esfuerzo intelectual, dedicación de cuatro años, fueron decisiones que tomé y me han permitido seguirme desarrollando en mi vocación que es la función pública, entendiendo que los cargos públicos son transitorios, que hay que aprovechar la oportunidad de hacer cosas relevantes cuando te encuentras al mando, y también hay que saber dejarlos y tomar caminos diferentes. En mi caso, nunca he saltado de un cargo a otro: siempre he dejado los cargos con logros que me han llenado de satisfacciones, pero sobre todo, he podido tomar pausas para recuperarme y aprender más.
Platícame cómo es la relación que tienes con tu cuerpo…
Muy difícil, porque he tenido una relación como doble. Yo era siempre igual, por años, y de repente, empecé a engordar y yo decía: “Así no soy” y pues resulta que te empiezan a dar síntomas de la menopausia y tu metabolismo es más lento. Por un lado, dices: “Te desconozco”, y luego dices: “Ésta soy yo y ya, punto”. Ahorita estoy en un momento en el que quiero tener una vida saludable más prolongada, pero también es muy complicada por los viajes, que son una constante si estás en la Secretaría de Relaciones Exteriores: hay veces que tengo tres desayunos, dos comidas y tres cenas el mismo día, o que tengo hambre porque en todo el día no he comido nada porque no estaba agendado, y así. Es mucha descompensación. Luego, me hice vegetariana y eso me complicó más. Soy súper fan del vegetarianismo, estoy muy convencida y estoy muy orgullosa de poder haberlo hecho, porque me tardé cuatro años. Pero, entre que estoy en una metamorfosis del cuerpo y ahora soy vegetariana, pues sí he subido un poco de peso. Ahora estoy haciendo pesas y mi entrenador es muy bueno. Me dice que no necesito desgastarme, es muy inteligente lo que está haciendo conmigo, por ejemplo, me dice: “El chiste es que te la pases bien y no te canses”, tenemos una filosofía. He aprendido lo que las pesas pueden hacer por mí, porque se supone que lo que empiezas a perder son tus tejidos, tus músculos y la única manera de que no los pierdas es haciendo pesas, no hay otra manera, ni corriendo, ni nadando. En eso estoy ahorita, justamente es un tema impresionante que yo creo que lo percibes más a esta edad. Por otro lado, recién me hice un chequeo médico general y dices: “Si no tenía nada, ahorita va a salir”. Afortunadamente, la doctora me dijo: “Tienes una salud increíble, estás de todo súper bien y todos tus valores son de una persona mucho más joven”. Salí súper contenta, en el tema de la salud estoy muy feliz.
¿Qué piensas de la presión social y los estereotipos a la que nos enfrentamos las mujeres?
Es un tema dominante, incluso para nosotras que somos personas pensantes, que nos creemos inteligentes y que estamos por encima de eso. Tu valor es lo que tú eres, lo que tú haces. Todo eso lo pienso y, sin embargo, me quiero ver bien y me pregunto: “¿Qué significa verse bien?”. A veces, cuando subo de peso, trato de darle una solución y me motiva pensar que lo estoy haciendo por mi salud y por un mejor futuro para mí. Pero quién sabe si eso sea realmente una justificación subjetiva. Recientemente, por ejemplo, me tocó ir con frecuencia a tareas diplomáticas e independientemente de que te veas joven y guapa, sí me sentía en la obligación de verme muy presentable, porque sentía que estaba representando a mi país y eso es tremendo. Estoy muy contenta por esa oportunidad, porque fue un gran honor llegar a presentarme en algún lado y escuchar: “Ya llegó México”. No llegaba yo, eso era lo de menos, era: “Llegó México” y entonces tenía que lucir una imagen de mi país. No llegué a usar trajes típicos porque nunca los he vestido en lo cotidiano, pero, por otro lado, hay amistades que me volvieron sensible sobre la importancia de distinguirme como mujer y eso es un tema importante. Recuerdo que en una ocasión nos comentaron: “Ustedes, líderes mujeres, siempre están entre hombres” y sí. Me tocaba sentarme continuamente en mesas en donde yo era la única mujer, o cuando mucho éramos dos, porque la mayoría eran hombres. Y resulta muy notorio, mientras más vas al nivel más alto van siendo menos mujeres y es impresionante. De repente, ni cuenta me daba porque ya era tan normal, hasta que me hacían notarlo: “¿Ya te diste cuenta de que no hay mujeres?”. Entonces, decidí vestir siempre colores brillantes y fuertes, porque los hombres siempre visten oscuros y todos iguales, y de esa manera, por lo menos destacar la presencia aunque sea de la única mujer presente en la mesa. Eso sí me gustaba, y entonces andaba de verde y de morado y de rojo y de naranja. Eso me encanta, poner el acento en nosotras.
¿Qué opinas de estos nuevos cincuenta?
Creo que hay una estigmatización de la adultez mayor. Cuando los veía de niña y de joven, decía: “Ay! los rucos”, no hay realmente una comprensión, un intento de empatía. Más adelante, depende de a quién veas: por ejemplo, mi mamá padeció de salud y mi abuelo se murió de noventa y hasta ese día fue activo y gritón. Yo aprecio mucho todas las etapas de mi vida: me encanta cuál fue mi niñez, mi juventud, mi adultez y ahora lo que quiero es que me encanten estos otros cincuenta. Además, ahora me siento con muchísimos más elementos para que me encanten, porque tengo tantos intereses, como no me pasaba en esas épocas. Vas curando tu vida y antes no. Era la vida y la ibas transitando por un camino y ahora no hago eso, yo diseño mi vida. Estos cincuenta son de diseño y lo decidí a partir de una experiencia que tuve en el 2002, cuando fui a Bali, a la conferencia preparatoria en Johannesburgo de Río + 10, como parte de la sociedad civil. En una de las escalas del vuelo mi maleta se la llevó alguien más y la línea prometió recuperarla, así que a Bali llegué sin maleta y sin nada, como Eva en el paraíso. Me compré unas chanclas, porque allá todo el mundo anda en chanclas de gallo, una falda muy bonita, porque las telas de Indonesia son una maravilla, y una camiseta que decía: “Bali”. Fuera de eso no me estaba arreglando ni pintando ni el chongo y el segundo día otra vez y así. Sentí una liberación de un peso tan grande, que lo peor pasó después, cuando me llevaron mi maleta. Me dije: “Estoy muy mal, traigo el traje 1, 2, 3, 4, zapatos para combinarlos, collar para este y collar para este”, pero, más que las cosas, era ponerte a pensar para qué trabajas en la vida: si para tener o para ser. Eso me llevó a una profunda reflexión, sobre todo porque iba yo sola. Fui a un templo budista y me dije: “Quiero llegar a mi vejez y sentirme así, como estos días en que no necesito nada”. Inmediatamente pensé: “¿Cómo lo haré? Tengo 32 años, me faltan unos cincuenta para llegar ahí”. Entonces, me propuse: “Cada año me desharé de algo”. Es un proceso gradual, cada año pienso qué me está estorbando y cada vez mi maleta de vida es más chica y más chica, y eso aligera toda mi existencia. ¿Cómo qué dejar? Pues desde vicios, como fumar; otra cosa que yo sentía como un grillete –no es que no sea puntual– era el reloj, que hace años no uso; quitar y poner la crema uno y la crema dos y la crema tres, ahora sólo uso una; dejé de ver la televisión, leer los medios y oír el radio, que siento que más que informarme me decepcionan, me desaniman. Dejar todo eso me ha dado tiempo para hacer cosas que valoro más, como un huerto en mi casa, leer, estudiar música. Por eso digo que curas la vida, porque no quiero vicios, ni manipulaciones, ni personas equis que no te contribuyen… y resulta que te vas despejando y que tu vida ya está diseñada como tú quieres.
¿Qué ves cuando te miras en el espejo?
Veo a una persona feliz. De hecho, cuando cumplí los cincuenta años mi marido me escribió: “La alegría, tu estado del alma, esa cualidad personal que te impulsa una y otra vez a lo que otros buscan y tú logras: la felicidad”. Gabriel es psicoanalista y dice que mi característica clave es eso, que soy una persona feliz. Entonces, me veo y pues soy una gente feliz, me da pena así, decirlo tan fácil, pero sí. También creo que me río muchísimo, me río todos los días, disfruto las más pequeñas cosas, ¡y también estoy un poco loca, por supuesto!
Y de la menopausia que no se habla, ¿cómo te ha ido?
Lo estoy empezando a vivir y la verdad es como un tabú. “La meno”, ni lo dicen completo porque qué pena. Mi médico me dijo que todavía dos años me va a tardar. Es increíble lo ignorantes que somos. No sabes qué te está pasando y por qué y ni cuánto va a durar. Lo que yo sabía, en mi ignorancia, es que se te quita la menstruación y que tienes bochornos y punto. A mí no me ha dado nada, nada más se me ha quitado la menstruación por periodos muy largos. Es lo único que me ha pasado, pero ya me explicaron: hay cambios hormonales, cambios de humor, cambios de la piel… Todavía no me pasa nada de eso, pero al menos sabiendo ya lo recibes como todo lo que se debe de recibir, que es tu naturaleza, con gusto y amor. No lo veo de otra manera y no me causa preocupación.
¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?
Crecí en una familia con una mamá absolutamente feminista. Fue independiente muy joven, trabajó, se mantuvo, se casó y tuvo tres hijas. Entonces, mi casa era de muchas mujeres y mi papá no es macho mexicano, es un padre amoroso y que nos empoderó. Crecí en un ambiente muy neutral y mi niñez fue hasta como de niño, porque jugaba con mis vecinos y vecinas futbol, béisbol, basquetbol. No había cuestiones “de niño y de niña”. Crecí en una playa, descalza, metiéndome y saliéndome del mar. Era una niñez increíble. Cuando pienso en dónde crecí, cómo viví y lo que disfruté, no hay palabras para describirlo. Además, no vivía en una ciudad costera, sino en una casa en la orilla del mar, en San Carlos, Sonora, en un punto catalogado como la vista oceánica más bonita del mundo por National Geographic. Me marcó para siempre crecer ahí. Pero para estudiar, las opciones eran una carrera en el TEC, irte a Hermosillo o irte a Estados Unidos. Mis papás decidieron que nos mudáramos a Cuernavaca. Recuerdo que entré a tercero de secundaria y un día, después de jugar basquetbol, estaba en el baño y entraron mis compañeras del salón, sin percatarse que estaba ahí, y decían: “Martha es marimacha, ¿ya vieron cómo juega? Juega como hombre”. Yo dije: “¡Ay, en la madre!”. Tenía yo quince años y no me maquillaba, no me pintaba las uñas, no me peinaba… ¡Tenía unas fachas! Ahora me doy cuenta de que eso no tenía nada que ver, pero en ese momento los juicios sociales sí impactan. Yo no hacía eso para demostrar nada, no era una creación intelectual, así que me ofendí horrible: ¿Cómo era posible que dijeran eso de mí? Ahí empecé a tomar consciencia de los roles. De todos modos, de todas las propuestas y las luchas feministas de generaciones anteriores a la mía, a mí me ha tocado ser beneficiaria. Incluso me ha beneficiado ser mujer. Por ejemplo, cuando empezaba a participar en los grupos ecologistas, la Fundación alemana Heinrich Boell otorgó dos becas para que dos ambientalistas fueran a la COP5, la conferencia de las partes de Cambio Climático de la ONU en Bonn. Como respuesta mandaron los nombres de dos hombres y la Fundación Boell les dijo: “No, son para un hombre y una mujer”, y gracias a eso me tocó ir a mí. Ahí se me abrió un horizonte internacional y desde entonces nunca he dudado de mis capacidades. Después, el Partido México Posible, lanzado por Patricia Mercado y otras feministas, me invitó a ser candidata a diputada local y gané, pero esa posibilidad se dio porque era mujer. Luego, Marcelo Ebrard me invitó a ser secretaria de Medio Ambiente para tener un gabinete equilibrado, aunque por supuesto conocía mi experiencia e iniciativas. Pero él quería tener un gabinete paritario y por supuesto que me ayudó ser mujer para aportar a ese objetivo estratégico de Marcelo. Creo que la oportunidad que se me dio en la Secretaría de Relaciones Exteriores también abonó por ser mujer, además de mis capacidades. Al inicio de la administración era la única mujer de los cuatro subsecretarios y a muchos paneles siempre me invitaban por ser mujer. Por eso defiendo las cuotas, me siento en la obligación de que otras mujeres también tengan esas oportunidades. Además, entre mis responsabilidades como Subsecretaria de Asuntos Multilaterales me tocó todo el tema de la igualdad de género, lo que me hizo muy feliz. De hecho, trajimos a México la Cumbre Internacional de Beijing +25 que se llamó Foro Generación Igualdad. Se inauguró aquí en México y cerró en Francia.
¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida?
Eso de las parejas es una cosa tan casuística que es increíble. Yo siempre decía: “Me voy a casar grande” y resulta que me enamoré muy joven, de un hombre mayor que yo diecinueve años. Había todas las razones para no hacer esa apuesta y dije: “Sí, lo voy a hacer, a ver cuánto dura, vamos a probar, por qué negarse a lo que sentimos los dos, por qué vamos a decir que no, a quién o por qué razón”. Ahora tengo casi treinta y dos años con él. Estamos muy contentos, pero es chistoso, porque nuestra relación nunca fue planeada para ser así, eterna, ni para toda la vida. Claro, con muchos eventos que van moldeando y van evolucionando una relación. Creo que, en nuestro caso, han sido ciclos de nueve años y cada ciclo modifica las reglas, las condiciones y el modelo de la relación. Por ejemplo, los primeros nueve fueron sin hijos, los dos como novios; los segundos nueve fueron con niña, que es otro rollo… Lo más interesante es que él y yo tenemos cada uno su vida, que confluye en momentos del día, y en algunos proyectos comunes muy buenos y bien definidos, que nos unen muchísimo.
¿Cómo fue para ti la maternidad?
Creo que es más difícil. Lo primero que mi esposo me dijo al respecto, fue: “Cuando tú quieras” y me lo cumplió. Me tardé nueve años en decidir, luego vino Gala, nuestra hija única y con ella ha sido padrísimo. Lo más difícil no fue decidir tenerla a ella, porque los dos queríamos y queríamos niña y nació niña, sino cuestionarnos sobre el segundo. Yo tengo hermanas, mi esposo es casi hijo único, porque sus hermanos le llevaban quince años, entonces él no tuvo realmente una relación fraternal. Yo sí decía: “¿Cómo no va a tener hermanos?”. Mi esposo es realmente un hombre sabio e inteligente, y se dio cuenta de que mi motivación era simplemente por darle un hermano y me dijo: “¿Por qué quieres otro hijo? Si es para tener a una persona que venga a acompañar a Galita, qué injusto”. Era cierto, nadie tiene la familia ni la vida perfecta y uno tiene que tener los hijos por las mejores razones, seguimos conversando, explorando otros desafíos y decidimos no ir por el segundo y estamos muy bien.
¿Cuál es tu percepción de la sensualidad?
Es una atracción, iba a decir humana, pero no sé, porque cuando veo las flores también lo tienen. Me parece que es una atracción de agrado y de placer inmediato, que te da algo con tan sólo presenciarlo.
¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?
Parece que no tiene etapas. A lo mejor luego digo que me equivoco, pero por el momento creo que no tiene etapas y que tiene sus diferentes momentos. Al principio hay unas cosas mejores que otras y ahora, también pienso que son mejores muchas más cosas que cuando eres joven. La verdad es que me parece que la vida sexual de las personas es muy larga.
¿Hay miedos?
Sí, claro que sí. Es un cliché, pero las personas empiezan a sentir que van de bajada o que ya es la última etapa y yo siento al revés y es lo que me da miedo: siento que estoy como en la mitad y que todavía me falta muchísimo, pero muchísimo por hacer, y entonces lo que me preocupa es todo lo que tengo que hacer para solventar mis siguientes cincuenta años. Esa es una presión y un miedo. Por otra parte, mi desarrollo profesional en esta sociedad. Tengo familiares cercanos y amigos que ya no consiguen trabajo a los sesenta años, olvídate a los setenta o a los ochenta, porque dicen que ya no somos jóvenes. Eso me da miedo, que yo quiera seguir queriendo trabajar, hacer cosas y que simplemente porque tienes una cierta edad ya no tengas las oportunidades, y que además sí las necesites. También me dan miedo las pérdidas de personas, ya que sólo he perdido a mi madre, y obviamente a mis abuelitos, pero era más chica.
¿Y retos?
Diario tengo muchos, pero para mí el reto principal es que mi hija salga adelante en la vida. Bueno, es reto de ella, pero creo que nunca se quita ese reto a los padres. Mi papá, a la fecha, me sigue echando porras. Le digo: “Ya tengo cincuenta años” y me sigue viendo como si estuviera chica, empujándome. En mi caso, mi hija aún necesita acompañamiento, apoyo y la quiero ver feliz y muy realizada. Para mí es un desafío importante. También veo que mi trayectoria política tiene un reto importante, porque quiero que México mejore y todos los retos profesionales están vinculados a la cuestión: “¿Cómo lograrlo?”. Es una meta compleja y un reto permanente, no hay un solo día en mi vida que no piense qué le falta a mi país, ¡y cómo lo resolvería yo!
¿Hay espacio para lo espiritual?
Mi vida espiritual ha sido muy extraña. Crecí sin religión, soy agnóstica y esos valores se adquieren en la familia y en la educación. Sin embargo, soy una persona muy sensible y espiritual. Practico yoga y meditación, y tengo amigos de muchas religiones y me gustan los ritos. Cuando los veo practicarlos, a veces me dan envidia, porque hay momentos en que necesitas ese refugio. Sin embargo, ese vacío lo he podido llenar con la práctica del estoicismo, la música y el canto que me llenan el alma enormemente y, por supuesto, a través del aprecio y el respeto a la naturaleza. Tengo un huerto de hortalizas orgánicas en casa, y cuando nace un fruto, ¡siempre pienso que es un milagro!
(Fotos proporcionadas generosamente por Martha Delgado Peralta)
Amo conocer a mujeres que son felices, y lo gritan a los cuatro vientos.