Cuando mis hijos crecieron teníamos rituales así, clarísimos, en la primera lluvia fuerte que había salíamos a mojarnos descalzos para agradecer la lluvia…

Inolvidable e insustituible, Grace Quintanilla. La entrevisté al poco tiempo de que cumplió cincuenta años, en medio de la apretada agenda que solía tener como directora del recién creado Centro de Cultura Digital (CCD). Un referente en el uso de las tecnologías que ahora son parte de la cotidianidad de todos, o deberían, una creadora pionera y prolífica y, muy especialmente, una impulsora de que las nuevas generaciones las aprendieran y aplicaran de muchas maneras. Siendo Matías chico lo llevé a varios talleres al CCD diseñados especialmente para que niñas y niños adquirieran diferentes habilidades como herramientas creativas. Además, bajo su liderazgo montaban exposiciones innovadoras –y no restringidas como ahora está de moda en diferentes espacios a proyecciones, sino que en verdad eran ingeniosas y sorprendentes–; y a la par hacían libros digitales, transmisiones de radio y más. Me parece que tenía siempre la mirada de asombro, la disposición para aprender, explorar, experimentar… y le gustaba llevar hacia ese camino a todas y todos los interesados.

Cuando fue a la sesión de fotos al estudio de Blanca se permitió más tiempo, platicó con nuestra querida fotógrafa, se dejó ir, disfrutó. Quizá lo que más me gusta de sus fotografías es la luz de sus ojos, esa luz que ponía atención a cada acto, a cada conversación, a cada ciclo de la vida; esa luz que te prendaba de ella.

Este proyecto de Poderosas 50 recién tenía poco de haber empezado y reunir las cincuenta entrevistas prometidas iba a implicar tiempo. Nos escribimos algunas veces, la iba teniendo al tanto de los avances. A sus 52 años recién cumplidos su luz se expandió y multiplicó en todos nosotros, se transformó, pero permanece. Agradezco profundamente a su hijo Nico su disposición para publicar esta entrevista de la muy, muy querida y admirada Grace Quintanilla.

Querida Grace, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?

Pues me siento en general bien, siento que es una etapa en donde tienes mucha experiencia, bueno yo siento que tengo mucha experiencia, y todavía tengo energía para hacer cosas sin perder el tiempo. Me he vuelto más eficiente ahora que antes y, al mismo tiempo, menos tolerante; ya no tengo este deseo de querer ser aceptada por absolutamente todo el mundo, ya sé que es imposible. Entonces, ya no pierdo tiempo en hacer que me quieran o no me quieran, creo que a lo mejor eso se traduce en más seguridad. Por un lado, sí siento que es una época hermosa en ese sentido, además los niños ya están grandes, ya tienen cierta independencia y los puedo ver como personas con las que ya puedes hablar, convivir, viajar a otro nivel, no tanto así de cuidar como niñitos, sino de que te puedan conocer con todos tus defectos, como un ser humano cualquiera, eso también me gusta mucho. Por otro lado, sí siento que también hay más fragilidad, tienes mayor conciencia de las emociones y del impacto que pueden tener en tu vida y te vuelves un poquito más miedoso, o más. Bueno, yo me siento un poco más frágil emocionalmente y entonces me cuido un poquito más de eso.

Platícame cómo es la relación que tienes con tu cuerpo…

Ahorita a los cincuenta, o poquito antes de cumplir cincuenta, me di cuenta que tenemos que aprender a aceptar que sí somos personas hormonales. Eso no quiere decir que aguantas que te digan que estás hormonal cuando estás discutiendo cosas en las que tienes razón, yo no lo digo desde ese lugar, pero sí se hace muy evidente cuando se acerca la menopausia, porque sí tienes cambios de temperamento muy fuertes… Bueno, en mi caso sí tuve todo, sí palomeaba todo lo de los libritos y te das cuenta que hay una parte en que somos mamíferos, que respondemos a una parte que es independiente de la cultura porque es totalmente biológica y eso también determina nuestro lugar en el mundo. Eso cambia la relación con el cuerpo, empiezas a cuidarte un poco más y a reconocer los ciclos que el cuerpo te demanda.

¿Qué opinas de estos nuevos cincuenta?

Yo creo que son muy diferentes… Antes, a los cincuenta ya eran señoras, señoras casi viejitas, ya las veías en la puerta de la vejez y ahorita yo tengo amigas de sesenta que están increíbles, que son joviales, o sea es una cuestión de actitud. Pienso que eso ha cambiado porque las mujeres tenemos más poder económico, ya no estamos supeditadas a lo que los hombres piensan que es ser vieja o no porque, obviamente, yo tengo amigos buena onda que adoro, pero que dicen “esa ya está cincuentona” y espérame tantito. Sí sigue este estigma entre ellos y se han ido educando poco a poco para entender que eso nada más era un prejuicio y que ahora nosotras decimos, “no, ni madres, no me voy a vestir así, ni me voy a poner crepe como se ponían, ni el suéter hasta acá arriba, ni me voy a comportar acorde a como una mujer de mi edad debería”. Creo que ha cambiado porque nosotras mismas estamos más empoderadas.

¿Qué ves cuando te miras en el espejo?

Lo que siento cuando me miro al espejo es desconcierto, porque yo no me siento de la edad que tengo. El cuerpo sí es de una mujer de cincuenta años, pero en el fondo sigo siendo  una mujer joven que tiene todavía muchas ilusiones de hacer cosas; que también es berrinchuda, muy pegada a la adolescencia de cierta manera. Como que no corresponde mi vida mental con mi vida corporal, por llamarlo de alguna manera, pero sí, en esa mirada también hay una aceptación, es importante mirarse en el espejo y decir “pues sí, ya no soy esa jovencita, ya soy toda una señora y tengo que aprender a quererme y tengo que aprender a aceptar este proceso de envejecimiento”, porque aunque una ya sea madura, mayor y demás, sí te afecta mucho este amor y obsesión con la juventud que hay en el mundo capitalista, que te exige ser joven, que no haya rastros en el cuerpo de nada, ni de la maternidad ni de nada, que no quieren que se te caiga el pecho, ni que te quede pancita, ni que te salgan estrías, ni nada. Hay  una presión social muy dura para la mujer, sobre todo física y sobre todo en nuestra generación, porque crecimos con muy pocos referentes de mujeres heroicas, todas las mujeres eran princesas delicadas que estaban esperando que apareciera un baboso para que pudieran ser felices, completar la vida y todo. Aunque uno va cambiando con el tiempo y te vuelves más independiente. En realidad yo nunca necesité ese hombre y si lo necesitaba no lo tenía, entonces aprendí a vivir sin él, que era mi papá, esas figuras masculinas protectoras. De repente dices “híjole, todos mis referentes eran como muy poco realistas, no encajaban con lo que  yo deseaba y lo que quería”. Crecer sin esos referentes es fuerte. En mi caso yo tenía referentes de mujeres muy fuertes, porque crecí entre mujeres, con mi mamá, mi abuela y mi tía, con muchas amigas, con algunos amigos gay, transexuales y travestis, y con muy pocos hombres. Y los referentes de los hombres no eran muy positivos, la verdad, porque era el mundo del cabaret, el mundo de los centros nocturnos, de los comediantes, del albur, de la picardía mexicana. Ahora siento que las niñas tienen un poquito más variedad de referentes, aunque la presión mediática por lo mismo es más fuerte y está muy metida toda la estética y la pornografía, están pornificadas desde muy chiquitas. Eso a mí me preocupa, ya a los cincuenta lo ves y dices “híjole, eso no está padre”. Una piensa que ya dejaste un legado, te vuelves profesional, te vuelves fuerte, estás educando alumnos, hijos, sobrinos, sobrinas con otra mirada, pero no pueden sucumbir ante la presión mediática, que la verdad sí es mucho más agresiva y dura, que la que nos tocaba a nosotros en términos estéticos. Como que quieren que de niña seas ya una jovencita de veinte años y de grande seas una jovencita de veinte años, o sea, es como la exigencia de vivir en la adolescencia: la niñez se te borra, la madurez también. Son etapas que no son bien vistas de la mujer, eso me rechoca; siempre he sido feminista, desde chiquita tuve claro que tenía que ser solidaria con las mujeres, que tenía que trabajar, que me iba a tocar trabajar el doble o el triple para poder llegar a cosas que los hombres hacen con facilidad, pero no era tan radical, no era feminista de raíz y ahorita ya me vale gorro que me quieran o no me quieran o que digan o no digan, que sí soy una bruja, que sí soy y no me importa. Y sí siento que es importante para mí este proceso de reconocerme como feminista de raíz, porque también me da la seguridad de decir “pues yo estoy en contra de eso”, pero así, tajantemente cero tolerancia, de que se alquilen los cuerpos de la mujer para placer de otras personas, de esta idea de existir únicamente a través de tu sexualidad y sensualidad. Eso me gusta de tener cincuenta años.

¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?

Si me lo hubieras preguntado hace veinte o treinta años yo te hubiera dicho que me fue igual, que realmente tenía yo las mismas oportunidades, pero cuando ya lo veo hacia atrás y desde un lugar de poder, porque por fortuna tengo un lugar profesional que tiene cierto prestigio y cierto poder y cuando estás en lugares de poder te das cuenta que es mucho más fácil apoyar a las mujeres de lo que parece y yo no recibí necesariamente ese apoyo. Era muy común que me presentarán como artista multimedia o la directora guapa, o cosas que tú no dices de un hombre. Y sí me pasó que me robaban ideas y las  presumían a otros chavos o a otros compañeros de trabajo; o enterarme que me pagaban menos que a compañeros hombres por lo mismo. En el ámbito  artístico no me va tan mal como a las pintoras o como a las artistas que se dedican a disciplinas más tradicionales, porque después de la fotografía en el videoarte ya muchas de las pioneras éramos mujeres. Eran nuevas disciplinas donde no teníamos el peso de la tradición de los genios hombres, como en la literatura, la escultura, las artes plásticas… En ese sentido, lo que sí me faltaban eran referentes y también referentes de artes plásticas, porque originalmente estudié artes plásticas y pues me conocía quinientos artistas hombres y como diez mujeres; no había acceso a Internet entonces y había poca difusión. La invisibilización es brutal y es muy común. Hoy en día sí, de repente, tengo compañeros hombres la verdad, sin mala onda, o sea, no estoy acusando a nadie, pero tienen formas en las que me tratan a mí que no tratarían a sus compañeros hombres, o me dicen cosas que no le dirían a otro director hombre, por ejemplo. También me doy cuenta con los años que te interrumpen con más facilidad, que no te escuchan con la misma atención. Siento que entre hombres se cuidan más de respetarse, porque si no llegan a los golpes, y con nosotras no les importa tanto, porque difícilmente llegaría uno a golpear a un hombre porque te trata mal. Yo no soy muy condescendiente, siempre me he defendido, y lo único que pasa es que te descalifican y te dicen que estás histérica, que estás loca, hormonal y ya, pero no llega a los golpes. Ahorita ya reconoces esas maneras de agresión sutil que cuando eres joven no. Además, yo soy feminista, pero no voy a perder mi feminidad; soy feminista, pero tengo mis oportunidades y las voy a defender, y sí, una se vuelve aguerrida y defiende y todo, pero sigue siendo más difícil para nosotras. Aquí en el Centro de Cultura Digital no sé, la verdad, si es un poco un gineceo, porque somos un poco más de mujeres que de hombres y, además, los puestos de dirección son de mujeres casi todos. Para mí es como un sueño poder tener esta oportunidad de poner en práctica eso que uno dice que hay que hacer, de sí hacer un ambiente de solidaridad y de poca competencia entre las mujeres. Hay que pelear. Dentro de la tecnología las mujeres tenemos más visibilidad y es muy bonito, porque las tecnologías digitales hacen que sea más fácil compaginar tu maternidad o tu vida familiar con tu trabajo, porque mucho de tu trabajo lo puedes hacer a distancia, desde casa, desde el teléfono celular y en el festival del Día de la madre de la escuela estás… Eso ha hecho que muchas mujeres se vuelvan muy hábiles tecnológicamente, para negociar horarios de trabajo, hacer home office o cosas así, pero aún hay un gran hueco en cuanto a carreras que tienen que ver con ingenierías o programación porque existe ese estigma, esa etiqueta de que ese es un espacio masculino y ahí hacemos un trabajo muy activo para incentivar que desde chiquitas se puedan ver como ingenieras, astronautas, programadoras, lo que desean. Las mujeres somos buenas gestionando en cuestiones de tecnología, pero sí, aún falta. Por ejemplo, en mecatrónica no tengo mujeres, tuve una vez una chica, es difícil. Y en programación ahorita tengo una programadora y dos programadores, es indispensable, porque simple y sencillamente sólo así vamos a poder cerrar la brecha económica entre hombres y mujeres. De los pobres, los más pobres somos las mujeres  y lo que sucede es cada vez se necesitan más habilidades TIC para conseguir empleo y si las mujeres no tienen esas habilidades no van a ser empleadas, no van a competir, es un analfabetismo más duro.

¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida?

Yo soy de pareja, totalmente. Estuve casada veinte años con el papá de mis hijos y ahora llevo ocho años con mi actual pareja. Para mí es súper importante la vida en pareja, me gusta estar enamorada, me gusta el compañerismo, me gusta sentir la presencia y el cuidado mutuo que te da vivir en pareja. Lo que más me gusta de mis parejas y de mi pareja actual es que nos alimentamos intelectualmente. Yo tengo que admirar lo que hace la otra persona intelectualmente, no tanto físicamente, que sea una cosa hermosa, aunque sí es muy guapo. Tengo amigas que no les importa y que son muy independientes, yo en ese sentido sí me declaro más tradicional. Siempre, desde chiquita, quise una familia. Con mi pareja actual tenemos una familia compuesta, él tiene dos hijos y yo dos hijos y la casa es como una familia grande, con mascotas, en donde se come todos los días sopita de fideo, y así. Soy muy romántica, necesito esa compañía, sobre todo ese cariño. No tengo ninguna necesidad de protección económica, no necesito un hombre para que legitime mi presencia, ni nada, pero sí para el cariño. Es rico que llegues a tu casa y te apapachen y te besuqueen y tú besuquear.

¿Cuáles han sido los desafíos para educar a tu hijo y a tu hija?

La crianza es el reto más grande de la vida para cualquier persona, hombre o mujer. Creo que hablar de la maternidad así, tal cual, es como una especie de tabú. No es esta situación que te vuelve una mujer completa y plena, para nada. Y creo que eso nos lo deberían decir también, o sea, la maternidad no te va a convertir en un ser pleno en automático y hace que de repente digas “¡Ay wey! No es tan fácil, no se me da tan así, naturalmente, extraño mi trabajo, extraño usar mi cabeza, extraño usar mis manos para otra cosa que no sea pañales y hacer papilla·”. Mis hijos ahora tienen diecinueve Nicolás, que es el mayor, y Micaela quince. Ahora lo veo en retrospectiva y digo “Sí me llenaban más de lo que en el momento podía yo reconocer”, pero estás cansada, es cansadísimo, es muy demandante. Físicamente toda la primera etapa es muy demandante y, después, emocionalmente, psicológicamente y aunque crezcan, pues siempre estás al pendiente de ellos, sus problemas son otros, para mí sí han sido muy importantes. No creo que todas las mujeres debamos de ser mamás, creo que si las mujeres no quieren ser mamás, que padre que lo digan y yo apoyo totalmente. Yo ni me lo cuestionaba, yo siempre supe que quería tener hijos y si traté de hablar de eso en mi trabajo con mucha autocensura, porque te da miedo decir lo que estás sintiendo en el momento y que se te vaya a revertir o que te vayan a acusar, porque con mucha facilidad te acusan como madre, como padre tienen muchas licencias. Como madre, desde que te embarazas la gente siente que tiene el derecho de decirte qué hacer, de opinar con quién ir,  cómo respirar, qué comer. Es como si te volvieras desde el embarazo un ser común, o sea, de la comunidad, que tiene una parte bonita, pero en general se hace muy difícil porque no permiten vivir la maternidad como algo personal, como algo que tiene que ver contigo, con tu personalidad, con tus deseos, con tu relación de pareja, o no, y te meten muchísima presión. Yo iba al psicoprofiláctico y ahí encontré a gente muy radical, que a mí me hizo mucho daño. Mi hijo tuvo que nacer por cesárea y estaba en un círculo que ve la cesárea como un abuso obstétrico y era “te dejaste abusar por un maldito doctor”. Es una presión brutal y a mí me dolió muchísimo. Eso ninguno de mis amigos hombres ha tenido, les vale madres si el bebé nace por cesárea, si nace en el agua, de rodillas, en una hamaca o lo que quieran, no les importa, lo que les importa es que el bebé esté bien y ya, y nosotras tenemos presión por todos lados. Es todo un tema que me parece hay que tratar y tenemos que educar hablar de las cosas tal y como son, no ves nubes rosas todos los días. Convivir con los hijos de mi pareja ha sido muy fácil, porque él tenía esa misma ilusión y también vivió la tristeza del rompimiento con sus otras parejas. Vimos una oportunidad de hacer lo que siempre habíamos querido hacer sin tener hijos juntos y fue fácil. De los niños estoy súper agradecida, todos han sido hasta más sabios que nosotros. También ellos ya tienen una educación y muchos referentes así, no es como en nuestra época. Mis papás eran divorciados, mi mamá trabajaba en un cabaret, mi papá tenía el pelo largo, era hippie y ahora hay muchos modelos de familia, no hay fórmulas.

¿Cuál es tu percepción de la sensualidad?

La sensualidad es todo, es la manera en que te relacionas con el mundo. Hay distintos grados de sensualidad, obviamente, pero para mí es súper importante. Tiene que ver con la relación del cuerpo, con los objetos cotidianos y hasta cierto punto una forma de contemplación del mundo. Para mí siempre ha sido muy, pero muy importante.

¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?

Increíble, yo nunca había disfrutado más, porque ya te conoces, ya sabes que quieres, como lo quieres y eres mucho menos inhibida por lo mismo. Y mira, yo digo “¿cómo era yo inhibida con el cuerpazo que tenía?”, y la verdad es que ahora disfruto muchísimo más mi propio cuerpo y mi relación con mi pareja. Tenemos muchísima más confianza de decir qué queremos, qué no, cuáles son los límites. Yo esta etapa, sexualmente, no la cambiaría por ninguna otra etapa de mi vida.

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino?

Crecí en una generación en que lo femenino estaba muy ligado a la onda de objetos y de gestos; ahora lo veo como una convención. Sí siento que hay cosas que son intrínsecamente femeninas, pero no están ligadas a “me voy a pintar, me voy a depilar las cejas o me voy a poner el arete”. Tienen que ver más bien con cómo vemos el mundo, con una cuestión interna más espiritual. A lo femenino ahí le vale gorro si usas aretes o no, creo que tiene que ver con una mirada del mundo muy diferente, muchas veces más compleja que la de nuestros compañeros hombres, más enfocada a las relaciones, a lo social y hacia la exploración de ciertas emociones. Hace poquito estaba leyendo el libro de Svetlana Alexieviech, es impresionante, me llamó mucho la atención como un millón de mujeres en la Segunda Guerra Mundial participaron en la guerra y las mejores francotiradoras eran mujeres, pero lo que dice ahí es que la narrativa de las mujeres no es una narrativa heroica, por eso no trasciende, no es la historia que quieren contar para hablar de las victorias de la guerra, porque una mujer que era francotiradora tenía conflictos morales. Y ahí es en donde yo creo que está lo femenino. Cuando leí ese libro dije “esto es la importancia de lo que es para mí lo femenino, más allá de los accesorios físicos o lo que entendemos por feminidad o no”, porque, además, esta idea de lo femenino le hace daño a muchas mujeres. Si no naces guapa, si no naces con determinado cuerpo, por más femenina que trates de actuar o cosas que te pongas, vas a ser la fea, la gordita, la güera, la prieta.. según donde estés, pero yo creo que tenemos que aprender a relacionarnos con lo femenino desde la parte interna y eso se refleja. De otra manera, si nos concentramos mucho en la feminidad como algo accesorio, eso yo lo encuentro terrible, porque lo que estamos viendo es una especie de travestismo dentro de las propias mujeres, que se inyectan botox para seguir siendo femeninas, que se inyectan los labios, se ponen unas uñotas, pero ese es el estereotipo.

¿Hay miedos?

Me da miedo vivir en México, es un país que está verdaderamente descompuesto socialmente. Me da mucho miedo que a mis hijos les pase algo, creo que eso es lo que más miedo me da, por lo demás no.

¿Y retos?

Tengo un reto, que es aprovechar los siguientes años para hacer cosas con más impacto. Aprovechar lo que he aprendido en los lugares en los que estoy para alimentar situaciones que hagan más bien, más enfocadas al bien común que al bien personal.

¿Hay espacio para lo espiritual?

Sí, definitivamente y eso desde chiquita. Tuve una etapa en que lo negaba, porque ser progresista y ser de izquierda y decir que tienes un interés espiritual, que crees en un Dios, era muy mal visto. Mis papás, los dos eran ateos, no me alimentaban mucho eso, pero yo me iba con mi amiga de chiquita a la misa, con ella, y me encantaba el ritual, me encantaban las canciones, el olor a incienso… Ahí descubrí que los rituales son muy importantes en la vida. No era tanto que yo creyera en la virgen y en Jesucristo, pero sí en una conexión divina y me ha servido mucho en la vida, porque cuando necesitas consuelo, el consuelo que necesita uno en cuestiones de duelo o pérdidas importantes no te lo da la razón, nunca. Cuando mis hijos nacieron, el papá de mis hijos es completamente ateo y tuvimos muchas discusiones al respecto, porque yo sí le decía “yo quiero que aprendan a entrar en conexión con lo divino, no me importa a través de qué”. Por suerte los metí en una escuela que sí tenía una parte espiritual, cristiana, pero no rezaban el Padre nuestro ni nada, pero agradecían a la tierra por los alimentos y era importante esa sensación de gratitud al planeta, a la tierra. Lo que sí tuve claro es que siempre iba a tener mis propios rituales. Cuando mis hijos crecieron teníamos rituales así, clarísimos, en la primera lluvia fuerte que había salíamos a mojarnos descalzos en donde quiera que estuviéramos, para agradecer la lluvia y que van a salir las plantitas. En fin, creo que tiene que ver mucho con una cuestión de gratitud, con un reconocimiento del amor, el amor universal, no el amor erótico o el amor de madre. Creo que es importantísimo.

¿Qué es para ti la plenitud?

Está ligada con la confianza. Confianza en tus relaciones, confianza en tu pareja, confianza con tus hijos, saber que puedes ser tú sin que esté en juego el amor de quien te importa. Para mí eso es plenitud, independientemente de si estás metido en tu cuartito de azotea o estás viajando por el mundo o aventándote en un parapente. A mí me da plenitud en mi casa, ver a mis hijos, a mi pareja, a nuestros hijos y sentir que podemos confiar entre nosotros y que nos vamos a querer y que hay una incondicionalidad ahí. Te hace sentir muy segura que pase lo que pase ahí estará ese amor.

3 Comments

  1. Gracias por presentarnos a Grace Quintanilla. No la conocí en persona, pero después de leerla la siento cercana. En mucho me reconozco, y en mucho le aprendo. Gracias, Grace, allá donde ahora estás.

  2. Qué buena entrevista a nuestra querida y admirada Grace Quintanilla. Cuánta claridad e inteligencia en sus palabras.

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