Mi hija me dijo: “Tú no me enseñaste que el ideal de vida era crecer, tener un novio y casarse, ese modelito no me lo enseñaste”
Carolina es prima de mis primas Ceci y Lucy, hijas de mi tío Raúl, el único hermano que tuvo mi mamá. Decidí incluirla en el grupo de estas Poderosas 50 porque reúne con claridad esos dos atributos que yo había puesto como requisitos para mis entrevistadas: estaba en sus cincuenta, pero, sobre todo, es una mujer que ha hecho de esta etapa una segunda vida, imprimiendo igual energía y compromiso que en la que tuvo con anterioridad. Me explico: ella trabajó antes en la Secretaría de Educación Pública y tras los años reglamentarios de servicio, se jubiló. A diferencia de otras personas, que realmente se retiran, ella se ha dedicado, por iniciativa propia, a promover el uso de tecnologías de inclusión para medios como el cinematográfico, lo que le ha exigido estar presente en congresos dentro y fuera del país, capacitarse aún más, establecer nuevos vínculos… Tiene una agenda dinámica y comprometida, que bien podría tener alguien en sus veinte o treinta años.
Está decidida a aportar de manera tangible para que las personas con alguna discapacidad tengan recursos para incorporarse a actividades que, de no existir las tecnologías que ella está promoviendo, pudieran perderse. Su labor me parece prioritaria. Hace ya varios años, de hecho, cuando Matías nació, leí La extraordinaria historia de la vida, del paleoantropólogo Alberto Angela, y su padre, el periodista Piero Angela. Este par de italianos hace un recorrido verdaderamente extraordinario a lo largo de la evolución de la vida en nuestro planeta y al final presentan un epílogo que me sigue pareciendo luminoso, pese a que lo publicaron en 1999. Ahí hablan de que no todas las personas tenemos la oportunidad de desarrollar nuestro potencial por igual y que ya no es posible hablar de un solo analfabetismo, pues los hay de varios niveles. En ese momento ellos se referían a no saber leer y escribir como el básico; a no dominar el inglés como el segundo, pues es el idioma donde se divulgan la mayoría de los textos científicos y todo lo referente a las nuevas tecnologías; mientras que para ellos el último era la incapacidad de utilizar una computadora y el Internet. No sé qué pensarían ahora sobre la Inteligencia Artificial y todo lo que viene, pero reflexionando acerca de su escrito y la forma en la que enlazan las ideas, me resulta aún más importante la labor de Carolina.
Quienes carecen del sentido de la vista o del oído, o bien, los tienen disminuidos, hoy día requieren esforzarse aún más, porque ya no basta con que puedan comunicarse con otras personas con las herramientas básicas, sino que es menester que tengan acceso a herramientas que los incluyan en el vertiginoso mundo de hoy. Y el cine, como medio de expresión es fundamental, tanto por los mundos e ideas que crea y comparte, como por las conversaciones que giran a partir de él. Por eso y por mucho más me parece estimulante tener a Carolina dentro de estas Poderosas 50, porque ella en verdad lo es.
Carolina, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?
Estoy haciendo algunas actividades por cuenta propia, que me llenan porque sé que puedo aportar y son cosas que no se han hecho en México. Me da satisfacción poderlas compartir. Soy psicóloga y trabajé por veintiocho años para la Secretaría de Educación Pública, en la Dirección de Educación Especial. Ahí me dediqué a la investigación en tecnologías para la discapacidad y encontré que hay un mundo muy bueno para que las personas puedan estar en igualdad de condiciones: que puedan comunicarse, estudiar, trabajar, tener acceso a la cultura. Y desde que me jubilé, poco a poco me he metido más y más y he encontrado cómo poder innovar. Afortunadamente, los desarrolladores me han conocido y cuando les digo: “Quiero hacer eso” me dan apertura, me dan información y veo que es posible. Lo más complicado es darlas a conocer, que la gente se dé un tiempo para dedicarse a ver que esto es posible. Trabajé muchos años en el campo educativo, pero ahora estoy incursionando en la cultura y en las artes, para compartir que se pueden hacer algunas acciones de accesibilidad en todos los ámbitos y para todas las discapacidades. Creo que todo tiene que hacerse incluyente. A esta actividad me he dedicado por mi cuenta, es decir, en las tecnologías llevo veintiocho años y haciéndolo por mi cuenta diez años, con una red iberoamericana que me ha llevado a España, Argentina, Uruguay, Ecuador, Colombia… Siento que es de gran enriquecimiento y me permite aportar.
Platícame cómo es la relación que tienes con tu cuerpo…
Me enojo con él, porque uno tiene la idea de que se tiene que conservar bien y pues ahí, más o menos. Me cuido, pero siempre hay un aumento de peso y ya no te encanta tanto, o la ropa que es tu preferida de repente ya te queda más apretadita. Hay que estar luchando y tratar de mantenerse bien. No quiero tener cuerpo de modelo, pero si mantenerme en un peso que no interfiera con mi salud.
¿Qué opinas de estos nuevos cincuenta?
Es una etapa en la que estás plena, porque estás terminando ciertos compromisos, de tipo laboral, de tipo familiar y te queda tiempo para ti, para tu profesión, para viajar, para hacer lo que quieras. Creo que es un tiempo que nos es regalado, porque tienes mucha energía, cosas importantes que hacer y sigues aportando al ámbito en el que te desenvuelves.
¿Qué ves cuando te miras en el espejo?
Veo cómo me he ido transformando y me voy aceptando como soy. De las ropas preferidas voy descartando varias y he encontrado otras prendas que se van haciendo mis consentidas, con otra imagen que va con mi edad. He descartado las minifaldas, que me encantaban, pero ahora ya me veo chistosa, porque eran cortitas. Ahora uso los palatzos, que me encantan, y estampados y colores alegres. Por los cambios hormonales que te dan “los calores” y demás, me ha dado por los abanicos. Cada que me encuentro uno me traigo dos. Es la forma en la que me he ido transformando.
Y de la menopausia que no se habla, ¿cómo te ha ido?
No me afectó en cambios de humor ni depresión. Los únicos cambios han sido que de repente me da calor y necesito estar refrescándome, a nivel fisiológico. No he tomado ningún tipo de hormonas. Me he conservado trabajando y pocas veces he tenido tiempo de no hacer nada y cuando no tengo cosas que hacer le hago un poco al tejido, pero sólo gorros y bufandas.
¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?
No me ha tocado ese tipo de diferencias, en cuanto a mujer u hombre, pero sí en la profesión. Yo salí de la UNAM y al principio hubo bullying de las personas egresadas de las normales. Afortunadamente, mi educación universitaria prevaleció y en esa época lo de la tecnología, que era y es mi interés, no era muy conocido. Creo en la igualdad y la capacidad que todos tenemos al respecto y en que hay ciertos temas donde dominan las mujeres, por ejemplo, se requiere paciencia para encontrar qué computadora funciona para cierta persona, con ciertas discapacidades; eso te otorga ventajas. A mi hija, por ser mujer, yo la llevé por el camino de que se acepte a sí misma, que puede hacer las cosas, que un fracaso no la lleva a derrumbarse, sino a buscar otras oportunidades. Y, recientemente, ella me dijo: “Tú no me enseñaste que el ideal de vida era crecer, tener un novio y casarse. Ese modelito no me lo enseñaste”. A lo mejor no con palabras, pero en los hechos me preocupaba que tuviera una buena formación, que tuviera esta fuerza interior para que pudiera salir adelante en la vida, acompañada o no.
¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida?
En esta época ya es más un compañero que comparte intereses, las cosas que yo hago o un poco de lo que le comparto. Es ingeniero, nada que ver con la accesibilidad ni con la psicología, pero tenemos muchas cosas en común. Nos encontramos hace quince años. Tiene una hija y sus nietos, yo sólo tengo una hija y no tengo nietos, pero tranquila. Se va a verlos a Aguascalientes y no existe esa idea de: “¿Por qué no está conmigo?, ¿por qué se va?”. Estamos bien.
¿Cuáles han sido los desafíos para educar a tu hija?
Ser mamá fue algo que yo elegí y que me encantó. Ella cumplió treinta y cinco y siento que se me fueron los años rapidísimo. Me encantó tenerla, me encantó acompañarla desde chiquita, hasta que se casó, se divorció y ahora vive plena un nuevo noviazgo, sin prisas, sin presiones. Trabaja, vive en otro lado, viaja mucho y cuando regresa a casa es maravilloso. La disfruté muchísimo y es algo muy importante en mi vida. Creo que es una de las satisfacciones que tengo, el haberla tenido, formado y verla bien. Prácticamente la tuve de madre soltera. Su papá y yo nos fuimos a vivir juntos y nació después de tres años, pero al año y medio de ella nos separamos y él falleció cuando ella tenía siete, entonces, prácticamente la tuve yo solita. Fue un reto, un compromiso, una alegría poder decidir yo solita a qué escuela llevarla, qué cursos, qué excursiones o campamentos.
¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?
No es algo que tenga temporalidad. A lo mejor quieres más de lo que hay, pero es una parte importante que te acompaña siempre.
¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino?
De mi mamá no lo saqué, porque ella se dedicó al hogar y a los hijos. Más bien de los lugares en donde yo me iba relacionando, con amigas y en la universidad. Hay algo que sí me impacta. Era niña y veía la moda de los años sesenta y setenta, los palatzos, la psicodelia, que en esa época no había versión chiquita, pero crecí, vi los palatzos y dije: “Ahora es cuando”, pero desde ahí me gustaron, de esa época. Lo femenino es que tengas coquetería, que tengas sensualidad, delicadeza en las cosas que haces, que armonicen tanto tu casa como tu persona.
¿Hay miedos?
A una enfermedad, a la inseguridad que vivimos, a las oportunidades laborales para los que vienen atrás de nosotros, porque siento que se les está complicando.
¿Y retos?
Que todas las cosas que tengo en el portafolio se puedan plasmar, sobre todo para el área que manejo: cine accesible. El modelo que compartimos es un cine para todos, no es un cine especial. Ya lo hemos probado en México, porque presentamos una película y las adaptaciones, gracias a las cuales en una misma sala pueden convivir personas con discapacidad visual, auditiva, motora y gente sin discapacidad. Ese modelo es el que queremos. Quiero verlo algún día, quiero que esto trascienda.
¿Hay espacio para lo espiritual?
Tiene un lugar con la formación que me dieron mis papás, mis tíos y un poquito que le inculqué a mi hija. No es algo que yo exprese mucho, es algo que llevo conmigo muy personal, muy propio. Hago oraciones, pero no es algo que comparta abiertamente, es más íntimo. Siento un alivio, un descanso, un acompañamiento. Luego me pongo a hablar, por decir, con mi mamá, con la que tengo platicas interiormente.
Carolina, qué padre que después de jubilarte te dediques a promover y a hacer lo necesario para un “cine incluyente”. Ciertamente los cincuentas no son una meta, sino continuar lo que una quiere, en mejores términos.
Muchas gracias Stella, es un gusto hacer que las cosas sucedan y pueden suceder. Sigo en ese camino. Mil gracias
Muy inspirador, gracias