A lo largo de mi vida he tenido muchos ángeles de la guarda, la mayoría mujeres

Además de ser una amiga a la que admiro y quiero mucho, yo puedo afirmar que Roxana es mi ángel de la guarda. Desde el primer día en que nos conocimos supo leerme, porque es sumamente intuitiva y no hacen falta con ella las palabras para que entienda y sepa cómo estás, y tiene la virtud de que te hace hablar, porque sienta unas bases de intimidad y calidez donde todo fluye. Está en una posición –y me refiero a la certeza que tiene ante sus capacidades y ante la vida– donde le es posible ayudar a otros y lo hace incluso sin que lo pidas, porque no lo percibe como una imposición, sino como uno más de sus sentidos. Ha estado para mí de muchas maneras y espero poder estar igual para ella cuando lo necesite.

Además, me siento muy afortunada porque he colaborado en varios de los proyectos bajo su liderazgo, con la apertura para brindar ideas y la confianza para trabajar sin presiones, con la única responsabilidad de acoplarse a los tiempos y expectativas de cada uno. Así, el aprendizaje ha sido amplio en temáticas, formas, personas… Es muy empática y busca siempre que todo su equipo esté bien, lo que genera sinergias positivas. También me ha recomendado para trabajar con otras personas, con un respaldo tan generoso de su parte, que no hace sino impulsarme a ser mejor.

Nos dejamos de ver un tiempo por razones en verdad ajenas a nosotras, pero cuando la contacté para proponerle platicar sobre estos nuevos cincuenta aceptó, me recibió en su casa y charlamos como si recién nos hubiéramos tomado un café. Desde entonces es una presencia cotidiana, cercana, importante y que yo agradezco todos los días.

El año pasado estaba haciendo justo unas entrevistas para ella, cuando mi tumor me provocó un lapsus mental nada recomendable. Por supuesto le llamaron, porque fue un episodio muy alejado de lo profesional. En ningún momento me reclamó que la haya hecho quedar mal, por el contrario, me encaminó a la recuperación de mi salud, me ayudó a entrar al Instituto Nacional de Nutrición y hasta se sabía las fechas de mis citas mejor que yo. Estoy segura de que el universo es generoso conmigo, tan sólo porque Rox es parte de mi vida.

Tiene un sentido del humor sagaz, que te hace ver las situaciones del día a día con mejores perspectivas. Yo anhelo que se sigan presentando esos momentos únicos, para seguir asombrándonos con curiosidad y risas, ¡gracias Rox!

Mi querida Rox, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?

¡Estoy feliz! Veo que hay mucha gente que le teme al quinto piso; para mí ha sido una forma de integrar a la mujer conscientemente, en toda su dimensión. Cumples cincuenta y la vida te ecualiza. Los cincuenta son una relación de amor en paz con una misma. La vida nunca deja de ser un constante descubrimiento, a los cincuenta seguimos descubriendo incluso nuevas formas de gozar con los sentidos, ya sea la música, la palabra, los sabores, las texturas… Pero lo más importante es la forma en la que uno interpreta desde esta edad lo que nos va sucediendo; lo hacemos con madurez y oyéndonos con mayor atención y claridad. Además, he cruzado por los cincuenta rodeada de gente maravillosa, comenzando por mis hijas, mi yerno, mi pareja, grandes amigos.

Platícame cómo es la relación que tienes con tu cuerpo…

¡Híjole! He tenido una bendición gigantesca con el cuerpo. Por mucho tiempo lo maltraté; fumé bastante, tomé mucha azúcar, no hice ejercicio; y mi cuerpo, noble. Una vez me dijo mi papá: “Aunque te veas así cuídate, porque puedes ser una manzana bonita por fuera y podrida por dentro”. Me he hecho análisis y estoy increíble; incluso sigo en la misma talla de toda mi vida. Tengo que agradecer a la genética, te reitero que no me he portado bien. Eso sí, hago viajes largos en los que camino entre 15 y 16 kilómetros diarios. Además, no tengo auto y me transporto a pie; mi radio de acción es muy corto, mi oficina queda a 2.5 kilómetros. He corrido con suerte porque no me han cobrado los pulmones. En general, estoy muy agradecida con mi cuerpo. Desde otra óptica, es claro que cuanto más pasa el tiempo más se acepta una a sí misma y más a gusto está con su cuerpo. Hace rato hablaba con una mujer que me encanta; lo tiene todo: sabiduría, belleza, simpatía… Le pregunté cómo está y su respuesta fue: “Es una chinga envejecer, pero estoy feliz”. Y sí, a mí me ha tocado descubrirme no sólo más feliz con los años, sino también más clara. Sin duda, hay cosas con las que no estoy contenta; tuve un accidente estando en Japón, de la nada se me desprendió la retina; un órgano que no tiene remplazo y es la principal causa de ceguera en el mundo. Tengo varias operaciones de retina con su consecuente pérdida de la vista. Finalmente, eso es también un deterioro corporal; mi columna tampoco ha sido afortunada.

Y de la menopausia que no se habla, ¿cómo te ha ido?

Tengo dos amigas de descendencia alemana que, además de gozar de una inteligencia envidiable, son mujeres muy solidarias. Forman parte de mi grupo de ángeles; y son varios años mayores que yo, por lo que transitaron antes por el proceso. Ambas me fueron preparando, me allanaron el camino. Viví con ellas algunos momentos que me permitieron saber que lo que venía no iba a ser cómodo. En mi caso fueron solamente difíciles los primeros meses, porque nunca supe que se habían bajado tanto los estrógenos, lloraba con mucho sentimiento y me daba sueño recién despertaba. En definitiva, tuve que optar por el remplazo hormonal, que tarda unos meses en hacer efecto; pero de allí en adelante todo bien.

¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?

Es muy chistoso, me ha tocado padecerla aún en países avanzados como Dinamarca. En alguna ocasión llegamos a comer a un lugar donde había mesas compartidas para múltiples comensales; a mí me encantan, me gusta intimar. Había un hombre sentado frente a mí, yo le preguntaba algo y él le contestaba a mi pareja. Algunos hombres, no todos, son incapaces de siquiera conversar con una mujer, otros lo pueden hacer, pero sin verla. Noté en algunos países asiáticos una marcada jerarquía del hombre a la mujer, que incluso se siente en la vía pública. Desde luego, también he visto el machismo en mi país. Sin embargo, si me preguntas en términos laborales, particularmente he tenido la suerte de trabajar con hombres que me han tratado de igual a igual; en algunos casos, incluso, me han protegido, y te diré que eso, curiosamente, ha irritado a algunas mujeres. Algunos de estos hombres forman parte de mi grupo de ángeles. En cuanto a mis parejas, he tenido desde el conservador hasta el macho Alfa; no las he sufrido, pero es cierto que las nuevas generaciones han estado cambiando nuestra conciencia, y a veces desde el presente me digo: “¿cómo permití esta o tal otra cosa?”, pero, bueno, eran momentos en los que muchas de las cosas que hoy se penalizan socialmente estaban normalizadas. Una de mis hijas inició un proyecto llamado Desmachízate, para hacer mayor conciencia sobre estos aspectos normalizados.

¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida?

Fui educada para vivir en pareja. Hoy por convencimiento valoro a la pareja, tanto como disfruto de mi soledad, aun viviendo juntos. Me gusta la soledad acompañada. Siempre me he relacionado con hombres con los que he tenido buenas experiencias, coinciden en ser mayores que yo, sin vicios, buenas personas, padres responsables, hijos amorosos y parejas sólidas. Considero que la pareja se construye en lo cotidiano, de buena voluntad y mutuo acuerdo. Hoy, a esta edad, sólo acepto una relación amorosa construida desde el amor, el entendimiento y la complicidad. Algunas de mis parejas han sido ángeles.

¿Cuáles han sido los desafíos para educar a tus hijas?

Mis hijas y yo crecimos juntas y no hay mayor desafío que ese. Como imaginarás, no me faltan razones por las que les he tenido que ofrecer disculpas. Hoy ya son unas mujeres, Roma tiene treinta y ocho, Mara treinta y cuatro; ha sido un privilegio tener dos mujeres. Fui mamá a los dieciocho. Ellas fueron mis compañeras de carrera profesional y de maduración emocional. Yo no crecí con mis padres biológicos, fui educada por mis abuelas, me salté una generación. Por ambos lados vengo de familias de exiliados y sobrevivientes; también de matriarcados. Mis abuelas tuvieron vidas muy duras, sin tiempo para la reflexión, sino apenas para reaccionar. A su manera me trataron como una hija. Cuando mis hijas nacieron mis abuelas ya eran mayores y mis amigas no habían tenido hijos, así que viví una maternidad de abrir brecha sola. Aun así, fui bendecida por toparme con mujeres de las que fui aprendiendo, a muchas las conocí en la escuela de las hijas, o en sus clases especiales. Ellas también integran el grupo de mis ángeles. Por otro lado, la experiencia de la maternidad ha sido cambiante. A lo largo de los años de madre han cambiado mis hijas y he cambiado yo. Entre los grandes desafíos están los enfrentamientos con las hijas, sobre todo en la adolescencia. Nos ha llevado tiempo la reconciliación, pero creo que lo hemos hecho increíble. Ver convertirse a las niñas en mujeres ha sido toda una experiencia y un aprendizaje constante. Ambas son poderosas y están llenas de intereses. Su fuerza emocional y su capacidad de reinventarse es maravillosa, cada una lo hace a su manera.

¿Cuál es tu percepción de la sensualidad?

Me encanta, también me gusta mucho el estilo; soy incapaz de perderme el disfrute que brindan. Me ponen como loca algunas texturas, algunos colores, los ingredientes de un platillo, una mirada. Me gusta sentir y contemplar, y eso va muy bien con la sensualidad.

¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?

La veo con asombro. Yo me sentía muy liberal y abierta, pero me he dado cuenta de que también la sexualidad es un aprendizaje eterno. Imagínate que me enteré de lo que era un squirting a los cuarenta y cinco años, viendo un video de dos mujeres estadounidenses mucho mayores que yo.  A mi generación le faltó mayor apertura y más educación sexual. No veo sexualidad en todos lados, pero sí me parece algo primordial. A veces es plena, a veces perfecta, y otras veces me da flojera… Por otra parte, soy demisexual, lo que quiere decir que no puedo separar la sexualidad del amor. No sé si es por la educación que recibí y por el mundo social que me tocó vivir; no sé, pero cuando lo reflexiono simplemente siento que así es mi naturaleza.

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino?

Siempre en ascenso, siempre para mejor. Como te he dicho ya, a lo largo de mi vida he tenido muchos ángeles, la mayoría mujeres. Mis abuelas fueron mis primeros ángeles y las que me dieron la identidad de lo femenino. Cuando fui mamá conocí a una enfermera puericultora que me enseñó la responsabilidad física y emocional de la maternidad. Otro ángel fue la prima hermana del papá de mis hijas. Norma me hizo consciente de la importancia de ser mujer. Tenía conceptos que hoy son hasta comunes, pero que entonces eran de vanguardia; su vocabulario incluía palabras como mujeridad, nutricia, empoderada, gineceo, sororidad… Norma fue una líder en muchos campos de acción: comunicadora, publicista, poeta… Con ella platiqué horas sobre las distintas mujeres que conviven en cada una de nosotras y mantuve conversaciones profundas, no sólo respecto a la consciencia plena de ser mujer, también pasamos momentos clasificando las distintas tipologías de hombres; citando las diferencias estructurales biológicas entre hombres y mujeres, sobre lo distintos que son los hemisferios cerebrales de ellos de los de nosotras. Ellos, por su estructura cerebral, son más hábiles para las máquinas –autos, aviones, motocicletas, barcos–; en cambio, las mujeres desarrollamos mayormente la inteligencia emocional.

¿Hay miedos?

A envejecer, pero no me refiero a lo que pasa por fuera, sino a lo que pasa por dentro, porque me tocó ver el deterioro físico de una persona con una enfermedad evolutiva y es muy fuerte. Si pudiera elegir, diría que no quiero vivir mucho, sino con calidad de vida hasta los años que llegue. Creo que sin calidad de vida sufre uno mucho y a veces sufren más quienes te quieren. Pero, sin duda, mi mayor miedo es a envejecer mental y emocionalmente. He visto viejos con ideas frescas y jóvenes muertos en vida.

¿Y retos?

Tengo metas muy claras en el sentido de la protección a mí misma. Parte de ello es asegurar que no le daré lata a mis hijas en la vejez. Estoy tratando de asegurar mi futuro económicamente, aunque estoy clara que nadie puede garantizar nada porque la vida es cambiante.

¿Hay espacio para lo espiritual?

No soy religiosa ni creyente, tengo mucho de racional. Sin embargo, cada vez soy más consciente del mundo espiritual, entiendo la existencia como energía y como parte de una red universal. La meditación me ha ayudado a conectarme espiritualmente y a vibrar alto. También aspiro a ser cada vez mejor persona. Vivo con la fortuna de que desde chavita me nace cooperar, no ayudar, que me parece jerárquico, sino cooperar que tiene un sentido de ver al otro de forma horizontal. Estoy convencida de que cuando das recibes.

4 Comments

  1. ¡Guau!, ¡qué mujerón! Me encanta que hable de las diferencias que ha enfrentado con sus hijas y lo difícil que es reconstruir y sanar esas relaciones. Me impacta su fabulosa personalidad. Gracias por presentárnosla, querida Martha.

  2. He tenido la oportunidad de tratarla y platicar con ella, me consta que si es una mujer muy inteligente y generosa, además con un gran sentido del humor, la admiro y quiero mucho.

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