La claridad de quién soy, dónde estoy y a dónde voy es una cosa maravillosa
A Roxanna la conocí cuando Matías era pequeño y ella tenía su Escuela de Niños Escritores en un espacio de Coyoacán. Era sorprendente cómo los introducía no sólo en este apasionante oficio de la escritura (y lo digo así porque yo lo comparto, je je), sino que, además, en cada ocasión también los hacía producir diferentes formas de plasmarlo: cuadernos, libros, hojas interactivas… Este aspecto lúdico es un atributo de su personalidad y el que le permite crear lazos de largo aliento con sus pupilas y pupilos, que van de los 8 a los 17 años. Curiosamente, a lo largo de la vida escolar de Matías (ahora en el último año de preparatoria) nos hemos encontrado a más de un alumno o alumna de ella, y todos coinciden en que fue una gran experiencia.
A la sesión de fotografías con Blanca Charolet fue la primera que llegó con algo “extra”, que en su caso fue un pajarito con el que dialogaba y jugueteaba y que, sin duda, le dio otro toque a sus fotos.
Me parece que platicar con ella siempre es una delicia y un aprendizaje sutil. Para promover su escuela tiene ideas ingeniosas y a veces he participado, porque en ese espacio de la virtualidad no hay límite de edad. Escribir usando palabras en el orden del alfabeto, por ejemplo. Este octubre de 2023 este gran proyecto de enseñarles a los menores de 17 años herramientas útiles para su expresión por medio de la escritura llega a los 14 años de existencia, que se dicen fácil, pero han implicado mucho tesón y compromiso de su parte.
Por varios años su sede fue IBBY México (International Board on Books for Young people), en lo que era una casa señorial en la calle de Goya; lamentablemente, hace poco les pidieron una renta imposible sin otorgarles un plazo preventivo. Para su buena fortuna, pronto encontraron que el Centro de Desarrollo Social Mixcoac podía acoger su labor de hacer con las palabras. Roxanna también es activa en todas las ferias de libro y actividades para niñas, niños y adolescentes que haya en México, ya sea dando talleres de escritura creativa o de periodismo. Su trato con los menores de edad me parece que resulta ejemplar, porque fortalece su autoestima, les da alas, les alienta la confianza en sí mismos y en sus ideas. Muchos adultos tenemos que aprender varias lecciones de Roxanna en ese sentido.
No es el único espacio donde hemos coincidido. Recuerdo una vez que otra querida amiga mutua, poco más chica, Miriam Mabel Martínez convocó a las mujeres que quisieran a tejer en el museo del Centro de Cultura Digital, debajo de la Estela de Luz, cuadros morados que luego se enlazaron en una gran pieza. Yo no sé tejer, pero ahí estaba ella y con gran paciencia me dijo cómo y logré hacer un par de cuadros, quizá tres. No puede ir esa ocasión a la marcha del Día Internacional de la Mujer y luego me enteré de que la pieza ya enlazada era pesada, por el material del que se hizo; ella sí fue.
A Roxanna le tengo una admiración y un cariño enormes. Sólo espero que la vida me permita convivir más tiempo con ella, dialogar más, compartir más…
Querida Roxanna, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?
Llevo poco más de cincuenta años siguiendo mi propio camino y no estoy pensando que esté mal o que haya que dar la vuelta o que haya que adoptar una postura convencional. Hago muchas cosas que no tienen que ver con lo que se espera de una mujer de ninguna edad, ni de cincuenta. Soy soltera, no tengo hijos y trabajo con niños, por mi cuenta. Me gusta comprar juguetes, me gusta jugar. Si algo rige en mi vida en este momento es que no quiero hacer cosas que me pongan en situaciones incómodas o que no me gusten. Eso es bastante más difícil, pero en general procuro no embarcarme en proyectos que no me entusiasmen.
Platícame cuál es la relación que tienes con tu cuerpo…
Siempre he estado muy pendiente de mi cuerpo: yo sé cuándo me salió una peca, sé cuándo hay algo que no funciona bien, oigo mi respiración, me conozco mucho por dentro y por fuera. No necesariamente ha sido una relación sencilla, porque yo siempre le he exigido una perfección, pero no en el sentido de la moda y lo comercial, sino que funcione como debe funcionar y, en general, debo decir que mi envoltura física ha sido maravillosa y finalmente hace muchas cosas por mí. Aunque ahora, con la edad adulta, desarrollé vértigo. Eso muestra que nada es estático. Percibo el paso del tiempo, percibo que las cosas se aflojan, se caen, pero más que molestarme, me sorprende. Además, en 2020 el tiempo de la pandemia resultó muy duro y de algún modo se tambaleó este conocimiento de mi cuerpo, pues me diagnosticaron cáncer de endometrio. Ahora lidio con la menopausia quirúrgica. Pese a ello, creo que estoy en un momento bastante pleno.
¿Qué piensas de la presión social y los estereotipos a los que nos enfrentamos las mujeres?
Me da mucha tristeza por las generaciones más jóvenes, porque siento que la presión ha llegado a niveles insoportables y porque también siento que hay una demonización de lo original, de lo distinto, de la individualidad. Me da tristeza por mis alumnos, por mis sobrinas, por la gente que sigue concentrada en cosas que pueden ser tan intrascendentes. Alguna vez oí decir a alguien, no te puedo decir si fue mi abuela, que todos los jóvenes son bonitos por el sólo hecho de serlo y yo ya llegué a la etapa en que me doy cuenta de que es así. Están frescos, son lozanos, tienen todavía esa capacidad de asombrarse y eso es muchísimo más importante que si pesas determinados kilos, tienes determinadas medidas, usas determinada ropa y te peinas de determinada manera. Preocuparse por la apariencia es simplemente existir y yo creo que se trata de vivir. Me parece absurdo, ridículo. Los tigres son mucho más bonitos que nosotros. Encuerados nos gana cualquiera, las pieles son muy diferentes.
¿Qué opinas de estos nuevos cincuenta?
Son unos cincuenta que tienen más libertad, menos estereotipos que cubrir y, sobre todo, más consciencia de que la maternidad y las condiciones laborales no son las mismas. Al mismo tiempo, se vuelven las circunstancias más difíciles, por el asunto de la violencia y porque vivimos en un país conflictivo, pero este es el que nos tocó y es el que tenemos que maniobrar.
¿Qué ves cuando te miras en el espejo?
No recuerdo cómo se llama ese síndrome que padecen los anoréxicos, cuando lo que ves en el espejo no es lo que eres, pero creo que yo tengo algo por el estilo, porque en general cuando me veo en el espejo me siento bastante a gusto. Ya cuando de repente paso por un aparador y me veo reflejada, me cuesta trabajo decir: “Esa soy yo”, pero procuro que no me moleste tanto. Me saca de onda que se me caiga el pelo, casi no tengo canas, tengo pocas arrugas, acabo de ir al dentista y todo está en su lugar, gastado, pero en su lugar.
Y de la menopausia que ya comenzabas a mencionar, ¿cómo te ha ido?
Me causó muchas alteraciones, que otras mujeres sé que resuelven por la vía corta de la cirugía: quitarse la matriz, porque empiezas a tener sangrados abundantes. Con una amiga decíamos: “Entras en esa etapa de vaca desollada”, las dos usábamos la misma imagen, porque las dos tuvimos hemorragias brutales, que son complicadas, humillantes, etc., pero es una etapa que le pasa a la mitad de la gente y es algo con lo que tienes que lidiar, al igual que lidiaste con los barritos en la adolescencia y lidiaste con las rodillas raspadas en la infancia y los pies planos o los dientes chuecos. Desde hace como veinte años, resuelvo mis necesidades de salud con homeopatía y me funciona muy bien; no quiere decir que las soluciones sean inmediatas, pero ahí está. Padecí absolutamente toda la gama que te puedas imaginar de tipos de bochorno, lo que es un fastidio, pero a cambio hay muchas otras cosas, la claridad de quién soy, dónde estoy y a dónde voy. Es una cosa maravillosa.
¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?
Yo nunca me he sentido discriminada por ser mujer, nunca. Siempre he considerado que mi aportación al bien de la humanidad es clara, no me causa conflicto. Lo hago con mucho gusto, con mucho convencimiento y con mucha ilusión de que tenga un efecto. Entre las muchas, muchas cosas que hago, todo se podría conjuntar en una sola cosa: mostrarles a los niños que hay otras posibilidades y que no necesitan más que su inteligencia y tener las cosas claras para ser parte de este universo. Imaginar otras posibilidades puede dar soluciones en la vida real, puede dar alternativas para ti y para los demás.
¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida?
Siempre he sido partidaria de la pareja y de vivir en pareja. Me parece una buena idea, me parece que funciona bien, me parece que como estructura socioeconómica es mucho más eficiente que vivir solo, aunque hay mucha gente que dice: “Yo pareja sí, pero cada quien en su casa”, lo que para mí habla del miedo a comprometerse. Crecí en una familia en la que el matrimonio era para siempre y yo me casé y mi matrimonio no fue para siempre, de hecho, duró muy poco. Después del legal, digamos, he vivido con otras dos parejas. Hace ya un buen rato que no tengo una pareja fija, me cuesta mucho trabajo tener un novio. No es lo mío, no me gusta tanto aire entre dos personas, tampoco es que sea yo un muégano, pero creo que muchos de los hombres con los que yo podría relacionarme ahora, también han tenido ya otras experiencias y una de dos: o están comprometidos o están escamados, entonces, tampoco quieren involucrarse en nuevas relaciones. Podrán decirme romántica, pero sigo pensando en que igual vuelvo a encontrarme a alguien.
¿Pensaste en algún momento en la maternidad?
Cuando tuve ganas de tener hijos era demasiado joven y yo sabía que no era el momento y, después, cuando se fue acercando el momento, simplemente no tuve ganas. En mí pesa mucho la sensación de que es un poco injusto traer a la gente al mundo en estas circunstancias, no me parece que haya un futuro muy halagüeño. En realidad, no es que haya querido ser madre. Quería tener una familia y si no se dio esa circunstancia pues no se dio, aunque una familia la puedes construir de muy diversas maneras. He tenido familias que han estado constituidas por un hombre, una mujer, dos gatos y un perro, o al revés. Para mí el embarazo no formaba parte de la ecuación.
¿Cuál es tu percepción de la sensualidad?
Siempre he tenido una sensualidad exacerbada, precisamente porque siempre estoy muy consciente de lo que ocurre en mi cuerpo. Tengo la sensación de que percibo todo. Es una maravilla que mi cuerpo sea capaz de distinguir tanto.
¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?
No tengo problemas con la sexualidad y nunca los he tenido. Nunca he tenido necesidades demasiado acuciantes como para necesitar que alguien más me las resuelva. Tampoco es algo que rija mis decisiones, mis búsquedas, ni nada. Me gusta más el sentido de la sorpresa.
¿Cuál ha sido tu vivencia de lo femenino?
Me causa un poco de conflicto hablar de lo femenino, porque he estado muchos años en psicoanálisis y tengo la noción de que no es exactamente lo que pensamos como lo mujeril. Para mí tiene que ver con la emoción. Ahora, ser mujer y ejercer la potestad de la coquetería me encanta, porque es una de esas libertades de las mujeres de pintarrajearnos la cara, ponernos trapos de colores. Somos mucho más libres que los hombres, porque nos podemos plantar cualquier color que se nos ocurra y cualquier combinación y ellos tienen más restricciones sociales. Mi abuela era una mujer muy propia, no se pintaba los ojos, acaso se ponía un poco de rímel y ya; tenía una serie de botecitos de los coloretes de antes y el papel arroz con polvitos, pero nunca usó gran cosa. Se fijaba más en cómo se peinaba y no podía salir sin guantes ni sombrero. A mi mamá le tocó el flower power, pero tampoco tuvo mucho dinero como para preocuparse de la moda. Esa es otra de las cosas fascinantes de nuestra generación, cuando tú y yo éramos niñas no había ropa de marca y eso explicárselo a los niños de ahora es muy difícil. En lo personal, hago uso de esa potestad femenina diagonal profesional, digamos, de estar en el ámbito de la literatura y los niños como para tener una patente ligeramente excéntrica. Es decir, yo encantada de la vida, cuando no me da pudor, me pongo uno de esos gorros tejidos que tienen orejitas de osos, y me lo pongo porque me gusta, porque me divierte, porque no me importa lo que la gente piense y que digan: “Está loca”. Pues sí, un poco, pero todos.
¿Hay miedos?
A no ser capaz de sobrevivir en la jungla de asfalto, en el sentido de la sobrevivencia del más fuerte.
¿Y retos?
Ver la vida y las circunstancias como una posibilidad de crear. No quiero jubilarme, no quiero dejar de hacer lo que hago nunca, al contrario, más bien, tener la posibilidad de incorporar otras cosas a mi quehacer actual.
¿Hay espacio para lo espiritual?
Crecí en el seno de una familia protestante, mis abuelos de las dos ramas fueron misioneros. Con la generación de mis hermanas esa educación se fue volviendo poco más laxa, a tal punto que yo intenté varias veces, siendo joven, establecer una rutina: integrarme a una comunidad y asistir a la iglesia, pero hubo ciertas cosas que no me gustaron, como una atención más a las formas que al fondo. Finalmente, he llegado a establecer una comunicación personal con mi creador, que me funciona cotidianamente para resolver mis asuntos, para tratar de entender qué hago aquí y cómo hacerlo y pedir ayuda cuando algo se me atora. Procuro apegarme a esa idea: si el creador ve por los pajaritos, también puede ver por mí.
Roxanna: clara, directa, sin torceduras. Empática y cercana a niños y jóvenes, pero sobre todo: creativa.
Me encanta Poderosas 50. Leer de estas mujeres me une a ellas y me inspira muchas reflexiones como otra mujer cincuentena que soy.
Cada una que he leído al momento me provoca empatía, admiración y respeto