Soy muy disciplinada en la comida y en el ejercicio, las operaciones son porque si tú puedes verte un poco mejor, está bien

Beatriz es amiga de mi prima Ceci; se conocen desde niñas, pues estudiaron la primaria juntas. Si la sigues en sus redes sociales puedes coincidir conmigo en un punto: sobresale su pasión por correr, ya sea el maratón de la Ciudad de México o los ultramaratones de la Sierra Tarahumara, en Chihuahua… 50 kilómetros, 70 kilómetros, 80 kilómetros y más… a los que suma de tiempos recientes a la fecha el gusto por escalar el Iztaccíhuatl, el Nevado de Toluca y otras montañas significativas de México. Para ella no se trata de un mero ejercicio habitual que implica una vuelta a la manzana o una hora en el gimnasio: creo que su cuerpo siempre le pide ir más allá y que lo que más disfruta es cuando tiene la oportunidad de hacerlo en las montañas, en condiciones extremas que la llevan a trascender sus propios logros.

Cada una de estas Poderosas 50 mujeres podía ir vestida como se sintiera más a gusto al estudio de Blanca, de modo que no me pareció extraño que ella lo hiciera con su atuendo para correr; incluso las poses donde aparenta hacerlo fueron las que más disfrutó y en las que irradia plenitud. Al verla puedo imaginar con total claridad la libertad que siente al hacerlo, incluso sentir el frío aire que corre entre los árboles rozando su piel o escuchar el tris-tras de las hojas bajo sus pasos… ¡Qué aventuras!

Por supuesto, no se dedica sólo a correr, aunque bien pudiera hacerlo, pues condición y entusiasmo no le faltan. Es también una abogada muy competente y mamá de un universitario que ahora estudia fuera del país por méritos propios, y que por herencia de su madre es también un gran deportista, en su caso en natación y escalada de montaña.

Toda esa energía que desborda Beatriz la ayuda a superar obstáculos que no quedan de lado y a mirar la vida con optimismo. También se da tiempo para cultivar las amistades y disfrutar al máximo los tiempos de convivencia. Quiero seguir al tanto de ella, para testificar ese gozo por vivir y ver como suma y suma y suma kilómetros recorridos, también por puritito placer.

Querida Beatriz, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?

Ahorita a los cincuenta me siento más fuerte, más joven, como con más valentía, con más calma en la vida. Ya no llevo prisa, ya estoy más tranquila en todo lo que hago. No me apura terminar algo rápido y comerme el mundo, ya todo es más tranquilo. Ahorita estoy tratando de disfrutar más todo lo que hago, todo, el café, el ir al gimnasio, el correr, todo.

Platícame cómo es la relación que tienes con tu cuerpo…

Sensacional. Bueno, yo estoy enamorada de mi cuerpo, porque hago carreras muy difíciles y mi cuerpo me aguanta, perfecto. Acabo de correr el maratón y me sentí como nunca en mi vida, o sea, ni cuando era joven. Llevo corriendo treinta y tres años. A veces el cuerpo está diferente, creo que estoy preparada y chin, algo le pasa. Ahora me mentalicé y dije: “Sí lo voy a terminar” y me sentí muy bien, muy contenta. Aparte voy al gimnasio, me siento más fuerte, más ágil. Mi marido es nueve años más joven que yo y parece que él es el viejo. Él todo el tiempo está cansado, yo también por todo lo que hago, pero aparte yo no traigo coche, desde la mañana estoy con el hijo y el marido, arreglando lonches, esto y aquello, me voy a correr, me voy al gimnasio, a trabajar, regreso y hago la comida, llevo a mi hijo a clases y mi cuerpo está sensacional, más fuerte. La carrera de campo traviesa más larga que he hecho ha sido de 100 kilómetros, es en la montaña, son muy pesadas, porque las subidas son aún más difíciles, pero todo está aquí, en la mente, y creo que eso es lo que nos da la edad: la fuerza mental y pues súper bien, las aguanto muy bien. Lo que me da mucho gusto es que tengo muchas amigas más jóvenes y les doy batalla y les gano. Por ser más jóvenes ellas deberían ser más fuertes, por eso me siento bien y contenta con mi cuerpo.

¿Qué piensas de la presión social y los estereotipos a los que nos enfrentamos las mujeres?

Sí he sentido la presión social, por supuesto. A veces la gente te pide que no se te resbale ni una mosca en la piel, que seas perfecta físicamente, aunque por dentro no lo seas. Me parece que sí, que la sociedad te exige demasiado. Depende de ti que saques eso y que tu cuerpo esté perfecto, pero por ti, no por darle gusto a la sociedad o porque te presionen, sino porque tú te ames y tú quieras a tu cuerpo y estés a gusto con él. Yo tengo un problema en la piel, de manchas. No nací con ellas, pero durante la infancia me salieron y, la verdad, siempre fue un problema social para mí, porque la gente y los niños te hacen burla y vas creciendo y sigue siendo un problema. Ahora ya no es un peso. A veces digo: “Gracias a Dios que las tengo”, de sólo imaginar que no tuviera brazos, pero eso es ahora, a los cincuenta y dos, antes no lo sentía así. Sólo con la edad puedes aceptar esa parte, querer tu cuerpo y que no te sientas presionada por la sociedad.

¿Qué opinas de estos nuevos cincuenta?

Creo que en esta etapa sí vivimos otros cincuenta. Ahora está todo muy evolucionado. Como cuando va caminando el tren y van corriendo los que están abajo para subirse, así me siento a veces con la tecnología, que tienes que correr y subirte para poder estar en el mismo nivel que los de ahora. Estoy aprendiendo, sobre todo por mi hijo, porque me da vueltas. Es una presión para que estemos actualizadas. Ya no necesitamos estar en una oficina, todo lo tenemos aquí, en el celular, es perfecto.

¿Qué ves cuando te miras en el espejo?

Muchas victorias que a lo mejor fueron dolorosas, pero que al final estoy fortalecida. Me gusto. Tengo a alguien por quien vivir, que es mi hijo. No tengo familia, mi única familia es mi marido, su mamá y mi hijo, nada más. Y él es mi motor, es mi aire que me impulsa, lo que me hace ser fuerte, lo que me hace ser joven y eso es lo que veo ahora: una mujer fortalecida después de todo lo que pase, de muchos decesos de familia, de muchas pérdidas. Con el papá de mi hijo también fue doloroso y él sigue ausente en la vida de mi hijo, pero al final esos dolores te fortalecen. Eso es lo que veo y me gusta.

Y de la menopausia que no se habla, ¿cómo te ha ido?

No significó nada para mí. La verdad todo está en la mente, todo es una fortaleza mental y yo no he permitido que mi cuerpo lo externe así. Estoy bien, no he tenido bochornos y he sido de mal humor toda la vida, pero no, no lo permito. En mí no va a pasar y si pasó no lo he sentido.

¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?

Yo no quiero igualdad con los hombres, porque no somos iguales. Ellos requieren unas cosas y nosotras otras. A lo mejor yo puedo consentir a mi marido con ciertos cuidados, con la comida y él me va a consentir a lo mejor comprándome algo o pagándome el café. Fui educada de otra manera, no sé si sea lo correcto, pero creo que eso ha sido lo que me ha funcionado a mí y lo que quiero que siga sucediendo en la vida de mi hijo. Tengo un varón y yo quisiera que él fuera el que manifestará su amor así, proveyendo. Por otro lado, hice sociedades con amigos y decían: “Bueno, a ti te mantienen, entonces a nosotros que nos toque más”. También en las carreras, a veces les pagaban más a los hombres que a las mujeres, cuando hacemos el mismo esfuerzo. A lo mejor no hacemos el mismo tiempo, pero recorremos la misma distancia y el premio era más grande para los hombres que para las mujeres. Ahorita ya es igual, pero de repente sí es un problema y hay que externarlo, no te puedes dejar porque si no los hombres te comen, porque a veces sí son abusivos.

¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida?

Yo no puedo estar sola, como esas mujeres a quienes se les muere el marido y le guardan luto toda la vida. Yo le dije a mi hijo: “Mira, nunca te voy a dejar, pero sola no voy a estar, aquí vas a estar a mi lado, pero yo no puedo estar sin una pareja”. Necesito estar con una pareja y no porque dependa de ella, sino porque es un compañero, porque cuando tú eliges una pareja es porque tienes cosas en común, pláticas, son buenos amigos, no nada más es lo sexual. Porque a veces lo sexual lo puedes encontrar en cualquiera, pero cuando tienes un compañero te diviertes o puedes estar en silencio y no te incomoda. Lo más difícil es compartir el silencio, cuesta trabajo. Al final de mi matrimonio fue cuando conocí a mi pareja actual. Yo corro y él bucea, lo invitaron a correr y ahí lo conocí. De lo demás se encargó no sé si la vida, Dios, él o yo, pero al final estamos juntos y estoy contenta, estoy satisfecha con él, completa. Aunque somos de diferentes edades me siento completa con él, llevamos ocho años.

¿Cuáles han sido los desafíos para educar a tu hijo?

Es complejo, porque para empezar yo creo que los hombres no pueden estar en el mundo como las mujeres. Yo quiero que mi hijo sea un hombre en toda la extensión de la palabra, independiente, que tome sus decisiones y que sepa que todas las decisiones tienen sus consecuencias, buenas o malas. Es muy difícil. Yo no soy cariñosa, pero sí le doy abrazos, no seguido, y le hablo con malas palabras bastante seguido, pero él sabe que todo el tiempo lo apoyo. A veces no los puedes tratar de: “Sí, corazón”, porque de aquí va a salir un hombre derecho te guste o no te guste, así que te tienes que ir por donde yo diga. No hay de otra y sí es mucha responsabilidad, pero estoy contenta. Nunca quise tener un hijo, pero cuando me embaracé dije: “Ojalá sea niño, para que se parezca a su papá,” porque lo amaba. Ahora creo que mi hijo es mejor y que a veces la gente llega en tu vida de paso, por momentos, y mi ex esposo llegó a mi vida para que Santiago estuviera, y somos mejores personas él y yo desde que el papá se fue. No porque se haya ido, no me alegro, pero ese dolor nos hizo mejores. Tiene ahorita diecisiete años, una edad difícil, complicada, pero padre.

¿Cuál es tu percepción de la sensualidad?

No necesitas estar encuerada para andar sensual. Ser sensual es hablar bien, ser inteligente, eso te puede provocar sensualidad. No tienes que ser físicamente perfecto. De qué sirve alguien físicamente perfecto si habla y dices: “Válgame santo Cristo”, preferible que sea inteligente.

¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?

¿Podemos saltarnos el tema? Porque ahorita la verdad no sé ni cómo estoy. Tengo mi marido, la sexualidad es una parte importante, pero no creo que sea la número uno. Me la paso más tiempo hablando con él que teniendo sexo y lo disfruto más. No sé si se me está apagando el botón. Espero no sea la edad ¿verdad? A lo mejor lo que está pasando es que estoy conforme con mi marido.

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino?

Viene de mi mamá y en mi caso todo mundo se hacía operaciones de todo, entonces yo también, no podía quedarme atrás. Mi mamá usaba esos peinados altos y hasta se dormía sentada con tal de que le durará el peinado y se pudiera ir a trabajar así. Siempre andaba bien arreglada y así me gusta también. Trato de que, aunque esté súper triste, digo, mi tristeza es mía y acá lloro, pero que afuera nadie se entere. Entonces, trato siempre de estar arreglada hasta para correr, menos para dormir. Me gusta y lo saqué de mi mamá. Me gustaba verla porque todo el tiempo estaba pendiente de pintarse el cabello, de arreglarse las uñas, de todo y así soy y así me gusta. Mi mamá fue de las primeras en operarse y aparte iba con un súper cirujano. Un día llegó a la casa toda tapada, con vendas y yo dije: “¿Qué le pasó?”. Tenía como cinco años y fue horrible para mí, me dije no la quiero volver a ver así y ya después me enteré de que se había restirado la cara, la condenada. Ella me tuvo cuando tenía cuarenta y tres, entonces fue a sus cuarenta y ocho años o algo así. Éramos cuatro hermanos, yo soy la más chica y el que sigue de mí me lleva dieciséis años, luego dieciocho, luego veinte. Era mucha diferencia, nunca fueron mis hermanos. Dos ya se murieron y con el otro nunca hablo, jamás, y no me preocupa. Estoy sola. Mi papá era toda mi vida, me peinaba para ir a la escuela, me llevaba a la escuela, me bañaba, todo. Si íbamos al parque me compraba de esas pestañas de colores que se pegan, todo me lo consentía. Cuando empecé a correr, mi papá me hacía mi dieta, pero mi mamá era la que pagaba la escuela, la que me decía: “Titúlate para que no dejes que ningún hombre te mande, el día que alguien te maltrate lo dejas y te pones a trabajar”, yo decía: “¡Cómo da lata!”, pero ahora se lo agradezco. Mi papá era el de los apapachos y mi mamá era la que me decía: “Tienes que hacer esto, tienes que hacer el otro”, me impulsaba más en el sentido del desarrollo. Cuando falleció mi papá la pasé muy mal, incluso tuve que ir a Neuróticos Anónimos por la depresión que me dio. Yo decía: “¿Por qué no se murió mi mamá en lugar de él?”, pero Dios es sabio y sabe por qué. A mi mamá le dio una apoplejía y tenía que cuidarla, pero pude pedirle perdón y reconciliarme con ella antes de que falleciera. Las operaciones son una maravilla, todo empezó porque mi hermana se operó de la nariz y creo que se estiró la cara y mi tía se hizo liposucción y recuerdo que dije: “¿Puedo ir?” – “sí, que te operen, aprovechemos la visita”. Primero me operé la nariz, cuando estaba muy joven, después me operé acá, ya más grande dije las bubis, luego más acá y todo el tiempo estoy pensando: “¿Ahora qué me voy a operar?”. Soy muy disciplinada en la comida y en el ejercicio, entonces las operaciones son porque si tú puedes verte un poco mejor y te puedes ayudar con eso está bien, hazlo si tú quieres. Me puedo sentir a veces un poco más segura, más contenta, pero yo estoy feliz porque soy feliz.

¿Hay miedos?

La única cosa a la que sí le tengo miedo es a envejecer con un modelo que tenga que ver con dependencia.

¿Y retos?

Mantener un promedio de rendimiento, continuar haciendo las carreras de montaña de 80 kilómetros, 100 kilómetros y 160 kilómetros, esos son mis retos. Soy abogada civil, muy decepcionada con las leyes, pero no me quejo porque es una profesión noble que me ha dado para vivir y para mantener a mi hijo, pero me gusta más decir que soy corredora: primero soy corredora y en mis tiempos libres soy abogada.

¿Hay espacio para lo espiritual?

Cien por ciento, mi vida está basada en la voluntad de Dios. Soy cristiana y así la baso, todo es bajo su voluntad. Claro que me da un dominio propio, yo decido si sí o si no, pero es muy importante.

One Comment

  1. Beatriz, guapa y radiante. ¡Qué disciplina y fuerza!, ¡bravo por ella! Luce en grande su vigor.

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