A mí me seduce la gente inteligente, el arte, la sabiduría y el conocimiento 

Por un tiempo realmente muy corto trabajé en la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México. La titular era Lucía García Noriega y su mano derecha era Carolina Peña, una muy querida amiga y quien me invito a colaborar como responsable de ciertos proyectos. No ahondaré mucho en esta experiencia, pues por cuestiones políticas ellas no duraron mucho y, por lo tanto, yo tampoco. Es la única vez que he trabajado para una dependencia gubernamental y me bastó para comprender que “no es lo mío”. Acostumbrada como estoy a auto imponerme tareas para lograr los objetivos, me dediqué a ello y a veces hasta me ponía actividades de más. Uno de esos proyectos especiales era rescatar y convertir un viejo cine en una escuela de cineastas y, buscando material bibliográfico encontré un libro editado en otro país, que compendiaba varias experiencias al respecto. El caso de México estaba representado por Irma y era muy interesante. La localicé, le platiqué de manera muy general de qué se trataba y nos vimos para un café y para que me prestara el libro. De esos pocos meses en la burocracia cultural de la ciudad gané una amiga, a quien quiero y admiro mucho. 

Creo que la energía que proyecta Irma es sensacional, su sonrisa es fantástica y siempre me ha tocado verla de buen humor. También es hiperactiva y siempre está involucrada en proyectos que la satisfagan, la mayoría vinculados a las infancias y su derecho a contenidos audiovisuales de calidad. 

Cuando era chico Matías me acompañaba a todos lados, así que, por supuesto que lo conoció en algún momento y lo invitó a ser locutor de unas cápsulas, quizá cuando mi pingo tenía unos 10 años. Esa vivencia fue importante para él por lo mucho que se desenvolvió, porque le permitió ser espontáneo y porque con el pago se compró una bicicleta más apropiada a la estatura que ya tenía. 

No nos hemos visto tan seguido como se antoja, ya saben, la ciudad y sus complicaciones, pero cuando lo hacemos es con el tiempo relajado para conversar y aprender la una de la otra. Cuando me dio por bordar fotos y postales fue de las primeras en comprarme piezas y motivarme a seguir y hoy puedo afirmar que es un arte que cada vez me permite explorar con libertad otras facetas creativas (https://www.instagram.com/yosoymartha/). 

Al estudio de Blanca fue la primera en llevar mudas y accesorios distintos y gozó, gozó y gozó toda la sesión contagiándonos de su entusiasmo. ¡En verdad envidio su carácter juguetón y alegre!

Querida Irma, ¡que nunca se agote tu luz, eres una mujer vital y radiante! 

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Queridísima Irma, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida? 

Muy activa, feliz, con hijos adultos que están haciendo su vida, lo cual a mí me parece una señal de que lo hicimos bien, hablo de la crianza. Viven todavía conmigo, pero están ya más independientes. Tengo la estabilidad para darme gustos, pero ya no tengo tanta prisa. Solía tener mucha prisa y mucha necesidad de hacer muchas cosas. Un día me paré y dije: “¿A dónde vas con tan chingada prisa?”. Me estoy dando espacios personales. Hace mucho que no me daba ese permiso, porque me daba la culpa. Estoy bordando, por ejemplo, y me estoy dando chance, si quiero ir tres días a una conferencia, voy. Estoy en una vuelta a mí misma y recordando la que solía ser. Soy apasionada de la profesión y soy apasionada del activismo, y eso me ha quitado espacios personales. Un día me planteé que mis hijos no tenían la culpa de mis pasiones, y que fueran cuales fueran las condiciones tenía que darles el mínimo de posibilidades, las que yo tuve, al menos. En ese camino dejé de hacer cosas que me gustan mucho. 

Cuéntame de la relación que tienes con tu cuerpo… 

He tenido relaciones en etapas. En una época me tapaba para que no me miraran. Recientemente el sentir: “Estoy dando el viejazo”. Porque nos venden la idea de la belleza sin arrugas y lo que en realidad sucede nunca lo ves, solo en las fotos, nunca nadie te lo dice, porque pareciera que va a ser una vergüenza. Después de parir tuve otra época conflictiva: “Chin, no quedé igual”. Tengo unas estrías y tengo la piel colgada, porque tuve dos cesáreas y mi segundo hijo nació enorme, bueno, sigue siendo enorme. La línea donde estuvo la cesárea se me marcaba y se me colgaba la piel, no pude más y me la quité. Me hice una abdominoplastia, que tampoco quedó tan bien. Me la hice porque era como: “Ay, el trauma”. En este momento me cuido más por salud que por otra cosa, porque sí de verás me importara tanto mi apariencia iría tres veces por semana al gimnasio, cosa que no hago.

¿Qué piensas de la presión social y los estereotipos a los que nos enfrentamos las mujeres? 

El estereotipo del ideal de belleza que nos vendían en nuestra generación era el de las protagonistas rubias de las telenovelas. La discriminación en nuestro país está de a peso. En el ambiente donde yo me moví primero, en la televisión, sí hay discriminación por el color de piel. Luego viví en Europa, cuando era más chavita y hippie, y una vez, en Italia, un tipo me siguió durante más de una hora, me tuve que voltear y decir: “No me sigas más, déjame de molestar”, y me di cuenta allá era lo contrario que en México y te conviertes en el objeto exótico del deseo. Al final relativizas las cosas, cuando eres chavita lo sufres, no tienes elementos para procesarlo, pero lo ves a la distancia y dices: “Ay, pero que chiquitos, de verás, su mundo tan pequeño, su mirada tan corta”.

¿Qué ves cuando te miras en el espejo? 

Hoy me gusta lo que veo. Estoy envejeciendo, tengo celulitis, perdí la cintura, pero me gusta. Me gusta mi sonrisa y a todo el mundo le gusta. Todo mundo me dice: “Que bonita sonrisa”. Entonces, me gusta que enfrento la vida sonriendo y creo que eso lo hago así desde niña.

Y de la menopausia que no se habla, ¿cómo te ha ido? 

Con la menopausia sí viví unos cambios complicados, más que me preocupara lo que cambiaba físicamente, me preocupaba lo que sentía, lo que me pasaba. Cuando empecé a no poder dormir tuve que tomar algo que me equilibrara, porque sí estaba muy grueso, también el cambio de humor, pero sobre todo, el no poder dormir.

¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género? 

Las mujeres no estamos empoderadas lo suficiente. Creo que es algo de élites y de ciertas mujeres, no hemos llegado a que la idea de igualdad sea un ideológico dominante. En los medios comerciales las mujeres somos objetos decorativos, no llegamos a los puestos claves. Eres productora si es una telenovela; Carmen Aristegui… porque no es de los medios convencionales. Algunas mujeres, las que hemos tenido las oportunidades necesarias para desarrollarnos, hemos podido establecer relaciones más igualitarias y, aun así, por ejemplo, al papá de mis hijos no le gustó que yo pensara diferente que él, con todo y sus dos doctorados. Entonces, creo que caminando andamos, que avanzando vamos, pero que no hemos llegado y no sé si vamos a llegar algún día.

¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida? 

De muy jovencita casi no puedes imaginarte sin novio. Hoy no creo necesitar una pareja. Cuando he estado sola me la he pasado muy bien. Pero me gusta vivir en pareja, no por necesidad, sino por crecer, compartir, apoyarse. Soy de relaciones largas. Con el papá de mis hijos duré veintisiete años. Duró mucho y sigue siendo parte de mi familia. Me llevaba doce años y era todo lo prohibido respecto al lugar donde me críe, una escuela de monjas y una clase social de clase media. Él era comunista, militante y aventurero; tenía el pelo largo y viajaba por el mundo, ¡Wow! Mi familia decía: “Qué barbaridad, andas con un comunista”. Me gustaba escucharlo, es un erudito. Él me dio el arranque a la vida del activismo, me llevó a la primera marcha, lo ayudaba a volantear en las organizaciones obreras… Me tenía absolutamente embobada y enamorada. Pero al enfrentar la vida real, empecé a crecer y a tener muchos logros profesionales y a él no le encantó; lo que le gustaba era que yo lo admirara. Con los años, como su papá era muy gruñón, yo le dije: “Si te vuelves un viejito gruñón no la vamos a hacer” y eso pasó, exactamente. Hace ocho años nos separarnos, yo lo decidí. Eso lo decidimos siempre las mujeres. Luego encontré a alguien que viene completamente de otro lugar, del mundo empresarial, y es budista, y encontré el amor como nunca antes. Con respeto, compañía, crecimiento y admiración mutua. La vida te da sorpresas.

¿Cuáles han sido los desafíos para educar a tus hijos? 

En mi rebeldía quería tener una hija, yo decía: “Para hacer una cabroncita”, para que no me la reprimieran, como me reprimieron a mí. Nacieron dos hijos y para mí fue difícil, porque me críe en un mundo de mujeres. Me preocupaba un poco el universo de los niños, porque no lo conocía, pero tuvieron un papá muy presente y eso es muy importante. Uno puede tener un encamado con cualquiera, pero uno no puede tener un hijo con cualquiera, eso sí lo tenía muy claro. Fueron hijos sacados adelante entre los dos y fue un descubrimiento del mundo masculino desde la infancia, así como asumir que hay un espacio de intimidad donde no entras. Mi hijo mayor resultó con déficit de atención, con todo lo que ello implica. Me metí a leer y a conocer de psicología, de pedagogía, lo que después canalicé a mi profesión, cuando empecé a trabajar el tema audiovisual con infancias. Me sirvió muchísimo.

¿Cuál es tu percepción de la sensualidad? 

A mí me seduce la gente inteligente, el arte, la sabiduría y el conocimiento. Creo que muchas de las cosas que he logrado en la vida es porque tengo un nivel de seducción muy grande, que no tiene que ver ni con el sexo, ni con la banalidad, ni con la ropa, ni con el estereotipo. Todas las cosas que yo he hecho cuestan mucho dinero, he tenido la capacidad de enamorar a la gente de mis proyectos y la he convencido para sacar los presupuestos.

¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida? 

Creo que la disfruto mucho, sin complejos. 

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino? 

Complicada, vengo de una familia muy tradicional y ese soy una señora de Rosario Castellanos lo alucino. Sin embargo, me gusta lo femenino en los detalles de cómo construyes tu imagen, los accesorios, la ropa. No me voy a comprar una revista femenina para ver modas ni me voy a ver aparadores, pero me encanta. A mí se me atraviesan las cosas, veo algo y me lo compro. Mi mamá era muy vanidosa con su belleza, decía que estrenaba vestido todos los sábados, tenía su modista y cualquier cantidad de ropa, que atesoraba, al grado de que ya siendo yo productora de televisión hice un asunto de época con vestidos de mi mamá, fue padrísimo. Aunque ese gusto pensándolo bien puede no ser femenino solamente. Mi hijo ama las chamarras y los zapatos y me dice: “Mamá, todo esto es culpa tuya”.

¿Hay miedos? 

Los miedos propios de la incertidumbre. Estamos huérfanos de patria, de justicia y no tienes ni siquiera los más mínimos estándares de seguridad, ya no digas en el empleo, sino de que aquí afuera me puede matar cualquiera. También me asusta la falta de certeza: no puedes planear mínimamente tu vida, no puedes decir me voy a jubilar, porque nunca sabes qué va a pasar afuera.

¿Y retos? 

Darme tiempo a mí y poner equilibrio en mi vida. Ir haciendo una transición hacia el retiro, que es lenta, que no va a ser mañana, porque quiero seguir trabajando muchos años, pero me doy cuenta de que están llegando las nuevas generaciones, que están empujando. Es el tiempo de ellos, pero sigue siendo el mío, aunque ya tengo otras prioridades: quiero una vida tranquila, una pareja estable y amorosa, volver a ver a mis amigos, cocinar, bordar, hacer arte…

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8 Comments

  1. ¡Guau!, me encantó su vitalidad y alegría. Me identifico y siento que coincidimos en ello y en muchas cosas más. Gracias.

      1. Saludos, si que me sorprendiste… Felicidades por esa buena entrevista y ser tú como cuando te conocí hace algunos ayeres… Bendiciones belleza de mujer, atentamente yo … Eres toda una mujer .

        1. JAJAJA, ¿cómo la encontraste? es que fíjate que, me di cuenta que, aunque la entrevista está en mi muro, no la han visto mis amigos. Todos los likes son de Martha, la compartiré en algún momento, jajaja

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