El valor no nada más está en imponerte. Cuesta tanto o más trabajo ir hacia adentro que hacia fuera…

Conocí a Lilian gracias a Martha Delgado. En algún momento tuvo la idea de escribir una autobiografía y ella me recomendó ir a verla para que averiguáramos juntas si podía apoyarla en ese proceso. Recuerdo que esa vez nos vimos en una casona en Coyoacán, la cual había adaptado para tener ahí sus oficinas, sin que perdiera el encanto y con piezas de arte que atesoraba; incluso tenía un cuadro que enseguida identifiqué, pues era autoría de mi amigo Luis Carpizo. Se creó un ambiente propicio, que fue el marco para una larga entrevista que luego transcribí y le envié, porque Lilian también estaba en el proceso de acomodar responsabilidades de modo de tener el tiempo libre que siempre demanda la escritura.

Nos saludábamos cada cierto tiempo en WhatsApp, de modo que cuando emprendí las entrevistas para mi iniciativa de Poderosas 50 le llamé, le platiqué la idea y aceptó gustosa. Fue muy grato volverla a ver. Creo que incluso la luz que proyectaba era más radiante. Se había propuesto seguir haciendo profesionalmente lo mismo –estrategias y publicidad–, pero con un cambio radical: encaminada a proyectos que priorizaran el bien común o que estuvieran focalizados al beneficio de comunidades que más lo requirieran. Si bien yo ya sabía mucho de ella, por el encuentro previo, esa segunda y también muy larga conversación equivalió a muchos aprendizajes compartidos generosamente por Lilian. Y cuando fue su turno de ir al estudio de Blanca para su sesión de fotos, todo resultó tan luminoso como ella.

Me sorprendió y dolió en lo profundo cuando me enteré de su partida, pues hasta hacía poco de eso habíamos mantenido la costumbre de saludarnos vía WhatsApp. Recuerdo que parte de lo último que me comentó fue acerca de un viaje que hizo para explorar el concepto de felicidad, a fin de aplicarlo en sus actividades en México. Su vida estuvo marcada por una evolución continúa, sin que eso signifique que fue sencillo; desde muy chica enfrentó obstáculos mayores, que superó con creces. Por lo mismo, esta charla está plena de enseñanzas; un legado valioso para su hija Nicole. ¡Gracias infinitas querida Lilian!

Querida Lilian, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?

En una etapa de concluir cosas que ya no me llamaban, donde detecto muy rápido cómo el corazón se hace pasita, porque se puede secar cuando dejas de sentir pasión. Por veinticinco años tuve una empresa de estrategias y publicidad, y estuve en el hacer y hacer. Contenta de muchos logros, pero de pronto descubro que no va por ahí. Siento que vuelvo a conectarme con el aprendizaje. Antes parecía que tenía todo muy claro, pero había un vacío que no había atendido. Quería tener tiempo para leer, explorarme internamente y afuera. Justo en mi cumpleaños cincuenta me fui a Asia con la idea de hacer también un viaje interior y saber qué es lo que realmente quiero hacer en este momento. Fue muy brillante, en el sentido de poder encontrar mucha luz interna y de permitirme no estar en esa neurosis del trabajo. Me ha costado, porque me desempleé a mí misma. Dije: “Ya es hora de que te jubiles”, pero no en la concepción que tenemos, sino para permitirme con toda la emoción del mundo trasladarme a un espacio del conocimiento. Cuando te pasan cosas en el exterior se mueven las cosas hacia adentro y puedes estar ahí para sentirte y decir: “Esto me importa, esto no me importa”. Es volver a ver las cosas que desde muy chavita me hicieron llorar, me hicieron vibrar y me hicieron sentir esa pasión, que después se va apagando por esta bola de voces externas a la que le damos cabida. Nos relacionamos para ver si somos aptos de ser queridos, reconocidos… De pronto, estamos poniendo muchísima energía en eso, más que en lo que sí queremos ser o en lo que somos. Hice un viaje que para llevar a mi hija a San Diego y aproveché para ir al monasterio de Thích Nhat Hanh, que había conocido en Vietnam. Me encanta todo su trabajo social y su pensamiento filosófico-social-espiritual. Ahora también estoy en un espacio de meditación, en contacto conmigo, y desde ese lugar surge lo que quiero hacer: proyectos de transformación social, como el de Ecobici o el del Mercado del Trueque. Retomo la labor de estrategias, pero enfocadas a ayudar a comunidades que lo requieran. Me acuerdo de otras etapas de mi vida donde sí estaba conectada a esta intención.  Hice un cortometraje que se llama ¿Por qué no?, enfocado a mostrar que las mujeres podemos soñar y hacer lo que queremos. No tenemos que poner en pausa los sueños por los estereotipos que la sociedad nos demanda. Si hay mujeres que quieren ser mecánicas y entras a un taller mecánico y te topas con una, que no te brinque. Los hombres se metieron a la cocina y resulta que no son cocineros, son chefs. Cuando ellos se trasladan es validísimo, pero a las mujeres parece que nos cuesta. Yo no he pedido permiso. No es mi camino, no es que lo haya caminado, así incursioné. Pretendo llegar a un lugar donde deje de oír las voces de afuera, para que pueda ser lo mejor para mí.

Platícame cómo es la relación que tienes con tu cuerpo…

Una relación bellísima. El tema de mis operaciones sí tuvo que ver con mi cuerpo, pero tuvo que ver con algo interno, porque siempre me he disfrutado mucho. Hago mucho ejercicio, me gusta sentirme flexible, sana, fuerte. Disfruto subir a la montaña, estar sola con la naturaleza. Mi cuerpo es mi vehículo para poder estar conmigo, escuchar, ver qué necesito, desde el alimento, y para ver qué desea, porque son dos cosas diferentes: qué necesito y qué me gustaría. A lo mejor necesito un jugo de papa con zanahoria porque tengo acidez, pero quiero unos huevos rancheros. ¿A quién le hago caso, al necesito o al quiero? Porque mi cuerpo no es nada más mi cuerpo, mi cuerpo soy yo, no estoy fragmentada. La mente fragmenta, pero en realidad estamos totalmente integrados: mi cuerpo, mi mente, mi espíritu, mi alma. Todo es en uno mismo, está totalmente interrelacionado. Si quiero estar en balance debo trabajar la mente y el cuerpo.

¿Qué ves cuando te miras en el espejo?

Una mujer, mucha energía, luz y amor, mucho. Lo veo desde un lugar de admiración, pero de la capacidad para estar aquí y disfrutarlo todos los días. Me despierto en las mañanas, me doy un masaje con aceite de coco y así activo mi sistema endocrino, mi sistema nervioso y me estoy haciendo el amor, estoy amándome. Le doy un espacio al cuerpo para amarlo y reconocerlo. Me doy un baño con agua helada, me reactivo y luego me pongo a hacer yoga y me pongo a meditar. Ya después me conecto con la agenda. Cuando me veo en el espejo veo mi primer día de vida y mi último día de vida. La consciencia que tuve por las operaciones la agradezco infinito como un regalo, porque despierto y estoy viva. Traigo todo un equipaje de experiencias y vivencias. Al terminar el día me voy en paz. Antes de las operaciones no estaba en paz y todo lo que tenía de bienes materiales no era lo que yo tenía que estar haciendo. La primera fue en 2007, me removieron de la glándula izquierda de la tiroides un tumor benigno. Me tardé cuatro años para decidir la operación. El endocrinólogo quería ver si con pastillas se reducía, pero hubo un momento en que sentí que tenía que operarme. Junté mi primer análisis y el último, y había crecido centímetro y medio, pero de algún modo me lo aviso mi cuerpo. Fue un largo trayecto para estar lista y que me abrieran el cuello, que para mí era una imagen de mi motricidad y una cuestión dual: mi parte racional y mi parte motriz. Era sentir que en una vida pasada me guillotinaron, porque me estaba costando mucho trabajo tomar la decisión. En febrero del 2007 dije: “Estoy lista”. No me preparé para la muerte, me preparé para la vida. Ese mismo día hubo un gran susto y tuvieron que meterme al quirófano de nuevo, porque no coagulaba. Estuve en las manos de un maravilloso doctor, súper ético, al que le debo la confianza. Es un tema interno que estoy reacomodando todavía. Me despedí de mi papá y de mi hija y fue cuando dije: “No estoy lista para irme”. Cuando vino la operación del cáncer, sucedió igual. Estaba en Portugal, me toqué el pecho, sentí una bolita y sentí un frío intenso, fuertísimo y dije: “Esto es operación”. Era el 31 de diciembre de 2010, me paré, me fui a caminar, me paré y lloré, porque sabía que tenía que pasar por ahí. Regresé y el doctor me dijo: “Es una bolita de grasa”, dije “No” y me hicieron un ultrasonido. Sí era una bolita de grasa, pero detrás estaban unas calcificaciones. Por eso digo que esta comunión que tengo con mi cuerpo es maravillosa. Mi cuerpo me habla y me dice: “Tienes que atenderme, hay algo que está detrás de esa calcificación”. Hay amigos que se han enojado cuando digo que soy corresponsable de lo que me pasó, pero asumir esa responsabilidad le quita la dramatización y victimización. Nunca dije: “¿Por qué yo?”. Tenía muy claro lo que estaba pasando, tenía muy claro cuántos sentimientos y emociones había ahogado y la relación con mi feminidad, con mi mamá y con mi hija. Con todo este vínculo había que decir: “A huevo”. Cuando era más chava hablaba todo, si algo me caía mal o me gustaba, lo gritaba; en la Ibero me conocían por los abrazotes que daba, pero pasa el tiempo y empezamos a callar cosas, empezamos a creer que no es correcto. Te auto exiges: “Es que soy una mujer madura” y me fui tragando pelotas que se hicieron en la garganta y luego en las bubis. Mi hija le dijo un día al doctor: “Mi mamá es vegetariana, hace un chingo de ejercicio” y él le dijo: “Tu mamá se fue de la casa a los quince años, tu mamá ha vivido con una angustia y una exigencia que no ha parado, el estrés de nunca estar débil con el otro, de nunca mostrar la fragilidad con el otro”. Cuando me hicieron la mastectomía le pido a mi ex marido que me apapache, me voltea a ver y me dice: “Güey, si tú no lloras”. Hay que aprender que tu fortaleza también está en la fragilidad, pero parece que se te caen las chichis. Cuando dices: “Me cuesta un huevo y la mitad del otro”, en realidad decimos: “Nos cuesta una chichi y la otra”. Los de afuera no tuvieron la culpa de lo que yo me exigía. La mejor lección ha sido la rendición. Surrender es una de mis palabras favoritas ahora, porque me he rendido a mí. Es como esa voz que te dice: “Güey, ya ríndete, no mames, ¿a quién le quieres seguir demostrando qué? Ríndete ante ti, apapáchate. Sí puedes demostrarle al mundo que eres frágil y no dejas de ser fuerte”. Este gran periplo me ha llevado varios años, ha sido riquísimo, pero también está cabrón, porque la fortaleza que tengo y he tenido para muchas cosas sigue presente. El valor no nada más está en imponerte. Cuesta tanto o más trabajo ir hacia adentro que hacia fuera. Requieres de fuerza y fortaleza para enfrentarte a ti. Está ahí presente y da mucho miedo.

Y de la menopausia que no se habla, ¿cómo te ha ido?

Mi último periodo fue cuando cumplí cincuenta, en Asia. Unos meses después me empezó a dar una especie de bochorno. Mis amigas decían que era un calor espeluznante. Tengo un libro de la menopausia y estaba: “¿Lo abro o no lo abro?”, porque soy una ferviente creyente de que todo lo que conoces es elemento suficiente para que suceda en tu cuerpo. Yo me curo con medicina herbolaria. He estado pendiente de mis análisis, pero no he tenido ningún efecto. No tomo hormonas, ni nada.

¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?

Sí tengo una postura, porque me afectó desde que me fui de casa, a los quince años. Al inicio se esperaba que fuera una loquita que divaga por ahí, la niña que se sale y nadie la contiene y que quién sabe qué valores tenga. Hubo un efecto entre las mamás de mis amigas, de no permitir que se juntaran mucho conmigo. No sé si tiene que ver con ser mujer o es lo mismo con un chavo. Después, a los diecisiete o dieciocho estoy trabajando, me doy cuenta de las miradas de los hombres y de cómo me tenía que cuidar y proteger de alguna manera, me doy cuenta de que tengo un valor y que puedo también jugar y es como un instinto que empieza. Como mujer luché por muchos espacios dentro del trabajo y en mis relaciones traté de que fueran lo más horizontales posible. Sé que en mi posición de alguna manera me masculinicé, porque hemos tipificado que la fuerza y el empuje es masculino, mientras la pasividad y la fragilidad son lo femenino. No estoy de acuerdo con eso, todas las mujeres somos fuertes, frágiles, sensibles, inteligentes, cabronas… Lo somos todos. Lo que hemos permitido que salga tiene que ver con la educación en casa, la escuela. Mi lucha tiene que ver con el espacio de las nuevas masculinidades, que ahora le llaman. No creo en el movimiento feminista como tal, entiendo que hubo que abrir esa brecha, hubo un momento en que hubo que gritar y sacudir y alzar la voz, pero ese discurso es tan dañino como el otro, hablar de enaltecer a la mujer es tan jodido como enaltecer a los hombres. Somos lo mismo, somos iguales, no idénticos y esta capacidad de vernos en el otro se va a dar en que logremos enfrentar que sí somos iguales, no idénticos. Nosotras no somos idénticas, pero somos iguales porque tenemos los mismos derechos, e igual a sentir, amar, manifestar. Convivir con nuestros iguales y sus diferencias es lo que nos nutre a todos. Nos hemos sometido a roles que nos encajonan y no nos permiten ser felices.

¿Qué lugar tiene para ti la pareja?

He escrito mucho del amor y de cómo ha cambiado mi concepto o la forma que visualizo el amor por el otro y el amor que vivo en mi relación con el otro. Existe la idea de que para obtener el amor hay que luchar y lo que yo hacía para conquistar el amor, porque así aprendí, era ceder. Esto del amor incondicional ha sido muy canijo de entender, es como ser buen hijo y tener buenas calificaciones. Vivimos en una cultura donde todo está siendo calificado. Desde ese lugar, mi relación con las parejas tenía que ver, de manera inconsciente, con estar haciendo méritos. Fueron relaciones de contacto. En cambio, hoy tengo una relación de conexión, que tiene que ver con mi conexión conmigo, la conexión de él con él y desde ese lugar nuestra conexión. La estuve anhelando toda mi vida. Me divorcié dos veces y no me casé dos antes. Mi primer matrimonio fue mi tercer anillo de compromiso, porque algo dentro de mí me decía: “No nos estamos conectando”, pero no tenía esta consciencia. El ser interno sí te dice: “Esto no es”, porque la vida y el amor están buscando permanentemente manifestarse. En la vida hay dos fuerzas: el miedo y el amor. Como tenemos miedo a perder y no saber cómo conectarnos, creemos que hay que hacer una evaluación mental todo el tiempo de los requisitos. En todas las parejas esto que llamamos pasión, que no es más que la atracción sexual y física, empieza a terminar cuando duermes diario con una persona. ¿Cuál es el proyecto en común? “Vamos a construir la casa” y cuando llega la casa la publicidad nos hace decidir: siguen los hijos, la casa en la playa, la vacación… Siempre hay algo externo que nos entretiene y no miramos qué es realmente lo que nos une al otro. Hoy lo vivo con profundo agradecimiento, porque cuando me operaron del pecho a los cuatro meses me separé y mientras meditaba le pedí al gran espíritu que me permitiera estar viva, porque quería conocer el verdadero amor. La vida es constante transformación y no puedes quedarte en un espacio en que digan: “Me enamoré de ti porque eres así y así”, pues sí, güey, pero ya no soy esa. Me doy cuenta de que estoy moviéndome a un lugar en donde me siento mejor, porque estoy conmigo. No hay manera de quedarse estático si tengo la oportunidad de conectarme con este personaje hermoso que anhelé durante muchísimos años. Fue mucho tiempo de ensayo y error, fracaso y acierto. Un aprendizaje continuo que vale la pena. Hoy, la pareja para mí representa todos los retos del verdadero amor. ¿Cuál es ese punto de comunión en donde nutres al amor? Cuando fue la operación del cáncer en las bubis, fue sentarme con el terror, sentarlo junto a mí, enfrente de mí y decirle: “¿Qué sigue?, ¿desde dónde voy a vivir cada día y en dónde pongo esa energía?”. En Atlanta estuve en un curso de aprendices de chamán y la pieza del rompecabezas que encontré no son mis relaciones con las personas, sino cómo me he relacionado yo con el amor. Pude ver cuáles son las cosas que tengo que vencer de mí, estas construcciones de creencias que me mal habían sostenido y que tengo que irlas quitando. Todos ponemos obstáculos para protegernos. Hay que dimensionar lo que es confiar en el amor, que es confiar en ti, en tu verdadero amor por ti. Yo dejé de confiar en el amor porque mi mamá se fue, asumí que no me quería, que no era suficiente para ella, sin entender las cosas de los adultos. Hoy, lo que tengo que decirle a mi miedo y a mi mente es que el amor que quiero experimentar es desde la conexión.

¿Cuáles han sido los desafíos para educar a tu hija?

Una experiencia maravillosa, es un espejo. Hoy que ya tiene veintidós años es como acordarme de mis veinte. Tenemos una relación súper abierta de comunicación, porque las cosas que me comparte son cosas que creo que los adolescentes no comparten a veces con la mamá. He querido y hago un ejercicio de que ella sienta que no la juzgo. Quiero ser una voz amorosa que acepta todo el tiempo. Es un honor para mí tener la hija que tengo, es una súper compañera. Le puedo decir a Nicole que la amo incondicionalmente, pero tengo que ser incondicionalmente en amor para que sea real, porque seguramente hice muchas cosas cuando ella era pequeña que le han hecho pensar que no la quería, porque todos hemos pasado por una herida así, y también la separación de su papá y la mía pudo llevarla a sentir que no es valiosa en algún sentido. Cuando mi hija me preguntaba: “¿Qué opinas? ¿Estudio psicóloga, socióloga?”, yo le decía Nic, sé feliz, es mucho más complejo que ser astronauta, porque vas a tener que aprender a dejar de escuchar las voces de tu exterior y a escucharte a ti solita.

¿Cuál es tu percepción de la sensualidad?

Es el juego, la parte lúdica, el permitir que no haya límite en la posibilidad de expresar. Una mayor apertura de disfrutar del otro y hacer que el otro disfrute en esta entrega. Disfrutar de tu propia sensualidad y la apertura que tienes para viajar entre lo sensual y lo erótico. Una comunión suave del alma.

¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?

Hay una entrega a mí, de permitirme disfrutarme cada momento y en el que recibo con la misma fuerza y la misma energía amorosa, luminosa, con la que le devuelvo al otro. La sexualidad no sólo tiene que ver con el acto amoroso, sino con poderte vincular con la belleza, y la belleza entendida desde muchísimos lugares, no con lo estereotipado. Si esa belleza sale del corazón siempre sale algo bueno. Tiene que ver con poder transmitir ese amor y esa expresión de apertura al otro. Cuando puedes hablar con el otro de todo lo que está sintiendo, de lo que le está pasando, lo que quiere, lo que le mueve. La eroticidad de eso lleva una gran sexualidad, que para mí es la comunión entre mi cuerpo físico, mi cuerpo emocional, mi cuerpo espiritual y la mente, donde todo se funde en ese espacio en donde te dejas ir. Cuando puedes vincularte en esta danza amorosa con el otro, estar haciendo el amor en el acto sexual es algo diferente. Hacer el amor es todo el tiempo en muchísimas acciones, es mirarnos o ver el atardecer juntos tirados en la cama. A lo mejor eso nos lleva a hacer el acto sexual amoroso, pero empezó en donde nos conectamos él y yo. Y en la danza, lo que es hermosísimo es el ritmo, en donde puedes ir suave, suave, y luego das una vuelta con esa energía y la elevas y permites que la cadencia te lleve como aire, como las olas. Esa energía que está dentro de nosotros es la pasión y es la paz.

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino?

De chiquita me disfrutaba mucho, pero cuando me voy de casa y estoy sola, no quería ser vista ni tocada y me tuve que ocultar. Taparme era como estarme escondiendo. Conforme empiezo a nutrirme en mi seguridad interna, aprendo a decir lo que siento y puedo enfrentarme a un hombre. No es que fuera a traer una pistola, pero tengo una boca y dos piernas, veía mis capacidades para cuidarme, lo podía patear y mandar a la chingada. En cambio, a sus quince, mi hija era una explosión de feminidad. Yo tuve que redescubrirme para poder explorar esta posibilidad en mí. Fue ir mezclando, poco a poco, esta seguridad con el descubrimiento de mi cuerpo, porque, además, hubo un momento que hasta peleaba con él, por aquello de: “Las güeritas están bien buenas, pero son bien pendejas” o “La suerte de la fea la bonita la desea”. Son estereotipos que nos dañan a todas, en todos los sentidos.

¿Hay miedos?

Tengo miedo de estar en amor, tengo miedo a comprometerme y estar en amor conmigo, es un trabajo diario de decir: “Deja de echarle la culpa al otro, asúmela”.

¿Y retos?

El reto profundo de poder crear nuevas veredas para caminar en la confianza y la entrega total. Confiar en mí, entregarme a mí. Trabajar en proyectos de transformación social y desde lo profesional involucrar a la iniciativa privada, a los gobiernos y a las comunidades.

¿Hay espacio para lo espiritual?

Llevo dieciocho años con la instrucción chamana y ha sido por mi vínculo amoroso con mi papá espiritual. Tiene que ver con la voz interna que todos tenemos. Yo no aspiro a ser chamana, pero me ayuda a ayudar a otros. Este encuentro con lo espiritual se detona antes de las operaciones, no es algo que surja solo. Le he ido dando más espacio en mi vida los últimos seis años, dedicándole mucho tiempo interno a este espacio de la paz, de la calma, de pasión interna, de escucharme. Me fascina estar en la naturaleza, supongo que a todos nos pasa. Tengo mi mesa de orar, diario prendo dos velas y mis inciensos. Es un espacio que me ancla, donde todo fluye y se sana.

¿Qué es para ti la plenitud? Este espacio en donde puedes tirar todas las creencias mentales que nos han sostenido de alguna manera, para dejar que tu ser esté en paz y solamente ser. La plenitud tiene que ver con la libertad de ser, creo que la única forma de alcanzar la libertad de ser tiene que ver con dejar caer una serie de conceptos que más que anclar esclavizan y amarran; tiene que ver con no juzgar, porque es juzgar en este mundo dual que la mente fragmenta. La mente para hacer comprensible la realidad lo que hace es fragmentarla, estudiarla, decantarla y ponerla en un lenguaje que simboliza y sostiene; significados detrás, este lenguaje que utilizamos es fragmentadísimo, lleno de significados que juzgan todo el tiempo, en el momento en que tiramos eso, aceptamos al otro como es sin tratar de calificarlo y clasificarlo. Creo que estamos en esta libertad de ser y que la plenitud es cuando puedo verme desde ese lugar y estar con el otro en ese lugar. A veces pasa por momentos pequeñitos, porque la mente está como queriendo regresar a ese espacio al que le hemos enseñado a caminar, porque la mente debe ser esclavo de nuestro corazón y ha sido al revés. En Oriente es claro como la mente se vuelve esclavo del corazón y nosotros en Occidente hemos puesto al corazón como esclavo. Sé que es posible dar con esta nueva vereda y regresar al lujo de esa plenitud en el momento en que dejemos de observar con esta mente fragmentada y observemos con la mente del corazón, desde la consciencia y la inteligencia del corazón, escucharla sin razones del corazón. Hay una razón, una verdad, una inteligencia en el corazón que no tiene que ver con la mente, el corazón tiene inteligencia. Cuando los orientales hacen una reverencia, lo que hacen es mandar la cabeza hacia abajo, porque cuando te inclinas el corazón queda por arriba y cuando lo haces, a veces no lo sabemos, es como sometimiento, pero no. Por eso Buda me encanta. Si tú me preguntarás por mi religión te diría budista, porque tiene que ver con que Dios está dentro de mí y de ti. Poner el corazón al servicio de la inteligencia y la manifestación de lo que queremos vienen dictados del corazón, es la puesta de la plenitud desde ahí. Si actuáramos todos los días desde ahí, todos los días serían plenos.

4 Comments

  1. Me impactó mucho leer a Lilian Haugen, porque sentí en muchos aspectos que me leía. No en el nivel de espiritualidad al que ella llegó, pero sí en muchos otros aspectos de su vida. Como el que se fue muy chica de la casa familiar, las batallas con su cuerpo, la necesidad de mostrarse siempre fuerte, hasta que algo tremendo te sucede y te das permiso de mostrar también tu fragilidad.
    Lilian fue una mujer muy hermosa, y una gran maestra. Me hubiera encantado conocerla, y le agradezco cada una de sus aleccionadoras palabras.

  2. Estar en paz y solamente estar… una situación de vida que todos deberíamos experimentar. Coincido: a mí también me hubiera encantado conocerla.

  3. Yo conocí a Lillian cuando teníamos 12 años, hoy lloro su partida al enterarme, sin embargo, agradezco lo que vivimos juntas, etapas y momentos maravillosos de muy chicas y el reencuentro años después ya con hijas y proyectos en común, siempre con carcajadas imparables y un inmenso cariño.
    Mi amor siempre donde esté ❤️❤️

  4. Tengo la piel chinita y una presión en el pecho después de encontrar este espacio y leer la entrevista de Lillian. Me enteré porque perdí contacto con ella antes del covid y empecé a buscar su foto en internet para hacerle un agradecimiento en el rediseño de mi sitio web (Verdmx) por su valiosa aportación a la economía verde y a la conciencia ambiental con su MERCADO DEL TRUEQUE, excelente iniciativa ofrecida y trabajada al gobierno de la ciudad de entonces y que acertadamente se sigue realizando a la fecha. Soy Gaby Rodríguez, directora de Verdmx, ahora vivo en Melbourne pero hace varios años conocí a Lillian en un encuentro de proveedores de comunicación para la Secretaría del Medio Ambiente, dirigida entonces por Marta Delgado. Nos conectamos desde que nos conocimos y supimos que soñábamos juntas sin hablarlo. Un rato dejamos de tener comunicación pero después de un tiempo nos encontramos de casualidad en el Festival de Jazz de Montreal. Tan viva, bella, fresca y cálida como siempre. Uno de esos sueños sigue sembrando frutos y si hablamos de necesidad de nuevas conexiones hoy en día, sus palabras me mueven y conectan profundamente de nuevo con ella. Siempre floreciendo. Abrazo Lillian hermosa y muchas gracias.

    y muchas gracias Marta Patricia! qué bonito encontrarte con este bello espacioñ

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *