Creo en la posibilidad de construirme la vida que yo merezco

Lucy Lara es una figura pública, pues ha sido una protagonista fundamental de las revistas catalogadas como femeninas en México. Pero no se ha limitado a ese ámbito, sino que cuenta con libros donde comparte reflexiones profundas, tendientes a que las mujeres se acepten a sí mismas, fortalezcan su autoestima y su inteligencia, como las verdaderas claves para proyectar una gran personalidad. Un legado tangible que también difunde en foros y conferencias donde es sumamente activa. Creo sinceramente que la evolución constante en la que debemos estar es un proceso que Lucy vive de una manera muy consciente, y que por eso mismo lo que comparte en sus libros resulta más significativo.

Yo tuve la oportunidad de conocerla en una ocasión en que mi querida Eliza Lozano nos invitó a recorrer la exposición Cristóbal Balenciaga, que en el Museo de Arte Moderno reunía algunas piezas representativas del modisto español, con la ventaja de que también había convocado a Renato Camarillo Duque, restaurador y conservador de textiles. Recuerdo que Lucy fue acompañada de su hijo, en ese entonces un ya muy alto y vigoroso adolescente.

Como Elisa y Lucy son amigas de largo aliento, pues fueron juntas a la escuela desde pequeñas, fue sencillo que después nos pusiera en contacto y, cuando le platiqué por qué deseaba entrevistarla aceptó con gusto. Nos encontramos en un café y me sorprendió favorablemente lo sencilla y afable que es en su trato, sus ideas claras y sus experiencias que, como nos ocurre a todas, han sido un vaivén entre positivas y no tanto, pero al fin y al cabo un cúmulo de aprendizajes para continuar creciendo.

Yo la sigo con interés en su Facebook, pues comparte no sólo las actividades que la ocupan en su faceta profesional, sino los conocimientos que va adquiriendo de los temas que forman parte de su vocación. Además, es una promotora apasionada de los diseñadores mexicanos, lo mismo de prendas que de accesorios, lo que resulta un aliciente y una ventana para conocer la diversidad que puede adquirir esta expresión, pues difunde por igual a los talentos ya consagrados que a los emergentes de los distintos estados de la República mexicana.

Ella misma tiene un estilo propio que se acentúa con su fabulosa sonrisa. A mí también me gustan los aretes, collares, faldas y vestidos, pero sin duda me falta la maestría de Lucy para lucirlos con ese donaire que en ella es tan natural.

Tras pasar por la pandemia y acoplarnos a la llamada nueva normalidad, volvimos a encontrarnos este 2023, cuando se inauguró en la Cineteca una exposición sobre la cinta María Candelaria, en la que había colaborado nuestra querida Elisa. Resultó muy grato volverla a ver, sentir la energía positiva que irradia y su trato siempre cálido.

¡Gracias por ser parte de estas Poderosas 50!

Querida Lucy, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?

Me siento muy bien. He tenido mis altas y mis bajas con la libertad. El proyecto de liberarse a esta edad es complejo, porque sabes que ya no eres tan fácil de comercializar, en cuanto a que te contraten, y al mismo tiempo es cuando mejor estás. Debería de ser cuando tienes más trabajo, pero no lo es, la verdad es que no lo es. Digamos que conseguir un trabajo de tiempo completo, que no me apetece, siento que es difícil y que en este momento no lo quiero, pero si lo quisiera me parecería que estaría en una gran desventaja, cuando en realidad es muy injusto, pues sí creo que tengo mucho que aportar y estoy en una plenitud increíble, pero al mismo tiempo creo que mi situación no es la común. Tengo un chico de dieciséis años en casa, entonces, evidentemente estoy desfasada de las mujeres de mi edad, que ya tienen hijos en la universidad o que ya se están casando, hay quien ya hasta es abuela y yo estoy empezando. Entonces, necesito estar este tiempo en mi casa. Para mí es importante estar cuando se van a tomar decisiones importantes en la vida de mi hijo.

¿Qué piensas de la presión social y los estereotipos a los que nos enfrentamos las mujeres?

Hay una presión social contra la mujer, sin duda, pero hay también toda una dinámica cultural y yo no creo que sea innata, pero sin duda está muy acelerada en las mujeres, de compararnos, de vivir para ser mejor que otras. Entonces, llegas frente al espejo y en lugar de estarte preguntando: “¿Cómo me veo?” o “¿Qué tal estoy?”, estás diciéndote: “¿Por qué no soy esto? ¿Por qué no tengo el pelo más largo? ¿Y por qué no lo tengo rubio? ¿Y por qué no lo tengo rizado? ¿Por qué no tengo los ojos azules? ¿Por qué no tengo más altura?”, en lugar de pensar en lo que sí tienes. Ese es el meollo del asunto, si una se enfocara en lo que tiene y en lo que le gusta, en lo que puedes hacer o lucir más, estaría una mucho más segura.

¿Qué opinas de estos nuevos cincuenta?

Hay un abismo de diferencia. Obviamente, cuando mi mamá tenía cincuenta años yo tenía diez y sabía que ella era la mamá más grande de todas las mamás de mis compañeras. Y creo que es un abismo, simplemente con que uno trabaje, gane dinero y sea independiente. Eso te da una cantidad de poder impresionante, de libertad y capacidad de elegir. Nuestra capacidad no se parece en nada a la que tuvo mi mamá.

¿Qué ves cuando te miras en el espejo?

Con toda honestidad, cambios. Hay cambios y con algunos dices: “¡Ay, qué lástima!” y con otros digo: “Mira, ¡qué bien!”, pero sobre todo con una actitud muy reflexiva. Estoy muy bien para mi edad, me siento bien, lo que tengo lo valoro mucho más. Creo que de joven uno lo toma por sentado y es una época bien dura, porque cuando todo está en su lugar quieres más y cuando todo se va desajustando, de cierta manera dices: “Estoy perfecta”. Cuando digo: “¡Qué lástima!” es porque, por ejemplo, ya no tengo la energía, ya no tengo la agilidad que te daba antes el cuerpo. Yo hago yoga y siento que de pronto digo: “Esto me salía y ahora ya no me sale tan bien”. Supongo que también es cuestión de práctica, pero hay esta parte reflexiva, también de autocompasión, de entenderte de otra manera. Hay un cariño de por medio, sientes que ya eres más benévola contigo que cuando eres joven. Y eso es un poco de lo que he tratado de combatir con mis libros y lo viví también, lo conozco muy bien, la batalla que tiene una contra el espejo.

Y de la menopausia que no se habla, ¿cómo te ha ido?

La pasé muy mal y muy confundida. Creo que nadie nos prepara para la menopausia. Bueno, en mi época también tuve muy mala preparación respecto a la menstruación, deficiente, desinformada, no digamos ya sobre las relaciones sexuales y todo el aspecto sexual. Pero la menopausia me llegó en un momento muy duro: justo cuando tuve un rompimiento amoroso. Yo digo que una cosa trajo a la otra, hasta fantasmas tuve en mi casa. Me sentí tan mal que pensaba que me estaba muriendo. Nunca había vivido una decepción amorosa así, pero no, estaba viviendo la menopausia, y a mí me cayó como diciéndome: “Ya voy a envejecer, esto es hacia abajo”. Y no deja de serlo, porque sí hay cambios drásticos en mi cuerpo, por ejemplo, cambió drásticamente la cuestión de la alimentación, mi cuerpo ya no se alimenta como debería. Con la misma comida que yo comía ya no tengo la misma absorción de proteína, tengo poca masa muscular, de pronto se opaca mucho el deseo sexual y tu deseo de querer coquetear, de querer pasártela bien. A mí la energía se me fue a cero, incluso hasta juanetes me salieron. Tuve una deformación de pies de un día para otro y todo en la misma época. Honestamente, yo lo confundí con una decepción amorosa. Nunca lo relacioné, porque estaba viviendo con una sensación verdaderamente devastada y yo me decía: “No es para tanto, o sea, ni te casaste con esta persona”. Sí fue feo el rompimiento, pero, aun así, me preguntaba: “¿Cómo me fue a afectar tanto?”. Al final, creo que estaba muy mezclado. Fui curándome un poco porque, claro, en el momento que yo me sentí hundida probé todo: desde leerme las cartas, hablar con los ángeles, ir a terapia, ver a una vidente. Obviamente leí el libro del perdón, el libro de no sé qué, el libro de no sé cuánto. Hasta que un día le estoy contando a una amiga mía de Nueva York: “¿Qué crees? Terminé con fulano de tal, pero llevo ya, por decirte, año y medio y siento que esto ya es mucho” y me dice: “A ver, ¿cuáles son tus síntomas?”. Entonces, yo digo: “No puedo reír, no puedo comer, la energía cero” y me dice: “No, my darling, lo que tú tienes es menopausia”. Le digo: “Pero es que yo hace mucho tiempo que no tengo matriz y siempre he tenido como dolor de ovarios y sigo sintiendo”, me dijo: “Ve y hazte una prueba de niveles. Sin duda te lastimó este hombre, pero no tiene nada que ver, esta cantidad de síntomas tiene más que ver con una cosa que con la otra”. Fui con un endocrinólogo, pensando que también podía tener algo en mi tiroides, en fin, el caso es que estuve haciendo una serie de experimentos con el cuerpo para ver si no era una cosa o era otra. Creo que la menopausia tendría que estar más comunicada y tener desde luego más cuidado y más atención. Otra amiga mía me regaló un libro sobre la menopausia, lo abres y es pura mala noticia. Creo que tienes alternativas y no puede ser todo para abajo.

¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?

Mi segundo libro (El poder de tu belleza) habla un poco de esto y el tercero (Imagen, actitud y poder) sin duda se aboca mucho a hablar de las injusticias y las situaciones en las que nos vemos enfrascadas las mujeres. Hay un inciso en un capítulo que dice: “Porque somos mujeres somos diferentes”. Somos diferentes hormonalmente; somos diferentes porque, sin duda, nosotras nunca nos vamos a separar de los hijos, aunque haya alguien cuidándolos en la casa; somos diferentes porque tenemos un circo con más pistas, porque así nos tocó vivir hoy en día y tenemos la pista profesional que es muy importante, pero nunca, nunca, podemos olvidarnos de las otras pistas. Para los hombres resulta un poco más fácil, culturalmente se los hemos hecho también más fácil y nosotras culturalmente no la tenemos más fácil. También creo que nosotras somos terribles con las mujeres. Espero que generacionalmente esto cambie, tengo mi esperanza, pero en nuestra generación las mujeres no ayudan a otras mujeres, las mujeres entorpecen la subida de otras mujeres. Y hablo desde el acoso sexual, hasta cuando alguien tiene una relación con alguien de su oficina y si el asunto no va bien y termina, siempre la más afectada es la mujer. A mí me pasó, en mi caso fue un acoso breve e instantáneo, pero no dejó de ser un acoso. No denuncié y él se calmó, pero temes por tu carrera y tienes que pagar la colegiatura. Además, siempre te marca cuando ese individuo estuvo como jefe. Yo me tenía que cuidar el doble y no es normal que uno tenga que dedicar su vida a eso. Lo que propongo en el libro son dos tipos de mujeres: la mujer escalera, para poder facilitar que las otras mujeres suban en lugar de entorpecerlas y la mujer eslabón, cuando estás en posibilidad de poderla conectar con otra mujer, porque la conexión con otras mujeres puede ser increíble.

¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida?

El lugar que tendría es un lugar que no tiene. Desde jovencita me imaginé emparejada y tuve por muchos años la sensación de que por ahí iba mi vida, y la vida me dio un revés. He pasado mucho tiempo sin pareja. Digo, sí he tenido pareja, me he casado dos veces, pero en ninguna de las dos ocasiones fue con la persona adecuada, ni por la razón correcta. Yo quisiera una tercera oportunidad, pero cada vez se me hace más difícil. Creo que ahora que voy a tener un poco más de vida y un poco más de energía, y también un poco más de capacidad de dedicarme a mí, va a ser un poco más sencillo. Porque, además, trabajo en el medio de la moda, donde hay mucho gay y habrá uno o dos heterosexuales, casados. Por muchos años he sido de las grandes de la cámara, cuando hablas de editoras, pero las chavas ahora tienen treinta y tantos años, entonces no es que yo me mueva en un mundo de gente de mi edad, la verdad no. Para mí sería bien importante, me gustaría, pero hace tanto que no tengo pareja estable que tampoco me parece de vida o muerte. Es una cosa que me gustaría, porque yo creo que me la debo, tener una relación sana, basada en mis fortalezas y no en mis debilidades. Me gustaría poder ser la persona que por mis fortalezas pueda aceptar y reconocer a una persona, y que por sus fortalezas me reconozca y me acepte.

¿Cuáles han sido los desafíos para educar a tu hijo?

Ha sido bien difícil. Yo siempre quise un hijo y siempre tuve muy claro que quería adoptar si no podía tenerlo, porque desde muy joven tuve problemas con fibromas. Sabía que había un riesgo y sí, efectivamente, no fui fértil. Luego me empeñé en tener un hijo y a final adoptamos a Francisco cuando yo tenía cuarenta años, y ha sido muy importante. Hubiera querido tener también una hija. No pensaba tener uno solo, pero cuando llegó la posibilidad mi esposo en ese momento no la aceptó y ya no la adoptamos. Me quedé sola con un niño, cuando te digo sola es bastante sola, porque aunque tengo hermanos, todos son mayores que yo y todos tienen su vida, y en ese momento mis papás estaban en el filo de la muerte, murieron los dos en unos cuantos años, y yo me quedé criando a mi hijo sola. Me hubiera dado igual tener pareja o no para adoptar, pero como yo estaba casada y estaba empeñada en que con él iba a ser, pues lo hice y al final no nos convino a ninguno de los dos. Nos separamos a los dos años, a los cuatro años salió el divorcio y tuvimos un pleito, todo esto en Estados Unidos. Entonces, tenemos un hijo que vive conmigo y el papá vive en Estados Unidos. Me ha tocado vivirlo muy sola, muy complicada porque mi situación laboral es muy exigente, de muchos viajes, de mucho tiempo, hay mucho estrés y creo que a mi hijo le ha tocado un poco bailar con la más fea, porque hasta hemos estado solitos, pero amor hay. La dificultad de que sea un hombre existe, porque tengo muy pocos conocimientos sobre los hombres y sobre todo poca afinidad. Lo que a él le interesa, que es pura guerra y los videojuegos, no me interesa para nada. A mí me encantaría que fuéramos a tomar el té, pero quiero pensar que hemos encontrado cosas en común y, sobre todo, creo que le he enseñado la parte de leer y la parte de las películas, o sea, el cine y la literatura son algo que ya está inculcado y ahora la tremenda labor de inducirlo a ver museos, porque eso es así como un pleito. Pero es bonito y yo siento que no sería la misma persona sin tener un hijo. Siento que es mi motor y sí, efectivamente es la razón para vivir.

¿Cuál es tu percepción de la sensualidad?

Poderte sentir capaz de gozar y absorber el mundo. Que puedas sentir que tocas, que ves, que miras y que vas como una esponjita. A mí me gusta esa sensación, que también creo va llegando con la edad, de que uno valora las cosas mucho más y una buena música, un buen vino, una buena compañía es increíble. Además, soy introvertida, aunque yo sé que no lo parezco, pero soy una persona introvertida y entonces me sienta mejor estar conversando que en una fiesta. Soy muy sensorial.

¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?

La veo un poco difícil, esa es la verdad. La siento un poco lejana, pero no imposible.

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino?

Lo femenina se lo debo a mi mamá. Ella era una espectacular mujer, que se vestía y se cuidaba mucho, siempre estaba impecable y fue muy femenina, en su manera de pensar, en su manera de ser. Siento que para mí eso fue regalado, no tuve que hacer nada, así fui siempre y creo que, además, siempre fui muy orgullosa. Nunca quise ser hombre, que tienen muchas ventajas, pero no tienen ninguna de las nuestras. Yo prefiero ser mujer, me gusta ser mujer. Creo que lo femenino tiene mucho que ver con la sensibilidad y la posibilidad de explorarlo a través de la ropa y del arreglo personal. Sé que de eso vivo, pero en realidad ya lo tenía. Recuerdo que desde la secundaria y la prepa me hacían comentarios acerca de como me vestía, como me arreglaba. Siempre me he arreglado muy temprano, porque para mí es más importante estar lista que haber dormido. Para mí no existe un sacrificio para ser bella, pero no para gustarle a los demás, sino para sentirme bien yo y eso me gusta.

¿Hay miedos?

Tengo miedo de tener una muerte larga y pesada, porque mi mamá tuvo diez años Alzheimer. Tengo miedo de vivir con esta soledad, no de que yo tenga compañía, sino que ya no tenga gente con quién relacionarme y que no conecte, porque creo que conectar es más importante que cohabitar. Tengo muchas personas que quiero y están cerca de mí, pero sería horrible que se me fueran o las fuera yo perdiendo, que se fueran muriendo. Y mi más profundo miedo es que mi hijo Francisco no esté bien, que yo no haya sido capaz de que él salga adelante.

¿Y retos?

Me considero una persona muy aventada y a estas alturas del partido estoy tratando de reinventarme. Llegó un momento en que mi vida, como estaba, ya no me estaba satisfaciendo. Tenía una jefa que no era una persona fácil, que era una persona muy tóxica y la dinámica que debía seguir ya estaba muy sacrificada para mi nivel de energía. Decidí romper de tajo y me quiero dedicar a escribir más libros, a dar conferencias… Creo en la posibilidad de construirme la vida que yo merezco.

¿Hay espacio para lo espiritual?

Soy religiosa, pero no soy practicante. No voy a misa, de hecho, la iglesia y toda la situación de los padres ha sido para mí tan lejano y tan decepcionante, que a mi hijo no lo he educado en ese sentido. Creo mucho en los ángeles y tengo la sensación de que esos personajes alados y buenos existen. Soy fiel seguidora de San Charbel. Siento que soy una buena persona y que la mejor manera de realmente predicar es con el ejemplo. Trato de hacer el bien. A veces no me sale tan bien y tengo mis defectos, pero soy una buena persona y eso para mí es ser muy espiritual.

(Fotos proporcionadas generosamente por Lucy Lara)

One Comment

  1. Lucy Lara es, como yo, madre adoptiva, y me impactó que, como a mí, la crianza de su hijo le ha sido difícil y en soledad. Las dos somos católicas, pero no practicantes, y a las dos nos da miedo morir como nuestras madres con Alzheimer, o ir perdiendo a los que amamos (a mí ya me está sucediendo esto último). Quizá me equivoco, pero percibo en Lucy un cierto enojo, un cierto sentimiento de frustración, que me hizo reconocerlo en mí. No me había dado cuenta, pero es así. Leer a Lucy me espejeó, con lo bueno y lo malo que eso implica.

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