Nunca acepto un no por respuesta, a mí no me van a poner un límite así, tan fácil

Unos años que realmente fueron muy felices vivimos en un edificio que estaba justo en la esquina de la avenida Veracruz y el Parque España. De hecho, ahí aprendió Matías a andar en bicicleta y a sentir esa maravillosa libertad que otorga esa capacidad de moverte en bici. ¡Quién iba a imaginar que hoy sería todo un ciclista urbano! Me gustaba vivir ahí por varias razones, primero, porque me recordaba mi tiempo de trabajo en ese bello estado recostado junto al Golfo de México, y no sólo por el nombre de la calle, sino porque enfrente está el Hotel Condesa DF y como parte de su presencia urbana tienen un coche que asemeja uno de juguete, ya saben, de esos de cuerda, pero tamaño real, que toca cada tanto la canción Veracruz interpretada por su compositor, Agustín Lara. Además, suelo ser muy desvelada porque me he acomodado muy bien a escribir por las noches, cuando mi hijo duerme y la casa vuelve a quedar en paz, y en ese departamento lo hacía junto a la ventana y podía apreciar los distintos ciclos del parque o ver cómo quedaban los cristales plagados de diamantinas titilantes cuando llovía. Tengo muchos recuerdos lindos de esos años y, sin duda, una ganancia invaluable: mi amistad con Marcela, quien vivía unos pisos arriba de nosotros.

Nos cruzábamos con frecuencia en el elevador, o bien, entrando o saliendo, hasta que un día nos animamos y quedamos para un café. Ella estaba en plena organización de un evento conocido como TED-X, que llegó a hacer cada año hasta poco después de acabada la pandemia. Eso me permitió palpar parte de sus intereses, su gran capacidad de convocatoria y cómo, sobre todo, es capaz de fijarse metas, no importa qué tan ambiciosas pueden parecer, para luego aplicarse hasta hacerlas reales. Ese primero tuvo lugar en el Centro Cultural Estación Indianilla, que acogió otras ediciones, y los últimos en el espacio virtual, por el encierro obligado, así como en el Teatro Esperanza Iris.

Al poco que quedamos para platicar y luego para comenzar a hacer otras cosas juntas, supe que, si bien había llegado a nuestro país como parte de un corporativo, se había independizado para convertirse en empresaria y lo de TED era por puritito gusto. Más adelante, yo me fui a vivir un par de años a Ciudad Satélite y ella se cambió a una casa, también muy cercana al parque España, la cual adaptó perfecto para instalar sus oficinas, vivir, recibir huéspedes, tener eventos para celebrar los afectos e incluso hacer asados argentinos en la terraza. Ahora que lo pienso su casa es como ella: lúdica, generosa y dispuesta a las más insospechadas aventuras. Eso no significa, por supuesto, que su camino lo tenga fácil. La dictadura le desapareció a su hermana mayor y es uno de los motivos –no el único– por lo que es una apasionada política, en un término de ciudadanía y activismo muy profundo. Confieso que es un tema por el que a mí me parece complejo navegar, porque en muchas ocasiones se da con gente visceral, pero sin argumentos y, en cambio, con Marce me gusta porque podemos recorrer diversas geografías y tiempos y hechos y siempre, siempre serán discusiones enriquecedoras.

Entre otra larga serie de atributos Marce es una persona leal, puedes contar con ella al 100% y si puede darte más, te lo da. Cuando me detectaron el tumor y me indicaron “no quedarme sola” y sabiendo que los sábados Matías se la pasa con su papá, Marce me dedicó por varios meses sus sábados y fue la mejor compañía, veía que no me bajara la glucosa, que comiera, que mi mente funcionara… No hay manera de agradecerle tanta dedicación y me consta que no soy el único caso donde ella se entrega por completo a apoyar, porque es su forma de decirte “me importa tu amistad, te quiero”. Mi pingo también la quiere un montón y tienen también sus buenas discusiones.

Hemos compartido películas, teatros, paseos, comidas, bebidas, recetas, miedos, alegrías… Conoce a mi papá y a su novia, a mis hermanos, a mis cuñadas y sobrinos; conozco a amistades y familiares que la han venido a ver desde su natal Argentina, entre ellos su hermana, su cuñado y su sobrine. Cierto que desconocemos el futuro, pero yo espero seguir compartiendo mucho, mucho del tiempo por venir con mi querida Marce.

Marce, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?

La llegada de los cincuenta me hace sentir más tranquila, en el sentido de que ya no hay nada que demostrar. Casarse o no casarse, tener hijos o no, son presiones que todavía a los cuarenta se sienten y que no tienen que ver con entender cuál es tu verdadero deseo, sino el de los demás. Yo no veo que me pongan el mote de solterona, ni me siento como una solterona, a pesar de que sigo soltera y he sido soltera toda mi vida. En mi familia soy un bicho raro. Creo que ahora el desafío es la felicidad. Importa más lo que tú quieres, poder encontrarte con tu deseo, que no es un reto fácil. Otra cosa que me pasa a esta edad es que empecé a pensar en la muerte. Es la primera vez que se me plantea decir: “Quiero tener un negocio que me permita empezar a planear la retirada”, porque soy muy previsora. La vida se compone de momentos, y creo que hasta que ves la big picture es cuando notas las diferencias.

Platícame cómo es la relación que tienes con tu cuerpo…

Peculiar, porque toda mi vida fui tamaño extra large, de fábrica. Cuando me tocó la adolescencia era mucho más grandota y precoz que mis amigas, y a esa edad se muere mi mamá, entonces fue complicado. Por otro lado, hay demasiada exigencia para mantenerse delgada y en algún momento dije: “¡Basta!”, pero siento que me relajé tanto que me fui para el otro lado y ahora me está costando bastante recuperar ese control, porque hay exigencias que son buenas. Y no porque quiera ser modelo, pero sí me hace bien estar mejor, estar más activa. Ahora hay como una gorda dentro mío que busca su espacio y yo tengo que luchar contra la gorda. Estoy empezando los cincuenta y no quiero que el cuerpo se transforme en mi cárcel.

¿Qué ves cuando te miras en el espejo?

Veo una persona que ha luchado mucho, porque la verdad a mí todo me ha costado y no se trata sólo de lo material. Me fui de mi casa a los dieciocho años y desde entonces vivo de mi trabajo, pero en muchos temas no pude elegir. A mí las cosas me fueron llegando y me costó llegar a elegir hasta una mesa. Me fui enfrentando con distintas situaciones, pero no siempre fui consciente de ellas. Hace unos años tomé la decisión de irme de mi país para probar otras cosas y México me parecía la cultura más afín a los argentinos. Terminas siendo ciudadano de ninguna parte. Argentina y México son como mundos divorciados. Los expatriados sufren de eso: su familia no los comprende y eso genera desencuentros. Yo hago mucho esfuerzo con algunos de mis amigos y familia en general, pero no siempre es valorado. Aunque ser migrante también tiene ventajas, porque me permito hacer cosas donde no está la mirada de aquellos que para mí son como jueces importantes. Cuando esa mirada no está presente uno se siente más suelto, más libre. No sé si me animaría a hacer en Argentina una empresa, por ejemplo.

Y de la menopausia que no se habla, ¿cómo te ha ido?

Raro, porque yo me di cuenta cuando ya había pasado. Usaba un DIU que es hormonal y no te viene el periodo; lo usé los últimos diez o quince años de mi vida, mucho. Un día el ginecólogo me dijo: “Ya no lo necesitas, porque ya no tienes hormonas”. Así me di cuenta, pasó de largo. Me encantó, fue padre no tener que preocuparme.

¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?

Me ha afectado poco comparado con otras mujeres. En mi educación mi papá tuvo un peso muy importante, me educó para ser autosuficiente. Nunca acepto un no por respuesta, a mí no me van a poner un límite así, tan fácil. En el único lugar donde sí sentí que hubo algo fue en UNILEVER. Hice una buena carrera, llegué a una posición importante en la mitad del tiempo que cualquier persona, pero entre más creces el trabajo es más ejecutivo y yo soy poco política. Soy apasionada e intensa y en un punto hubo la posibilidad de ser directora y querían mandarme a hacer un plan de recuperación, para que yo fuera más racional y menos pasional, que es una forma de decir más masculina. Para ser director hay que ajustarse a lo que yo llamo “la parabólica humana”, hay que ser más predecible, más estable, menos femenino, como diciendo “no te me pongas histérica”. Digo la parabólica porque te van pidiendo, como con una antena, que busques el ángulo para que te acomodes y te ajustes a ellos. Cuando entré a esa corporación, con mi mentalidad bastante de izquierda, la veía como el corazón del capitalismo, pero al principio hubo cosas que me gustaron mucho, pero ya en ese punto de confluencia dije: “Te vas a la chingada” y listo. Ya no encajaba y ya no quise seguir encajando.

¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida?

No he sido buena en eso, la verdad. He tenido mucho miedo a entregarme, a poner en otro la felicidad. No porque esté en el otro, pero sí está en el todo y es como volverse dependiente. Siempre me dio, no miedo, pánico, y las pocas veces que estuve cerca de tener una hice unos panchos tremendos y no pude. En general, soy una mujer muy intimidante para los hombres. Es muy difícil estar conmigo, porque la masculinidad tiene que ver con un montaje que yo desarmo, aunque no me lo proponga. Me gustaría encontrar alguien con quien salir, con quien ir al cine, con quien jugar, pero todo el shalala que hay que hacer para ligar no me gusta.

¿Pensaste en algún momento en la maternidad?

Creo que una vida tiene que ser fruto de un amor. Siento que por mis venas corre la energía de mi padre y de mi madre y que ellos quisieron tenerme. Y a pesar de que se separaron cuando yo tenía tres años, eso desee para mis hijos. Me hice un aborto cuando tenía veintitrés años, no era fruto del amor y no lo tenía ni pensado. Después, al no ser capaz de tener una pareja, me pareció que no se valía traer hijos al mundo. Respeto a las mujeres que los tienen solas, pero a mí la inseminación artificial me parece como los tomates transgénicos y para mí es antinatural.

¿Cuál es tu percepción de la sensualidad?

Para mí la sensualidad no tiene que ver con la pulsión sexual, sino con la seducción y la conquista al otro. Siento que soy una persona bastante sensual, solamente que no lo saco mucho. Me costó bastante encontrar la sensualidad en mí, pero una vez que la encontré siento que es bastante intensa y fuerte. No tengo conflicto con eso. Tiene más que ver con qué tanto le abro la puerta y qué tanto la dejo fluir.

¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?

Quién sabe, jaja, no tengo idea, soy nueva en esto. Últimamente no ha sido tan fuerte, pero no la descarto. Creo que tiene que ver con qué tanto me permito o no ponerme en el ruedo.

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino?

Yo lo tuve que ir pescando de donde pude. Vivíamos con mi mamá y mi papá venía todos los días a la casa. A él lo habían estafado, estuvo muchos años con problemas económicos y el día que se repone se muere mi mamá. Estoy segura de que mi mamá dijo: “¿Ah, sí? Así que ya tenés, ahora jódete”. Era una mujer depresiva. Murió en octubre y en marzo fue el golpe de Estado en Argentina. Ese día mi hermana mayor se fue de casa, yo creo que no fue casualidad, que estaba metida en la política y fue como su manera de protegernos. Ella tenía veintitrés años y yo doce. Después, la dictadura la secuestró y a la fecha está desaparecida. Mi papá tenía una relación estrecha con ella y no lo pudo soportar. Al año exacto de la muerte de mi mamá le dio un infarto y comenzó a vivir con nosotras. Estaba dedicado a sus hijas, pero era obsesivo y estricto. Si yo sacaba un ocho me regañaba por no obtener el diez. Creo que no lo hacía con maldad. Mi mamá sí era egoísta, no sé qué tanto me hubiera ella resuelto. No estoy muy reconciliada con su memoria, por mucha terapia que he hecho no lo he logrado. Mi hermana Mariana me lleva dos años y medio. De chicas éramos muy unidas porque no nos quedaba de otra. Tuvimos que atravesar y soportar muchas cosas. Somos muy parecidas, de hecho, escucho mi propia voz y a veces siento que es la voz de mi hermana, muy raro. A la vez, también somos muy distintas. Nos queremos muchísimo. Me salí de mi casa a los dieciocho porque con mi papá no se podía vivir. Se murió cuando yo tenía veintiséis, en el año noventa y afortunadamente, porque la verdad era un señor que sufría demasiado, la vida era muy intolerable para él. Me apoyé en una persona que debió jugar un rol más importante y no lo hizo, mi tía, pero ahí estuvieron las mamás de mis amigas, más que nada, y alguna profesora. Fue de donde yo hice lo que pude.

¿Hay miedos?

Miedo es una palabra que no tengo.

¿Y retos?

Cuando tienes veinte o treinta años estás solucionando cosas que son del momento: hacerte una profesión, hacerte un nombre, hacerte respetar, decidir qué quieres hacer. Para mí fue un gran reto saber quién era y saber qué quería ser, me tomó como veinte años, muchísimo tiempo. Ahora el desafío es encontrar la forma de ser feliz y lograr un equilibrio.

¿Hay espacio para lo espiritual?

Pues yo así como creer en una fuerza que le dé sentido a esto no, no lo creo. No creo que haya ninguna entidad que marque el sentido. Para mí la vida no tiene sentido y todo es producto del azar. Que hay energías sí lo puedo creer, que hay que meditar, conectarse con…, porque en definitiva el mundo no se ha destruido, entonces tiene que haber una fuerza que busca la supervivencia. Y, básicamente, yo siento que soy medio bruja, siento que tengo una percepción. No sólo soy una persona intuitiva, sino que estoy convencida que tengo una percepción que no controlo. Me ha pasado, por ejemplo, tener sincronías, salir de aquí y encontrarme a alguien en quien estuve pensando. De hecho, me pasa todo el tiempo.

3 Comments

  1. Marcela García más que argentina, es una mujer sin fronteras, o al menos eso me pareció al leer la entrevista. Me gusta su fuerza y voluntad. Ninguna de las mujeres entrevistadas había dicho: ¡no tengo límites!, ¡no tengo miedos!, y eso me parece potente y atractivo. Sin duda, Marce tiene cualidades que quisiéramos tener todas.

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