Más que encontrar pareja, en realidad tienes que aprender a vivir tú sola, a estar bien tú sola

Platicando de este proyecto de Poderosas 50 con mi amiga Selva Hernández, a quien conozco desde mucho antes de que fuéramos mamás, respectivamente, de dos universitarias y un casi universitario, me sugirió con total certeza que entrevistara a Rocío y me pasó su teléfono. Desde que nos sentamos a conversar en un café cercano a su casa pude percibir su fortaleza, si bien ha tenido momentos de altibajos, como todas nosotras.

Al hacernos amigas en Facebook, un paso natural y casi obligado en estos tiempos, descubrí las amistades que compartimos y, sobre todo, los intereses en común, lo que me resultó muy grato. Luego, en 2022 Rocío llevó a cabo, junto con Teresa Peyret, el proyecto editorial y audiovisual Mujeres y diseño en México, a través del cual recorrieron la trayectoria de un grupo de destacadas diseñadoras del medio editorial mexicano, y tuve la fortuna de que me invitara a colaborar en la revisión del libro, lo que me dio la oportunidad de conocer a varias y profundizar en la trayectoria de las que sí conocía (aquí pueden abrevar del mismo https://www.facebook.com/profile.php?id=100078812582852).

Ese esfuerzo implicó para Rocío hacer una revisión de su propio quehacer profesional, lo que coincidió con una exposición y libro conmemorativo de una de las varias revistas que han tenido su sello, Viceversa. Yo aún conservó algunos ejemplares y llegué a comprar Poliéster, también creación de ella, pero además fui a exposiciones de las que tuvo a su cargo las invitaciones y los catálogos, y sé de primera mano de la calidad de los libros que ha diseñado, varios de los cuales han sido acreedores a merecidos reconocimientos.

Recientemente vi en su Fb que, a la par de que es una gran promotora del trabajo de sus hijos en la música y la actuación, se ha permitido explorar ella misma otras facetas creativas. Un caso fue su participación en julio de este 2023 en el performance “Espasmos financieros” para el Museo Jumex de la artista Carolina Fusilier, con coreografía de Andrea Chirinos y dirección coral de Natalia Carrasco. Si es de su interés la pueden ver a partir del minuto seis de este video, al concluir la entrevista a la artista argentina: https://vimeo.com/850371109

Yo espero que la vida nos de más posibilidades de colaborar y crear juntas.

Querida Rocío, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?

Siempre he tenido la vida llena, no dejo un huequito para entrar en crisis, pero entré a los cincuenta divorciada. Soy de Chiapas. Mi mamá me tuvo a los cuarenta y mi papá tenía cuarenta y siete cuando nací, así que vengo de una familia chiapaneca bastante conservadora, donde no cabía el concepto divorcio. Por los hijos, para mí sí era muy importante tratar de mantener la relación y me separé después de veintitrés años y medio de casada, bueno, no de casada, de pareja, cuando mi hijo mayor tenía diecisiete y los pequeños estaban por cumplir trece. Los dos primeros años fueron bastante difíciles. Nunca había ido a terapia y empecé a ir. Me di cuenta de que de chava tenía el chip: “Te casas, tienes hijos y fueron muy felices”, pero en los cuentos de hadas no te cuentan que la relación es bien larga y que pasas por un chingo de problemas, se va desgastando la relación y muchas veces el amor se acaba. Después dices, bueno, se chingó la relación y tengo que encontrar pareja, pero en realidad tienes que aprender a vivir tú sola, a estar bien tú sola. Fui a una ceremonia de ayahuasca, no sé si fue padre o no, pero fue una reseteada emocional y ahí empecé a poner las cosas en su lugar, a estar bien y en paz conmigo misma.

Platícame cómo es la relación que tienes con tu cuerpo…

Me siento poca madre, la verdad. Siempre he sido muy consciente del cuerpo y siempre he tratado de hacer ejercicio. Tuve problemas de peso cuando estaba en la universidad, por la angustia de las entregas, luego te estabilizas emocionalmente y ya paras de preocuparte de si estás gorda o flaca. La verdad, sí me cuido mucho, hago yoga. Antes iba diario, pero la que hago es muy demandante, se llama ashtanga y ahora me lo tomo con calma para administrar mejor la energía.

¿Qué piensas de la presión social y los estereotipos a los que nos enfrentamos las mujeres?

Es muy fuerte la presión social sobre el cuerpo de la mujer. Sé de una fotógrafa que se la pasa tomando fotos de bodas de la alta sociedad mexicana y dice: “Es que todas están igualitas”, porque todas las mujeres tienen los mismos implantes, el mismo cuerpo, se visten igual, tienen la misma forma de las chichis.

¿Qué ves cuando te miras en el espejo?

Lo fuerte de ser mujer es que tu cuerpo toma todas las formas habidas y por haber durante toda la vida. Va cambiando y tienes que irte adaptando a todos esos cambios. Yo perdí una talla de chichis con mi primer hijo y con los gemelos fueron dos tallas, quedé 30 AA y desde que los dejé de amamantar estaba con el gusanito, como dos veces estuve a punto de ponerme implantes. La primera vez que me quise poner chichis fue por mí, estaba a punto de hacerlo y me encontré con una amiga que lo había hecho y me dijo: “No te las pongas, mira, toca acá y aquí, sientes el implante y no sé qué tanto más y nunca quedas contenta”. En ese momento dije: “No”. Después del divorcio empecé a andar con un güey que me decía: “Y, ¿por qué no te pones chichis?” y ahí voy de idiota, pero por suerte troné antes. Les conté a mis hijos y me dijeron: “Mamá, ¿qué te pasa?, ¿por qué lo vas a hacer?, ¿qué pendejo te dijo eso?”. A los cincuenta ya te aceptas.

Y de la menopausia que no se habla, ¿cómo te ha ido?

Con el yoga te vuelves muy consciente de tu organismo y de tu cuerpo, te ayuda por dentro y por fuera en todos sentidos y la menopausia pasó sin ver.

¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?

Tengo amigas feministas y, por la chamba, tuve contacto con el feminismo. Yo nunca lo he sido y por suerte nunca he sentido que me traten menos por ser mujer. A nivel profesional no es lo mismo ser una mujer con hijos; no estás en las mismas condiciones de competir contra un gay o un hombre soltero, porque a los hombres que no tienen ni mujer ni hijos les puedes solicitar 24 horas y hacer de su vida la chamba, pero yo no puedo dedicar 24 horas de mi vida a la chamba. Para mí la chamba es lo que me da de comer y tengo a mi familia, mis hijos y mis amistades. Para mí toda la vida ha sido importante ese equilibrio entre trabajo y vida social y los hijos. Yo de chava era súper competitiva, pero parte de la madurez es que aprendes tu lugar. El feminismo me vale madres, creo que el problema es cuando las mujeres dejamos de ser independientes. Tu independencia es la que te da la libertad y la capacidad de decisión.

¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida?

Nadie quiere llegar solo al final de la vida, pero si no se da ¿qué vas a hacer? Tampoco te vas a aventar del Castillo de Chapultepec. Lo más importante es aprender a estar sola y tranquila.

¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?

Justo en los cincuenta las mujeres entramos a la menopausia, que también está chido porque ya dejas de preocuparte si te vas a embarazar o no, y ya coges sin problema. La verdad, poca madre en ese sentido. Muy chido.

¿Cuáles han sido los desafíos para educar a tus hijos?

Me dije: “Puta, tengo tres hijos varones, tengo que ser fuerte, tengo que estar en forma para poder estar al tiro con ellos”. Mi ex marido empezó a hacer artes marciales y después las empezamos a hacer toda la familia. Yo practiqué durante once años Shaolin Kung-Fu y después practicaba con mis hijos, los maltrataba y luego ellos a mí, pero era muy padre. Era una actividad que hacíamos todos juntos. Bueno, yo no tomaba clases con mis hijos, iba a sus exámenes, veía cómo iban avanzando y nos pasábamos los fines de semana viendo películas de Jackie Chan, Bruce Lee y todas las habidas y por haber. Íbamos a los retiros juntos y eso fue muy padre. Con la separación todo eso se rompió, mis hijos dejaron de practicar y yo también.

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino?

Mi mamá nació en 1923, era joven en los cuarenta y la verdad era una mujer muy guapa. Era una época en donde no podías salir a la calle si no estabas como figurín, desde el pelo hasta los pies. Mi mamá era de sombrero, peinado, guante, zapato, todo tenía que coordinar y eso era lindo. A mí sí me gustaba sentarme y ver a mi mamá mientras se arreglaba. Se maquillaba muchísimo más que nosotras tres, que somos tres hermanas. Mi ex marido se burlaba de mí si yo me maquillaba. Entonces, lo que yo siempre hacía era pintarme la boca de rojo, era lo único que usaba de maquillaje hasta hace poco. Ahora lo que hago, de repente, si voy a salir me enchino la pestaña, me pongo rímel y a veces me pongo la rayita. Con el labial cualquier mujer ya luce.

¿Hay miedos?

Todos. Es lo padre del tipo de yoga que hago, que te enfrentas a los miedos. Tienes que aprender a respirar, aprender a tranquilizarte, aprender a tratar de estar en calma cuando estás en una situación no cómoda. Haces todo eso para poder llegar a una pinche postura de yoga, pero en cierto modo si eso lo aplicas en la vida te sirve. Antes de separarme tenía miedo a romper la familia, miedo a la separación, miedo a quedarme sola, miedo al fracaso, miedo a no sé qué, básicamente. Sí lo superé, pero ¡puta! me costó muchísimo.

¿Y retos?

Mi prioridad son mis hijos, después el trabajo, mis mascotas, tengo dos gatos y una perrita, después sería una relación. Lo padre de llegar a esta edad es que ya te conoces mejor, estás más segura de ti misma, sabes lo que puedes hacer y lo que no puedes hacer. Mientras tenga trabajo y dinero para subsistir, no sufro.

¿Hay espacio para lo espiritual?

En cierto modo ese desarrollo espiritual lo tienes a través de las artes marciales y el yoga, porque esas prácticas están vinculadas a tu interior. Fui educada católica apostólica romana y sé rezar el Padre Nuestro, el Ave María. Todavía los acostumbro. Cuando salgo a carretera me persigno y rezo; cuando quiero que algo suceda, rezo; cuando tengo algún problema, rezo; cualquier cosa que quiero que suceda, rezo; es lo único que me queda del catolicismo. A final de cuentas, creo que la religión más peace and love es el budismo. Tampoco he investigado mucho, tú vas tomando de las poquitas cosas que vas oyendo, de aquí y de allá.

One Comment

  1. Primeramente, ¡que mujer tan bella es Rocío Mireles! Eso lo aprecias en cuanto ves su foto, pero después de leer su entrevista, esa belleza se expande y la entiendes. Coincido con ella en lo duro que es enfrentar un divorcio, en los intentos que se hacen para salvar el matrimonio y conservar así a la familia, y sé bien lo duro que es enfrentar que la separación es la única opción. Reponerte no es fácil, pero Rocío nos muestra con creces que es posible, y tiene razón: hay que aprender a vivir solas, a aceptarnos, a querernos. Abrazo.

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