La vida te va enlazando todo, como un collar de perlas 

A mi querida y admirada amiga Elisa Lozano tuve la fortuna de conocerla en una reunión que organizó hace ya varios años otra gran amiga, Rossana Barro. Tuvo la idea de reunirnos a un grupo de mujeres que, en ese primer momento, compartíamos la crianza de hijos pequeños, con poca diferencia de edad entre ellos y algunos incluso en la misma escuela. Elisa es mamá de –ahora– dos jóvenes estupendos: Ale, músico que se está especializando en Londres, y Julián, que tiene poco de ostentar el título de universitario, nada menos que en la UNAM. En ese primer momento no imaginábamos que nuestro lazo iba a ser tan profundo y duradero; en lo personal lo sigo agradeciendo. 

En casa de Ross hay un pasillo que es el de las celebridades, pues sus suegros –María Elena Velasco y Julián de Meriche– fueron de los grandes protagonistas del cine mexicano, y en ese espacio y unas vitrinas fabulosas se exhiben objetos y fotografías de ellos, tanto solos como con otras personalidades de la cinematografía, en distintos momentos y épocas. Gracias a ellos conocí ese día la gran pasión que Elisa tiene por el cine mexicano y su profundo conocimiento al respecto. Recorrió ese pasillo citando a todos y obsequiando datos que ni siquiera Ross o Iván, su adorada pareja de toda la vida y cineasta por mérito propio, conocían. No sobra decir que la he admirado desde ese instante. 

Mi abuelita Lulú tenía poco de habernos dado el archivo fotográfico de mi abuelo Tomás a mí, a mi hermana y a dos de mis primas, se lo comenté y recuerdo que a los pocos días fue a la casa a verlo. Ella fue quien me sugirió que pidiéramos la beca de Coinversiones que daba el entonces FONCA; le hice caso y nos la dieron ese mismo año. Así empezamos el proyecto de rescate y difusión de su trabajo (https://archivotomasmontero.org/). 

Elisa es una apasionada de todo lo que involucra al cine nacional, de manera especial el de la época de oro. Desde que la conozco he testificado invaluables aportes que ha hecho para profundizar en su conocimiento, entre otros, un compendio de entrevistas a cinefotógrafos, que comprueba que no sólo tenemos a Figueroa y a Lubezki; su contribución a una exposición magna sobre el cine y la Revolución mexicana; un libro sobre escenógrafos del cine; un bello libro del escenógrafo Manuel Fontanals con bocetos originales; un espléndido libro-homenaje sobre las múltiples facetas que exploró –y en las que destacó– Lucero Isaac; una exposición monumental sobre la vida y la trayectoria como fotógrafo y cineasta de Gilberto Martínez Solares; ediciones especiales de la revista Alquimia; colaboraciones periódicas para Cuartoscuro… Justo ahora está concentrada en la etapa final para publicar una larga y deslumbrante investigación sobre todas y todos los diseñadores de vestuario de un largo periodo de nuestro cine, desde sus inicios, y sus hallazgos son notables, tanto de datos como de bocetos y fotografías.  

Además de ser una investigadora dedicada y que sabe resaltar aspectos poco vistos con anterioridad de los temas que aborda, Elisa ha conseguido, por su misma pasión, que diferentes custodios le confíen sus archivos, a los que se asoma lo mismo con asombro que con una delicadeza infinita. Y hay otro atributo que la distingue: su modestia, en el sentido estricto de que no muestra ínfulas ni arrogancia ante sus logros. 

En lo personal, creo que es una persona que merece ser admirada y que su obra debe ser más difundida. Sí, me declaro su fan. 

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Querida Elisa, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida? 

Bien, plena, con una efervescencia por hacer cosas. Muy contenta con los proyectos que estoy haciendo y ya pensando en los que siguen. Es muy gratificante ver cómo la vida te va enlazando todo, como un collar de perlas, y una cosa te lleva a otra. 

Platícame cómo es la relación que tienes con tu cuerpo… 

Nunca he dicho: “Ay, que preciosa, que bárbara, soy la mujer más hermosa”, pero creo que ahora estoy en mejores términos conmigo misma: me caigo mejor, me acepto más, me quiero más, me apapacho más. Como que me quiero más ahora que hace veinte años, que igual era más delgadita y no tenía estrías, ni celulitis, ni las chichis caídas. 

¿Qué piensas de la presión social y los estereotipos a la que nos enfrentamos las mujeres?  

Al terminar la última relación amorosa, me dijeron: “Pues tú ya cumples cincuenta y uno”, como si ya estuvieras en desuso, como si fueras un objeto desechable. Me hirió muchísimo, me sentí muy indignada, muy ofendida, muy dolida. Después dije: “¡Qué estupidez! ¿yo para qué le doy tanta importancia a eso?”, pero sí te afecta cuando te lo dicen. Lo malo es que uno se deja influir, porque sí hay una gran presión: no podemos engordar, no podemos envejecer, no puedes tener una arruga, no puedes tener una cana… y los hombres pueden estar gordos, panzones, pelones y nadie les cuestiona nada. 

¿Qué opinas de estos nuevos cincuenta? 

A lo mejor en lo físico ya no tengo todo tan firme, pero a nivel de prejuicios me siento mucho más libre ahorita, que cuando tenía veinte, veinticinco o treinta. Es una de las grandes ventajas que le veo a la edad: liberarte de una serie de cosas que más joven te entorpecían. Ya no tienes estas inhibiciones o telarañas en la cabeza. Tu mamá y mi mamá a los cuarenta y tantos ya eran abuelas, y una mujer a los cincuenta ya estaba casi recluida. Ahora, la vida sí empieza a los cuarenta y los cincuenta son los nuevos treinta. 

¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género? 

Ante mis hijos yo me la paso señalando las injusticias que hay contra mi género. Se sigue viendo que si los hombres hacen algo es que cooperan, ayudan, y para una mujer es tu obligación, cuando es la responsabilidad de ambos. Yo sí estoy a favor del feminismo bien entendido, no este feminismo que odia a los hombres, sino el que busca la equidad.  

¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida? 

Me casé muy enamorada y estuve varios años casada. Creo que hice hasta lo imposible por salvar la relación, pero no se pudo. Tuve una etapa de una viudez emocional, pero de repente otras mujeres te ven sola y te ven como una potencial enemiga. Era muy extraño y molesto. Ahora, aunque he vivido amores de grandes pasiones, creo que lo mejor está por llegar, pero aspiro a una relación más profunda y serena, más solidaria, más pareja en todos los sentidos, de compañerismo y entendimiento, pero no sé si los hombres puedan dejar a un lado el egoísmo. 

¿Y la maternidad? 

Te voy a hablar del ámbito académico. Muchas de las grandes académicas lo son porque no tienen niños que cuidar, sólo su chamba, y yo sí he sentido discriminación por ser mamá. Hice la maestría muchos años después, ya embarazada; iba yo con mi panza y de entrada había una descalificación. Luego, mis hijos siempre me han acompañado al trabajo y son chicos que siempre, desde niñitos, se sabían comportar, estaban calladitos, pero era mal visto. “Ay, ya llegó con los niños”. A ti se te resbala, pero te lo hacen sentir, como si fuera poco serio. Hay un prejuicio y eso ha sido complicado, porque como mamá no siempre tienes a quién dejarle a los niños, o cuando se te enferman, ni modo, tienes que cancelar citas. Parte de mi renuncia a la UNAM, que de tonta y peores palabras no me bajaron, porque tenía un buen puesto, prestaciones, definitividad, fue precisamente por eso, para poder estar con mis hijos y poder tener la libertad de que si se enfermaban no quedar mal con nadie. Estar con los hijos es un privilegio. Aparte fui mamá ya grande, tuve a mi hijo mayor a los treinta y cinco y al segundo a los treinta y siete, y yo decía: “No esperé tanto para ser mamá, para que se vayan a los tres meses a la guardería”. Aposté por quedarme con mis hijos y creo que opté por lo correcto, ahora lo veo. Esta discriminación también me ha pasado mucho por ser freelance. Desde que renuncié a la UNAM el lugar de trabajo es mi casa, entonces, cuando eran las reuniones aquí eres “damita de casa”, y aunque es una reunión de trabajo llegan y tú tienes que estar de anfitriona y el cafecito, las galletas, etc., atendiendo. Lo que hice fue rentar un lugar pequeño, para que sea neutral, hay café y agua y cada quien se sirve. No sé por qué pasa eso, se nos ve un poco como profesionistas de segunda. 

¿Cuáles han sido los desafíos para educar a tus hijos? 

Ha sido difícil. Me casé enamorada, fue planeado tener a los hijos, y mi opción de vida no era criarlos yo sola, yo no aposté por eso. Viene la ruptura y el papá se aleja cada vez más, en todos los sentidos. Entonces, ha sido complicado y en momentos ha sido triste, porque yo tampoco tengo papás y no tengo esa figura a la que pueda acudir para un consejo. He tenido momentos de sentir que nadaba, nadaba, sacaba la cabecita y me iba a hundir, pero no me hundí, afortunadamente. También ha sido difícil porque la sociedad no ayuda. Y luego son varones, que no es mi mundo natural, porque somos tres hermanas y mi casa era muy cargada hacia el mundo femenino. Pero ha sido fascinante irlos conociendo y una sorpresa. Creo que hay cuestiones de género muy claras. Yo pensé que el género era una cuestión social, pero no es cierto. Hay cosas que ellos hacen desde chiquitos. Antes de tener cochecitos agarraban un palito y le hacían run-run, no es nada más una construcción social. Y bueno, lo que trato es educarlos justo para que no sean misóginos, que no sean machistas, cambiando lo que a mí me tocó con mi pareja, que lo trasciendan y sean más parejos cuando se casen o tengan novias. Pero sí ha sido duro. No es que estés tensa todo el tiempo, pero no hay descanso, porque tú eres la que estás al pendiente de todo: de lo emocional, de lo físico, de lo económico, de la escuela, de la terapia… 

¿Cuál es tu percepción de la sensualidad? 

Es algo muy amplio, desde un olor rico, una piel suave, los olores, los sabores, las texturas, hasta como te vistes, la textura y cómo cae la tela; la sensualidad de probar un buen platillo, un hombre que huela rico… La sensualidad sí es de todos los sentidos. Creo que también por eso está edad es padre, porque ya tiene uno plena conciencia de todo y entonces aprecias más, lo gozas más. 

¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida? 

Es una etapa de mucha plenitud, porque uno ya tiene un camino andado, cosas ya probadas, cosas distintas. Una ya aprendió, ha experimentado, ha evolucionado. Yo creo que es una etapa maravillosa. El sexo es por puro gusto, no estás pensando si te vas a embarazar o si quieres un hijito. Creo que es una etapa de mucha apertura, muy grata, de mucha sensualidad también. El sexo es algo que me encanta y creo que nos ha tocado una etapa mucho mejor que la de nuestras antecesoras. 

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino? 

Me considero una mujer femenina. Me gusta estar coquetona, bien peinada, linda y, sobre todo, me gusta ponerme prendas donde la tela esté suave, que caiga bien. Sentir que la ropa me abraza. Me gustan las texturas de telas naturales, los algodones, las sedas, para mí sí es muy importante tocarlas. No salgo sin perfume y sin aretes. Puedo ir de cara lavada, pero me pongo perfume y cuando no traigo aretes me siento insegura. No creo que venga de mi mamá, que andaba siempre de cara lavada. Tengo una prima que quiero mucho y es como mi hermana, se llama Esther, yo la veía siempre, se arreglaba tan increíble, tenía sus lentes a go go a los que les cambiaba los vidrios y eran de colores. Me acuerdo perfecto de su bolsa de charol verde perico, creo que ella fue mi referente. También mi hermana Alicia, que era muy guapa y todo mundo moría por ella; andaba muy arreglada, pero igual y también mi referencia viene del cine. Además, cuando trabajé en la UNAM siempre iba presentable, porque daba servicio al público, y ahí estaba la maestra Pinzón, que tenía ochenta y tantos años y era muy femenina y nos decía para una exposición, por ejemplo: “¿Qué se van a poner, chicas?, porque yo me voy a poner tal, pero discreta, no como querida de diputado, no mi hijita, se bañan y se perfuman”. A mí me sorprendía que, a su edad, jamás iba sin ponerse rímel, iba impecable, siempre. Fue un lindo ejemplo para mí. 

¿Hay miedos?  

Como madre que se hace cargo al 100% de los hijos, esa es una preocupación: si yo falto, ¿qué será de ellos? Aunque ahora su edad me da menos angustia que cuando eran más chicos, porque sé y los veo que van bien, que tienen una educación que les permitiría salir adelante y porque tenemos un grupo de amigas amorosas que no los dejaría solos. 

¿Y retos? 

Quiero que la vida me alcance para hacer todos los planes que tengo en la cabeza, que son un montón. Me gustaría llegar a mi etapa de mayor madurez, al otoño de mi vida, acompañada de alguien que esté a la altura en el sentido de que sea parejo, gratificante, que no compita. 

¿Hay espacio para lo espiritual? 

Conforme han pasado los años creo que uno va trascendiendo, vas viendo la vida de otra manera y sí creo que soy más espiritual ahora, pero no ante un ser supremo, sino ante la misma naturaleza. 

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5 Comments

  1. ¡Martha querida, qué gusto conocer a Elisa Lozano por tu conducto! La percibo moderada y firme, creativa y generosa, además de bella, muy bella. Como de tantas mujeres, el tema de la maternidad es su gran tema. Y es que es difícil ser madre y criar a los hijos sin apoyo. Entrañable, Elisa, un placer tu cercanía.

  2. Una entrevista exquisita, donde los valores y los retos se asemejan y que con solo cambiar el nombre puedes estar citando a otra persona. Me encantó, pero insisto en que debe de ser parte de un libro

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