Tuve la peor pesadilla del mundo, soñé que tenía veinte años otra vez 

Creo que nadie puede quedar impasible ante la presencia de mi adorada Ross. Tiene un hijo uno o dos años más grande que el mío y nos conocimos en el Montessori al que iban de pequeñitos; es una fortuna que desde entonces sea parte de mi vida. Hoy Iván Jr. está en su primer año de universidad y Matías en el último de prepa, así que pueden calcular el tiempo que hemos cultivado esta bella amistad.  

Son muchas las cosas que aprecio y admiro de Rossana, pero, sin duda, la primera que pondría en la lista es su sensualidad y la forma natural de proyectarla. Y no importa si es temprano y está lista para ir a hacer ejercicio, o si es un evento especial y saca a relucir un escote. En su caso no es algo externo, que se active en determinadas circunstancias, sino su forma de ser, la manera en la que se acomoda el cabello o toma una copa para brindar o se retoca los labios antes de una fotografía que preserve un momento. Como parte de este don es clara su capacidad de seducción, tanto a hombres como a mujeres, que caemos rendidos ante ella, felices de ser parte de su círculo. 

Muy probablemente por eso es tan exitosa en su trabajo. Desde que se fundó, es parte del equipo nodal del Festival Internacional de Cine de Morelia, con la gran responsabilidad de brindar atención especial a los invitados, a quienes seguramente hace sentir únicos, por su trato amable, comprometido, conocedor, aderezado con esa magia que sólo ella desprende. De ahí que también haya sido una parte insustituible de otros festivales de cine, como los de Guadalajara, Tulum, la Riviera Maya, el de Miami y el que se hizo un par de años en San Cristóbal de las Casas, entre otros. También ha tenido un papel muy destacado en los Premios Platino, en varias ceremonias de los Premios Ariel, justo en lo que mejor sabe hacer: la atención a los invitados. 

Rossana también se preparó como actriz de teatro, aunque luego, como nos ocurre a todos, se presentaron imprevistos que modificaron sus planes. Por eso valoro más la vez que intervino en una obra y la fui a ver, en primerísima fila. 

Me encanta la pareja que hace con Iván y la confianza y el apoyo que se brindan para brillar juntos o por separado. Es una mamá extraordinaria, que está ahí para apoyar los grandes y naturales talentos de su hijo, que seguro cada vez nos dará más sorpresas. También valoro la manera en que tiene siempre presentes a sus papás y las memorias que nos ha compartido de cada uno, lo mismo que de sus hermanos y sobrinos. Las reuniones a las que he ido, en su casa, siempre son fenomenales, simplemente porque ella está ahí, irradiándonos con su luz. 

Estoy plenamente convencida del enorme potencial que tiene Ross y creo que, si estamos atentos, seremos testigos de cómo lo despliega. La admiro de corazón y la quiero mucho. 

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Adorada Ross, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida? 

Mucho mejor que hace veinte años. Creo que influye el hecho de que me enamoré profundamente cuando yo tenía treinta y seis años, empecé a trabajar en cosas mucho más interesantes a partir de los cuarenta y fui madre a los cuarenta y uno. El otro día hasta posteé: “Tuve la peor pesadilla del mundo, soñé que tenía veinte años otra vez”, porque me siento muy bien. Cuando era niña, una mujer de cincuenta años era una cincuentona. Ese término no sabes cómo me molesta. Creo que ha ido cambiando todo, las formas de ver la vida y la maternidad tardía. Muchísima gente ahora se realiza primero y luego tiene un bebé, entonces, sí son los nuevos cincuenta. 

Platícame acerca de la relación que tienes con tu cuerpo… 

También es mucho mejor que antes y aquí viene algo súper interesante, fíjate: siempre fui una chica grande, muy bustona, luché con el peso por años, aunque nunca fui gorda, pero sí excesivamente voluptuosa desde los trece años y nunca me sentí del todo a gusto. Cuando tenía treinta años me sentía muy fea y hace cosa de unos dos o tres años, que hice un cambio de cajas, encontré muchas fotos de esa época y me puse a llorar de la frustración, porque era espectacular. Tenía muy buen cuerpo, exuberante, pero muy buen cuerpo, ni una arruga, me veía muy bien. No me veía muy feliz, pero me veía muy bonita y dije: “Nunca más va a pasar esto, nunca más voy a pensar que soy fea, soy muy bonita”. Supongo que es una cuestión de creértelo, más que de serlo. Entonces, a mí me gusta mucho fotografiarme para ver el transcurso del tiempo, veo ahora mis fotos y las comparo con las de mis treinta y sé que hoy me veo mucho mejor, porque hay otra asociación. También llega el momento en que ya no te importa si le gustas a la gente o no, porque me gusto a mí y le gusto a mi pareja, no me importa lo demás. Lástima que uno lo descubre tan tarde. 

Y hablando de Iván, cuéntame del lugar de la pareja en tu vida… 

Iván y yo fuimos de chiquitos a la misma escuela, incluso tengo fotos. Él realmente no se acordaba de mí y tuvieron que pasar veinticinco años para reencontrarnos, justamente en el mundo del cine, donde no habíamos coincidido. Antes tuve largas relaciones amorosas, salí con la mitad de los estúpidos de este país, no me fue muy bien en ese sentido. Pero, también considero que más allá de esta cosa fantasiosa y romántica de reencontrarte al niño que te gustó en la primaria, tiene mucho que ver que ya estábamos más grandes, él tenía treinta y seis, yo tenía treinta y siete años, estábamos en el mismo campo de acción, solteros, ya habíamos pasado buenas y malas experiencias y el trato fue un poco: “Ok, esto ya no es un juego, si vamos a entrarle, vamos a entrarle bien”. Él entiende lo que yo hago y cuida muy bien de la casa cuando no estoy, así como cuando él se va a filmar o edita un mes y no me hace caso. Supongo que es un complemento. Estamos muy conectados y somos muy parecidos. A veces peleamos mucho, pero su gran virtud es su gran sentido del humor: me hace reír mucho. Entonces, cuando me enojo, mejor ya me río. Aquí la mala soy yo, la verdad es que él es muy buena persona y es muy buen papá. 

En tu caso, ¿cómo se dio la maternidad? 

Nunca me cuestioné tener un hijo, no fui una persona que dijera: “Ay, cuando yo sea grande voy a tener tantos hijos”. Siempre me imaginé trabajando, viajando, no era algo que yo necesitara, no fui una Susanita. Pero siempre he dicho que el nacimiento de mi hijo me hizo una mejor persona, me hizo menos egoísta, me hizo más terrenal y menos dispersa. Haber tenido al niño me dio otra perspectiva, de todo. Además, fue una sorpresa de la vida, porque nunca lo busqué y pensé que no iba a poder tener bebés. Me acuerdo perfecto que fue el 24 de diciembre de 2002, había cumplido cuarenta años en octubre, cuando le dije a Iván: “Quiero tener un bebé” y él me dijo: “Sí, hay que ver”, como dicen los hombres y yo le dije: “No, en este momento me dejo de cuidar” y pues cursimente me embaracé el 14 de febrero de 2003, a los dos meses. Tuve un embarazo muy bueno y cuando nació Iván chico pasaron dos cosas, decidí que no iba a volver a trabajar nunca, que me iba a dedicar a verlo toda la vida, decisión que cambié drásticamente a los tres meses cuando dije: “No, no puedo más”, y en esos tres meses de súper cansancio, meditación y cercanía, me di cuenta de que yo tenía que regresar a hacer algo justamente para él. Hoy, me gusta mucho la imagen que mi hijo tiene de mí, porque supongo, y es lo que yo quiero, que será el tipo de mujer que él busque. No va a buscar una mujer mantenida ni desarreglada. 

En ese sentido, ¿cuáles han sido los desafíos para educar a tu hijo? 

Es hijo único y las referencias femeninas en esta casa han sido muy fuertes, desde su abuela paterna, María Elena Velasco, mi mamá, su tía, yo. Entonces, la imagen que tiene Iván es la de una mujer trabajadora, que es capaz de hacer cualquier cosa, que sale adelante y que puede ser mamá y estar bonita o arreglada, y eso es un complemento. 

¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género? 

Creo que hay mujeres que lo han confundido. Una cosa es que seamos mujeres capaces, yo nunca he querido tomar el papel de ningún hombre ni me interesa en absoluto. Creo que cada quien tiene su lugar en el mundo y yo soy muy feliz de ser mujer y de que me traten como una mujer y no por el hecho de que no pueda hacer las cosas. Vivo con un hombre muy atento que, hasta la fecha, vamos a un restaurante, evidentemente hay veces que pagamos cosas los dos, pero cuando él me invita nunca veo cuánto es, es muy discreto en eso y son los tipos de detalles que a lo mejor suena cursi, pero a mí me gusta, no creo que necesariamente se tenga que perder. Las mujeres que hacen eso se están perdiendo de las mejores cosas de la vida y los placeres que es estar, que es ser una mujer y sentirte contenta contigo misma. Yo puedo hacer cualquier cosa, te puedo cambiar un foco, coches no, tal vez no pueda cocinar, pero soy bastante capaz en otras cosas.  

Cuéntame de la sexualidad en esta etapa de tu vida… 

Es muy importante. A mí me gusta mucho el sexo y tengo la fortuna de que nos podemos llevar mal en otras cosas, pero en ese aspecto no. Vivo con un hombre muy gentil, que es cero egoísta y que me mantiene muy bien y feliz. A esta edad es mucho más plena, no hay fingimiento y no es coger por coger, sino que tienes que poner la sal y la pimienta, y yo la verdad es que procuro mucho eso. Me encanta la ropa interior linda, las medias, los ligueros, pero es una relación de dos. A mí Iván me encanta perfumado, limpio, divino y crear el ambiente, lo cual no implica que de repente digas: “Te quiero” y tengas un rapidín en la mañana, eso no tiene nada que ver. Nosotros vamos por lo menos una vez al mes a otro lugar, para cambiar la escenografía. Iván dice: “Hay que seguirlo haciendo hasta que podamos” y después supongo que se modificará. Nos queda toda una vida. 

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino? 

Tiene mucho que ver con la formación. Mi abuela paterna, Margarita, fue una mujer muy bella. Era modista de alta costura y hacía unos sombreros espectaculares y tenía guantes y mitones, y yo estuve muy cercana a ella de chica. Me parecía espectacular su casa y todo lo que guardaba y los muebles de aquí, de mi casa, y la máquina de coser, son de ella. Yo la veía entre tules, y además los mejores disfraces del mundo me los hacía ella. Todavía guardo una bolsita de terciopelo que me dio con aretes, de bisutería, pero a mí me parecían espectaculares a esa edad. Me pasé la mitad de mi vida disfrazada, me parecía increíble poder ponerme algo y transformarme en otra cosa. De ella conservo sus abanicos, medias, bolsas, sombreros, que se los pedí cuando yo tenía seis años, no de grande. Por otro lado, mi mamá fue modelo y una mujer también muy bella, que incluso siguió modelando después de haber estado embarazada. Ya mayor se seguía poniendo su lipstick y se veía muy linda. Obviamente, siendo yo la única mujer de sus hijos, desde los trece años me llevó a hacerme manicure, pedicure, porque eran cosas de mujeres y para enseñarme a cuidarme. Mi papá, por su parte, me tomó fotos desde el minuto uno que nací y desde siempre me gustó mucho coquetear con la cámara, hasta la fecha. 

¿Hay miedos? 

Creo que cuando una tiene un hijo los miedos van muy vinculados hacia ellos, que les llegue a pasar algo. Ahorita lo que más miedo me daría sería una enfermedad, porque los siguientes veinte años tengo que estar bien para Iván, porque aún está chico. 

¿Y retos? 

Serían dos. El más grande es sacar adelante a Iván y lograr que sea un niño feliz; creo que Iván papá y yo ahí la llevamos. Y el personal, mío, mi trabajo. Estoy justamente en una etapa de crecimiento y de expansión que no me había pasado antes, entonces el reto es mantenerlo. 

¿Hay espacio para lo espiritual? 

Soy una persona muy agradecida y si bien no soy católica ni cristiana ni judía, tengo una percepción de la gratitud muy amplia. No me gustan las iglesias, no me gustan los padres ni creo que le tenga que confesar nada a nadie, pero todos los días agradezco. Es una cuestión de cinco minutos, pero todo el tiempo doy las gracias y me parece importante. Me gustaría más. A lo mejor con la edad te vuelves un poco más filosófica y empiezas a encontrar más respuestas y quieres estar bien por los hijos. Es otra cosa que yo he encontrado ahora, a esta edad. Antes jamás me importó un pepino. Todo cambia. 

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2 Comments

  1. Bellísima Rossana, me encantó conocer a una mujer que, como yo, perseveró en el enamoramiento hasta encontrar a su pareja correcta; que se dio el tiempo para realizarse y después ser madre, pero que eso no frenó su proyecto personal. ¡Bravo!

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