La lucha del feminismo hoy tiene más fuerza que nunca, en mi opinión, porque la respuesta, el contragolpe, ha sido terrible

Sin duda, hay personas que están destinadas a conocerse y así nos ocurrió a Laura y a mí. En 2012 me invitaron a participar en un proyecto que me encantó por dos razones especiales: se trataba de ir a hacer un registro audiovisual y con entrevistas de la diversidad cultural de Oaxaca y tuve la oportunidad de llevar a Matías, que en ese momento tenía 8 años, con lo que tuvo un aprendizaje vivencial asombroso y se acopló perfecto a los ritmos de trabajo. Estuvimos con los jóvenes que integran las bandas de música, con sus orfebres, en el taller de Alejandro Santiago, en sus mercados, en Teotitlán del Valle, con sus cocineras… y entre otras personas y actividades interesantísimas con Remigio Mestas, un maestro del textil que, además, impulsa a un grupo de niñas y niños tejedores. Cuando estuvimos con ellos también conocimos a Francisca Palafox, mamá de uno de ellos y quien estaba tejiendo un huipil para Julia Pastrana por encargo “de una artista” y para el cual estaba empleando cabello. Por lo apretado de la agenda no pude preguntar mucho más al respecto, pero esa imagen me la llevé conmigo, porque la pieza contaba gráficamente la historia de Julia y tenía tejidos varios datos, como los años de su fecha y muerte.

Curiosamente, a principios del año siguiente leí una breve nota en un periódico donde se anunciaba que Laura Anderson Barbata estaba por completar una misión que se había impuesto varios años atrás: repatriar a México el cuerpo de Julia Pastrana. Ahí supe que ella era la artista que había encargado el huipil e inmediatamente se me antojó hacer un reportaje al respecto. No recuerdo cómo, pero la localicé, me permitió entrevistarla por teléfono, pues estaba a punto de viajar a Europa y además vive entre Nueva York y México; tras la plática me sugirió hablar también con Nicholas Márquez-Grant, forense, antropólogo y arqueólogo de la Universidad de Oxford, a quien también localicé ese día. El tema era muy interesante, pero aún más toda la labor de Laura y su interés, tanto por la persona de Julia como por devolverle la dignidad que en vida no había tenido. Eso bastó para que yo me involucrara de tal modo que logré hacer ese largo reportaje en un solo día: https://www.sinembargo.mx/06-02-2013/516280

Más adelante nos hicimos amigas de Facebook y pude testificar, así, el emotivo retorno de Julia Pastrana a México y a Sinaloa, su tierra natal. Y luego, ir conociendo otros trabajos de Laura, hasta que una exposición de su obra se presentó en el Museo de la Ciudad de México y me permitió conocerla en persona. Admirar lo que hace y su compromiso con el arte y con causas sociales es sencillo, en verdad. Más adelante se dio otra coincidencia que nos encaminaba, aún más, a esta plática. En una ocasión pasando por Thiers vi un lugar de paella que se me súper antojo, entré y después de hacer el pedido me puse a platicar con Carlos, uno de los dueños, quien me dijo que lo que diferenciaba su sabor del de otras es que sí empleaban azafrán, que les traía una amiga de Nueva York.

Pues bien, cuando inicié el proyecto de Poderosas 50 y Laura aceptó conversar al respecto me presentó primero a su amigo Carlos Barrera Reyes, que además de hacer deliciosas paellas es un gran artista experto en tintes naturales y está abocado al trabajo con comunidades tejedoras de Chiapas y Oaxaca (aquí pueden leer un reportaje que le hice al respecto https://alrededordelfuego.com/c1/). Así que además de su importante presencia en mi vida por todo el aprendizaje que significan los temas que aborda, debo agradecerle a Laura mi ahora amistad ya de varios años con Carlos, a quien también quiero y admiro.

Querida Laura, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?

Siento una urgencia por seguir empujando y retándome, pero está motivada también por rabia. Rabia y coraje, del que tiene que ver con valentía, porque siento que como mujer es un momento muy difícil. En el mundo del arte de por sí hay menos posibilidades para las mujeres, conforme vas cumpliendo años se van restringiendo aún más. Ahora yo siento que mi trabajo está mejor que nunca, que cada vez estoy alcanzando nuevos retos en el camino que me estoy trazando, que estoy creando, porque no estoy siguiendo una evolución lineal, aunque una cosa me lleva a la otra. También siento muchísima felicidad de ver que, en este momento, en el mundo y en el arte, hay un gran interés por lo que son proyectos colectivos, de colaboración, participativos en este arte social, que es lo que llevo haciendo desde los noventa.

Platícame cómo es la relación que tienes con tu cuerpo…

Física y mentalmente siento que estoy mejor que antes, porque estoy creciendo y evolucionando. Hoy me preocupo poco por cómo me veo, y tengo más tiempo para trabajar gracias a eso. Creo que preocuparte por tu cuerpo y por cómo te ves te resta muchísima energía y autoestima. Entonces, me preocupo menos, me siento más segura de mí misma y yo no regresaría ni un año, ninguno. No quiero que me devuelvan ninguno. Si me preguntan cuál es la mejor etapa de mi vida, la de ahorita. Y lo puedo seguir repitiendo, porque cada instante es uno nuevo. Me alegra mucho haber llegado a esta edad, porque la verdad siento que sí, que a pesar de que hay muchas más dificultades en algunas cosas, hay cosas que me importan más y otras que me importan menos. Saber dónde está lo valioso y dónde lo superficial, las cosas que no son reales y las que no contribuyen a mi vida, a una mejor vida.

¿Qué piensas de la presión social y los estereotipos a la que nos enfrentamos las mujeres?

Desde que nacemos se nos está exigiendo cierta conducta, cierta actitud, cierta apariencia y claro que eso nos afecta.

¿Qué ves cuando te miras en el espejo?

Dependiendo del día y la hora, veo distintas cosas, pero casi no me veo en el espejo. Pero no es porque lo esté evitando, sino porque no me preocupo por ver cómo me veo. Hoy me pinté los labios porque nos veríamos, entonces sí le presto atención al espejo.

Y de la menopausia que no se habla, ¿cómo te ha ido?

La menopausia es lo mejor que te puede pasar en la vida, porque ya no eres prisionera de esos ritmos. Francamente, me siento muy feliz de ya no tener que lidiar con eso. Claro, los síntomas de la menopausia son muy fuertes, pero los de la ovulación también son horribles: los cólicos son espantosos, la hinchazón… Así que la menopausia es lo mejor que le puede pasar a uno, ¡te sientes libre!

¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?

En todo lo que nos rodea, en nuestra sociedad y en todo el mundo, existe un trato diferente hacia las mujeres. No tenemos los mismos derechos, no ganamos lo mismo por el mismo trabajo, no se nos ve, ni se nos valora, ni se nos reconoce. No somos vistas bajo la misma óptica que a los hombres. Eso me queda clarísimo y, a pesar de ello, sigo. Es una condicionante muy fuerte: “a pesar de”, y de ahí viene la rabia, la rabia que me dice: “Sigue trabajando para continuar creciendo, evolucionando, aprendiendo y alcanzando. Sigue haciendo más y más y más”. También me motiva el enojo por la injusticia, todas las injusticias, pero cuando pienso en la discriminación hacia las mujeres, no sólo siento rabia, sino un profundo dolor que me lleva a la  necesidad de hacer lo que pueda para que esto cambie. Veamos nada más la cantidad de feminicidios, como va en aumento la trata de personas en México y en el mundo entero, la esclavitud sexual y la pornografía. La lucha del feminismo hoy tiene más fuerza que nunca, en mi opinión, porque la respuesta, el contragolpe, ha sido terrible.

¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida?

Creo que es muy difícil deshacerse de los roles de género, caemos, porque muchas veces los hemos interiorizado. En ese sentido, creo que he crecido y he evolucionado en cuanto a mis propias expectativas y mi rol como pareja. Siempre he sentido ser una pareja solidaria, pero también creo que en algunos momentos seguía arrastrando muchas actitudes heredadas y expectativas de cómo debe comportarse una mujer. Yo misma entendía que estaba jugando dos papeles: por un lado, soy pareja y hago estas cosas de pareja, es decir, lo que se espera de uno promovido por la cultura popular, las tradiciones y lo que me decía mi abuela; y por el otro lado, lo que sé, entiendo y siento que es lo correcto para mí, lo que deseo para mí. Hasta que te das cuenta de que puedes seguir eso que tú quieres y que puedes encontrar a alguien que te va a complementar y que te va a apoyar. Para mí una pareja es una relación de complicidad recíproca. Alguien con quien creas una alianza en la que se comparten valores y cada uno valora lo que hace la otra persona. Se apoyan en sus sueños y sus objetivos, sin exigencias cotidianas, mismas que encuentro aburridas, heredadas a lo estúpido y que no corresponden ni a mi realidad, ni a la de las personas que conozco. Si no existe esto, para mí no tiene ningún valor una relación.

¿Pensaste en algún momento en la maternidad?

Siento que no es para todo el mundo e incluso estoy preocupada, porque veo que es una gran presión para muchas. Sienten que deben de tener hijos.

¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?

Excelente, mejor que nunca, porque me siento más segura de mí misma y creo que esa es una de las cosas que, desafortunadamente, a las jóvenes no se les inculca: la importancia de tener seguridad en ti misma, la importancia de la equidad en una relación sexual en la cama. No me imagino un mundo en el que un hombre aceptaría tener relaciones donde él no estuviera satisfecho y ella sí.

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino?

Crecí en un ambiente donde no tenía que tratar con hombres, en casa éramos mi mamá y tres hermanas, con un papá que casi nunca veíamos. Éramos puras mujeres, lo cual agradezco muchísimo, o no, no sé, porque también creo en la posibilidad de crear un ambiente de equidad desde el principio dentro de la familia. Mis padres me enseñaron a ver el mundo de una manera crítica, porque todo lo cuestionaban, pero con sentido del humor. Nunca se me prohibió pensar en posibilidades por ser mujer, nunca se me trató de esa manera y, al mismo tiempo, me estaba dando cuenta, y estoy hablando de cuando era una niña de cinco a diez años, de todo un mundo alrededor que vas percibiendo. Por ejemplo, en el cine mexicano, donde la mujer es parte de un coqueteo que es totalmente denigrante, donde solamente es vista como un objeto, y en las películas de Hollywood es igual. Entramos a los años sesenta y si bien se abre la puerta a la libertad de expresión y la liberación sexual para las mujeres y para los hombres, en realidad fue algo muy diferente para las mujeres. Crecí en Mazatlán y recuerdo de niña haberme encontrado una revista, de estas que todavía se venden en los puestos de periódico, con la imagen de una mujer desnuda en una postura denigrante. Me pareció atroz y más todo lo que vi dentro. Al mismo tiempo, mi papá tenía en casa revistas Playboy y también las encontraba en casas de amigas, y así descubrí cómo nos ven los hombres, por como estábamos representadas en revistas y en historietas. Desde la adolescencia tenía dos fantasías: una era construir mi mundo con objetos sencillos, que yo misma fabricaba, y ser autosuficiente en un mundo alejado de la urbe, y la otra era ir a las oficinas de Playboy y bombardearlos, porque sentía que el trato y la visión que difundían y promovían acerca de la mujer era una agresión sumamente violenta. Entonces, por un lado sentía rabia y por el otro quería ser aceptada por el mundo, pero te das cuenta que para ser aceptada tienes que reconocer y aprender a manejar estas dos cosas, o no, pero que esa es una de las maneras. Creo que todas lo entendemos, pero lo percibimos de distintas maneras y lo interiorizamos, lo justificamos, lo cuidamos, lo peleamos, lo sufrimos, lo padecemos… En mi opinión, no existe una mujer que haya crecido sin sentir, aunque no lo quiera reconocer, que el mundo continuamente  le está diciendo que es menos que un hombre y que uno de sus grandes atractivos y su valor está en su capacidad de llamar la atención por medio de su cuerpo y de su cara.

¿Hay retos?

Mi reto es no perder la fe en que yo puedo sentir, existir y ser vista igual que un hombre. Es un sueño, retroactivo sería todavía mejor, pero eso no lo voy a lograr porque no podemos retroceder en el tiempo. Para mí, sinceramente, una de las motivaciones más importantes es creer que uno tiene la capacidad de cambiar. Eso implica que tú también puedes cambiar, que los demás pueden cambiar y que juntos podemos lograr muchísimo, o poquito, pero es algo. Y tiene que ver, ni siquiera con género, sino con derechos humanos y con ética, punto.

¿Hay espacio para lo espiritual?

Es muy importante para mí vivir con integridad, o sea, con coherencia entre mi pensamiento y mis actos, para mí eso es ser espiritual.

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