Siento que las mujeres de cincuenta ahorita estamos bien y este movimiento es como la ola que te va llevando: nos vamos contagiando y empujando

Después de que conversé con mi querida amiga Marcela García acerca de estos nuevos cincuenta, un día me llamó y me sugirió que fuera a platicar con Pedro Fernández, un escritor joven cuyo primer libro fue sobre Porfirio Díaz y quien tiene una cuenta de Instagram que maneja como si fuera el propio don Porfirio, lo que resulta interesante. Él había participado en uno de los eventos TED-X organizado por Marcela y ella pensaba que podía darme algunos consejos sobre cómo acercarme a las editoriales para que se publicara el libro sobre las Poderosas 50. El encuentro con Pedro fue bueno, porque es una persona muy culta. Le gustó lo que yo le compartí y al final, muy entusiasmado, me dijo: “Tienes que incluir a mi mamá” y después de unos comentarios breves me dio sus datos.

Charlar con Laura fue revelador, toda una vida nueva que se abre a esta edad cuando la viudez te enfrenta a ello y cómo utilizas las herramientas que tienes al alcance para lograrlo. Reconocer, además, que puedes seguir haciendo las cosas que disfrutabas en pareja, aun cuando esa pareja ya no esté. Es adquirir una seguridad en tu individualidad y presentarte ante el mundo con ese empoderamiento, porque te asiste el derecho y porque cuentas con las capacidades para hacerlo.

Así que sí, aunque “viuda” puede ser parte de una descripción sobre su persona, la Laura que yo conocí es una mujer plena y decidida a disfrutar cada minuto de la vida, dedicándose a actividades que la llenan, lo mismo que a cultivarse más en ámbitos que son de su interés, entre ellos todo lo referente al universo vitivinícola. Me parece fascinante que lo haga.

Tiene una alegría que contagia y un carácter juguetón, pues el día de la sesión de fotos llevó un abanico con el que estuvo coqueteando con la cámara, pero luego a ella y a Blanca les dio por experimentar e hicieron unas fotos con unas bolsitas de té. Llegó muy arreglada, con un vestido verde que le favorece a su tono de piel, dispuesta a dar lo mejor de sí como en todo lo que ella hace.

Cuando conversamos, antes de esa sesión de fotos, me comentó que entre sus planes estaba poder llegar a certificarse como sommelier, aunque en ese momento lo veía complejo, porque es un proceso difícil. Tiene una cuenta de Instagram en la que va registrando su propia evolución en el saber de los vinos (https://www.instagram.com/wine_stories_mx/) y, como yo la sigo, me dio gusto comprobar que sí lo logró. Laura ya es sommelier certificada y ahora también organiza catas de vinos, lo que me da mucho gusto, porque es parte de su evolución personal y de su gran tesón para alcanzar sus sueños, así que ¡a tu salud querida Laura!

Querida Laura, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?

Tenía cincuenta y uno cuando falleció mi esposo y estoy muy joven para ser viuda. Podría vivir treinta años más y es toda una vida. Claro que me cuestioné: “¿Qué voy a hacer?”, pero decidí un día a la vez. También me di cuenta de que no tenía que hacer nada. Yo marco el paso y el primer mes me di cuenta de que yo era la protagonista de la historia. Me dije: “Me guste o no la protagonista soy yo, yo marcaré el paso, soy la mamá”. Mis hijos ya son adultos y ya están grandes. Hubo un punto en donde también dije: “Estoy en un lugar en donde nunca hubiera querido estar, pero no pierdo de vista lo afortunada que soy”. No tuve que salir corriendo a trabajar, estoy en un lugar privilegiado. Lo más importante ahorita, para mí, es que ya no hay pretextos, “es que mi marido, es que mis hijos”, ya no. No tengo pretexto para no hacer algo en mi vida, es mi decisión. Tenemos una casa fuera de la ciudad y ahora voy más, voy sola, no necesito que me acompañen, no tengo que ir con alguien. Tengo ganas de ir a comer y al final es mi idea, mi plan, yo invito, pregunto quién quiere ir y no presiono, con amigos o familia. De cierta manera regresa mi vida un poco a lo que era antes, pero diferente, porque ahora el control de todo lo tengo yo. Algo que disfrutábamos los dos era ir a los viñedos y al principio pensaba: “Ya se me acabó esto”, pero luego me dije: “Voy a buscar un curso de vinos”, porque no puedo seguir limitada. Soy la más grande del grupo, y por mucho, tengo una compañerita de veinte años, pero empiezo a encontrar una faceta nueva. La vida me puso aquí y hay que aprovechar, con sus consecuencias, responsabilidades y libertades. Ahora soy más tolerante para ciertas cosas y más intolerante para otras, estoy aprendiendo a tener mi propia voz. Mis hijos se ríen. Al principio me dolió tanto, que yo pensé que me volvía loca. Ahora entiendo, quedé loca porque quedé viuda. Me encuentro en un punto en donde no quiero justificar mi vida ni lo que haga. Aprendí que hay que tener paciencia, porque de verás hay cosas que están fuera de tu control y no puedes hacer nada, como es una enfermedad o un trámite del seguro social. Siéntate y ten paciencia, porque enojarse es una pérdida de tiempo. Mejor me entretengo en otra cosa y a lo que sigue.

Platícame cómo es la relación que tienes con tu cuerpo…

Después del duelo y la menopausia es diferente. Esto de la menopausia me trae loca. Dentro de todo estoy aprendiendo que está cambiando por la menopausia y me siento bien con mi cuerpo, con mis arrugas. Lo disfruto profundamente. Yo no era de comer quesos fuertes y fue algo que le aprendí a mi esposo, un vinito con unos buenos quesos y cómo te explico, mi peso pasa a un lugar secundario, porque algo que he aprendido es que hoy estás aquí y me lo merezco. Lo vi con él, al año que se murió, se murió un amigo de su universidad de influenza y una amiga mía se murió de un infarto. Hay que cuidarnos. Al final, no quiero darle lata a mis hijos, quiero estar sana lo más que se pueda, pero también nos merecemos disfrutar, ese es el compromiso. Me siento bien, aceptando que va pasando la vida y no vas a tener el mismo peso, o la misma talla, que la vida cambia y pasan los años.

¿Qué opinas de estos nuevos cincuenta?

Las generaciones anteriores estaban educadas de otra manera. No eran las mujeres que somos ahorita, más independientes, con más fuerza para salir adelante y más ganas de enfrentarnos a los retos que se presenten. Por eso tiene más valor lo que estamos haciendo. Todo lo que he aprendido ha sido consciente, he visto parte de ese proceso y esa madurez, de cómo me he ido enfrentando al mundo y digo: “Claro que puedo levantarme, claro que puedo sola”. Sí puedo y tengo la confianza. Por eso a mí se me hace muy valiosa esta generación. Siento que las mujeres de cincuenta ahorita estamos bien y este movimiento es como la ola que te va llevando: nos vamos contagiando y empujando. He visto mujeres de sesenta y cinco guapas, sensuales, sexys y digo: “Yo quiero llegar así”, mujeres activas e inteligentes, en su lugar, dueñas de su mundo, por chiquito o grande que pueda ser.

¿Qué ves cuando te miras en el espejo?

Si me preguntas cómo me veo en el espejo, me siento muy bien y me gusta lo que veo. Tengo la satisfacción de que me he levantado todos los días. No ha habido un día en que no me haya arreglado. Me ayuda ver mi imagen arreglada, siento mucha satisfacción de cómo he manejado mi proceso de duelo, siento orgullo y ahorita me veo en el espejo y me gusta lo que veo.

Y de la menopausia, que ya empezabas a comentar al respecto, ¿qué más me puedes decir?

Honestamente no la he pasado tan mal. Me quitaron la matriz hace muchos años, de repente eran los bochornos, me fui con el homeópata, me dieron mis gotitas y me funciona maravillosamente. No he tenido esos cambios de humores terribles. Al final, creo que sí es algo que deberíamos hablar más, como una terapia de grupo. Hay gente que saca el tema y lo comparte para que no sea algo tan temido, porque está la idea de que llegas a los cincuenta y tu vida se acaba. Ahora llegas a la menopausia y tu vida no se acaba. Lo del peso es de paciencia, estoy haciendo dieta y ejercicio y da lo mismo, podría ser hasta divertido, te puedes divertir con las anécdotas. Yo me siento bien. No entiendo por qué se ha estigmatizado tanto, cuando podríamos ayudarnos si dijéramos que están los homeópatas o el yoga. Al final te ríes o escuchas: “Perdón, estoy de mal humor porque sí me ha afectado”, porque hay de todo. Hablemos más, sobre todo estas mujeres que siguen delgadas y claro, sólo se comen un chícharo. Llega un momento en que no puedes luchar contra eso y sólo es aprender de los procesos de tu cuerpo. No es lo mismo los tres mosqueteros a los veinte que cuando tienes más de cincuenta. Hay tantos temas que no hablamos y que si lo hiciéramos ayudaríamos a pasar mejor los procesos naturales del cuerpo y a entender que no puedes luchar contra tu cuerpo.

¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?

Mi mamá nos educó para ser mujeres fuertes. Somos tres mujeres y un hombre, ahí parejo, nada de adivinarle el pensamiento al hombre. Y aunque no siento que me hayan discriminado por el hecho de ser mujer, hay detalles. Si llego a un restaurante y saben que yo voy a escoger el vino, la cara de los meseros es divina, así de: “¿Cómo?” y de decirles: “No me ofrezca un vino corriente o malo, porque sé de vino”. O cuando llevas el coche a arreglar y se te quedan viendo como la señora tonta y es: “No me hable así, yo manejo el coche y sé, no necesito traer a mi marido para que me haga caso”. Y con la viudez el cuestionamiento es: “¿Cómo sola?”. Piensan que como mi esposo era especial no puedo llenar ese vacío tan fácilmente, no entienden que estoy en otro proceso, pero a los tres o cuatro meses me insistían: “¿Ya tienes pareja?”. Por un lado, es vivir el proceso y de repente, también pensé: “Me casé a los diecinueve años, él me llevaba nueve y estuvimos casados treinta y dos años”. Yo quería saber qué quedaba de mí y en qué me quería convertir, qué quiero ser. Se me haría una estupidez, ahorita, involucrarme con alguien. No necesito que nadie me rescate, pero lo que percibía de la gente era: “Necesita un hombre que la ayude, que la saque”, dentro de toda esa imagen preconcebida de la mujer con el hombre que la ayudará, la protegerá y la sacará del hoyo. Cuando llego a un restaurante sola y respondo que es por viudez, me han contestado: “Usted tan jovencita y viuda”; también me han preguntado: “¿Cómo le hacen sus hijos para repartirse el fin de semana?”, no soy perro y estoy a gusto sola.

¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida?

No pensaba casarme joven, pero al final fue la decisión correcta. Hubo altibajos, pero tuvimos un excelente matrimonio. Estoy satisfecha de que a mi familia y a mi matrimonio les di todo. La pareja salió y muy bien, pero enviudé hace tres años. Cuando cumplí cincuenta me regaló un viaje, el que yo quisiera. Fuimos a Europa y ahí empezó todo, estaba muy cansado. Regresamos y le diagnosticaron cáncer de próstata, pero ya con metástasis. Tuvo un tratamiento experimental y una enfermedad muy buena, porque nunca se quejó. Nos traía a todos mareados, porque no dejaba de trabajar. Se murió tres semanas después de terminar el tratamiento a causa de una embolia pulmonar, porque las quimioterapias provocan coágulos. Estábamos en Hawaii, en Estados Unidos, y todavía en la sala de emergencias pensaban que lo iban a sacar adelante. Hasta dos minutos antes de morir estaba en control. Estaba sola y todo lo solucioné. Ahora lo dimensiono y digo: “No lo hice nada mal”, no tuve una persona en quien caer, nadie que me aconsejara y eso me hizo ver mi potencial. El trancazo fue brutal, pero yo era ama de casa con una buena vida, donde realmente la parte económica estaba solucionada. Si mis hijos fueran más chicos hubiera buscado a alguien para que estuviera con ellos, pero son adultos, treinta y tres y treinta y uno. Les marqué y vimos que no había caso en que viajaran conmigo; en esto no hay sobreprotección. Las cenizas regresaron al mes, mientras hacíamos misas. En la primera había una gran cantidad de gente, me dediqué a observar, es algo que he hecho básicamente este tiempo. De lo que oí dije: “No lo voy a hacer personal” y noté que lo que pregunta la gente son sus propios miedos. Cuando me casé nos fuimos a Estados Unidos, él era protector, pero viajaba mucho y yo pasaba mucho tiempo sola tomando decisiones. Creo que la vida te va preparando, entonces estoy en donde la vida me ha preparado. Éramos una pareja muy compenetrada, él era mi naranja completa, pero fui y me despedí. “El respeto fue en vida”, le dije, “te di todo en vida, me tengo que ir, me salí y no voltee hacia atrás”. No lo pensé y dije: “Ya no soy Fernández” y dejé de usar el apellido de casada. Al principio no hubo un día en que me quedara en mi cama. Meterme a bañar y levantarme eran cosas pequeñas. Conforme fue pasando el tiempo me di cuenta de que estaba bien, me dije: “Yo necesito estar bien para que mis hijos estén bien y para que mis papás estén bien”. Cambiaron mi sentido del humor, mis prioridades, todo me cambió, pero sí tiene mucho que ver que me pasara esto a los cincuenta y un años y no a los cuarenta. Tienes una seguridad y unas tablas que son diferentes y te enfrentas al mundo, y retomas tu lugar en el mundo. Tengo que aprender a confiar en mí misma, porque tonta no soy. Se trata ahora de encontrar mi lugar. No estoy cerrada al novio, si pasa, pasa. Nadie me ha ofrecido nada ni tienen la cajita de McDonald´s.

¿Cuáles han sido los desafíos para educar a tu hija y a tu hijo?

Tener hijos era una necesidad que yo sentía. Esta la idea de te casas, tienes hijos, pero sí iba con nuestras ideas. Los tuve muy joven, no lo volvería a hacer. Son adultos jóvenes y excelentes seres humanos. Son muy diferentes el uno del otro, independientemente de si es niño y niña, Pedro siempre fue más dócil, Ximena tiene un carácter rebelde. Nunca sentí un reto especial. Más allá de que fueran niño y niña eran sus personalidades tan diferentes, que lo que me funcionaba con uno con el otro no. Son seres humanos terriblemente independientes.

¿Cuál es tu percepción de la sensualidad?

Tiene que ver con la aceptación y el conocimiento del cuerpo, con que me veo en el espejo y me sienta bien.

¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?

Debería de ser mejor, por el conocimiento y la aceptación. A estas alturas yo sé lo que me gusta y en dónde me gusta, ya puedes decir así no o tomar la iniciativa. Hay una plenitud que se va conjuntando. Entonces, ahorita debería de ser mejor.

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino?

Para mí es muy importante. Mi mamá siempre ha sido una mujer arreglada inclusive a su edad, tiene ochenta y cuatro años, la uña siempre pintada, manos espectaculares y siempre arreglada. Me gusta y disfruto arreglarme. Cuando murió mi esposo era muy importante verme arreglada, no me ponía de negro porque no podía con esa imagen. Me arreglaba y me iba al mercado y una vez me dijo una señora: “¿Tiene una comida o a dónde tan arreglada?”, y sí es cierto. Lloraba una hora, bolsas de pepino, me arreglaba y me salía a la calle. Era parte de mi sanación y me sostenía. Arregladita con mucho color, blanco o azul, pero con color, me gusta. Me encantan los accesorios, si me pongo de negro es porque voy a traer el broche enorme, los zapatos de colores.

¿Hay miedos?

Miedos a fallarme a mí misma, a no dar el ancho, porque ahorita me estoy viendo un potencial que no me veía hace dos años, mi vida era otra. Después de lo que pasé veo que tengo potencial de ser, de aprender, de desarrollarme y potencial para disfrutar. Veo mi vida con muchas expectativas.

¿Y retos?

Seguir creciendo, seguir disfrutando. Por primera vez en mi vida soy yo sola. Ya es mi tiempo y mi vida.

¿Hay espacio para lo espiritual?

Para mí es muy importante. Tengo mis problemas y conflictos con la iglesia, pero la parte espiritual para mí es muy importante. Lo espiritual lo veo como una mezcla. Creo mucho en la Virgen y en Dios y el yoga me ayuda mucho. En los peores días es lo que me ha sostenido, me ayuda a tener una paz interna, a parar un poquito y encontrar lo que está alrededor. Me ayuda a procesar y a sanar el corazón.

One Comment

  1. Empezar de nuevo a los 51, ahora con la perspectiva de hacerlo en individual y no en pareja o como madre es un reto para quien primero fue hija de familia y luego ama de casa, pero sí se puede, tal como Laura lo demuestra. Hablar del duelo sana y ayuda a otras a superar sus penas, porque el ejemplo de Laura es inspirador.

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