Siempre he tenido una relación muy linda con mi cuerpo, me gusta mucho

Si tuviera que definir con una palabra a mi querida y admirada Guadalupe sería “imparable”. Tengo la fortuna de conocerla desde hace ya varios años, aunque fue a partir de nuestra relación en el Facebook que su presencia en mi vida se volvió cotidiana y resultó aún más notoria su absoluta energía, su indómita sensualidad, la firmeza de sus convicciones, la manera generosa de acoger a los suyos, sean familia, amigos o su par de hijas… pues todas estas virtudes incluso desbordan ese espacio de la virtualidad.

Gracias al Facebook, también, testifiqué cómo se involucró desde el instante uno en que el Foto Museo Cuatro Caminos comenzó su transición de esbozo de idea a contundente realidad. La vi trepada en lo más alto de la construcción que se rehabilitaría para dar paso al museo, la vi presentando el proyecto a una larga lista de personalidades de la cultura, la vi lidiar con los equipos de construcción, la vi –eso sí presencialmente– radiante en la inauguración, para después seguirla viendo en varias de las exposiciones, en alguno de los diferentes talleres… siempre la primera en apostar por ese espacio para la fotografía contemporánea y sin fronteras que, y lo digo porque así lo creo, es una lástima grande para las generaciones más jóvenes que las autoridades de cultura y las empresas que en ocasiones respaldan proyectos de esa magnitud no hayan sabido apuntalarlo y permitieran que se cerrara. A lo largo de todos esos años Lupita fue imbatible, apasionada y el motor radiante de ese proyecto, pues si uno revisa las imágenes que testimonian esa gestación y el tiempo de vida del Foto Museo ella era su centro y corazón.

Siempre me ha impactado su enorme pasión por la vida y creo que es una de las cosas que mejor hace: vivir a plenitud. Y sé que me mira –también en el Facebook y en Instagram– y eso me da una gran alegría, porque estar en su radar es un privilegio. En una ocasión, hace tiempo, me invitó a colaborar en un proyecto hermoso e importante comandado por Marietta Bernstorff: Patchwork: Healing Blanket/La manta de curación (https://www.facebook.com/lamantadecuracion), donde se involucró a mujeres de distintas latitudes, de México y de otros países, de los más diversos perfiles, a mandar lienzos bordados con mensajes de paz. Yo colaboré con un lienzo lleno de corazones y con lo que mejor me sale: escribí un largo texto al respecto. Conocí a mujeres maravillosas y me llené de esos mensajes y esos anhelos profundos que todas compartimos; lo que también es algo más que tengo que agradecerle a Guadalupe, a quien, sin duda, le tengo un cariño muy especial.

Querida Guadalupe, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?

Absolutamente plena y en una etapa en la vida en la que curiosamente, ya no tengo tanta prisa. Me siento en otro momento, diferente, a otro ritmo, más ralentizado quizá. Pero siempre aprendiendo, disfrutando el día a día, a mis amigos, a mi familia y a mí.

Platícame de la relación que tienes con tu cuerpo…

¡Me encanta! Siempre he tenido una relación muy linda con mi cuerpo, me gusta mucho, me caigo bien. No soy muy púdica, desde niña nunca se me dio el pudor, y aunque recibía críticas de mis papás y hermanos a mí me parecía algo normal, no entendía muy bien porqué había que ocultarlo. Disfruto mi cuerpo, es mi casa, mi contenedor de emociones, la mediación entre yo y los otros, mi cuerpo es todo, me encanta.

¿Qué opinas de estos nuevos cincuenta?

Cuando tenía veinte años pensaba en alguien de cincuenta y me parecía muy viejo. La cuestión es que ahora tengo cincuenta y nueve, me veo al espejo y digo: “Sí represento cincuenta y nueve, pero yo no me siento de cincuenta y nueve”. Mis hijas, por ejemplo, me dicen: “Me encantaría tener tu energía”, porque siempre fui hiperactiva y ahora se ha aumentado: voy al gimnasio, vengo a trabajar, hago muchas cosas y me siento absolutamente plena. Jamás me imaginé que a esta edad me iba a sentir así, en todos los sentidos. Es una etapa divertidísima. Me hubiera encantado que en la universidad me hubiera tocado lo que hay ahora de tecnología, soy muy fan.

Y de la menopausia que no se habla, ¿cómo te ha ido?

Cuando dejé de menstruar fue horrible, tenía cincuenta y seis años y empecé a tener todos los síntomas característicos de esta etapa y como yo no tomo nada más que cosas naturales, pues obviamente no me iba a meter hormonas, más bien hago yoga, medito y como sano. Sí te cambia el humor, la libido, te dan bochornos y demás. Siento que ha sido leve conmigo gracias al trabajo, a que estoy verdaderamente ocupada, canalizando y, a partir de eso, tratando de construir algo positivo. La menopausia es muy complicada, yo no lo creía, veía a mis amigas y decía “qué exageradas son”, pero sí es muy fuerte y creo que la canalicé a través de producir algo interesante, que fue el Foto Museo.

¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?

En mi generación, que fue la de los sesenta, hubo muchos cambios. A pesar de tener una familia muy católica y conservadora tuve la fortuna de ser la última hija y la “loca” de la casa, lo cual me ayudó a ser más libre de alguna manera. A mí me tocó un feminismo muy combativo, teníamos espacios de discusión y medios para escribir sobre esto, la revista Fem fue muy importante en mi formación. Aprendí a hacerme cargo de mi cuerpo y de mi sexualidad. Creo que mi generación empezó a hacer a un lado la exigencia social de ser bonita y calladita para convertirlo en demandas de igualdad y amor propio.

¿Qué lugar ocupa la pareja en tu vida?

La pareja como todas, con altas, bajas, topes, baches y de pronto caminos cerrados que luego se vuelven a abrir. Más que el enamoramiento y el amor, creo que lo que nos mantuvo fue la admiración mutua. Por otro lado, compartir a las hijas ha sido delicioso y un lazo muy fuerte. Pero como todo en esta vida es lo más inseguro que tienes, siempre digo que hay dos cosas que no puedes asegurar: la vida y la pareja.

¿Cuáles han sido los desafíos para educar a tus hijas?

Mi primera hija la perdí, es algo muy difícil que te marca. Luego vinieron Mariana y Camila, que ahora son mujeres fuertes, independientes y muy amorosas. En este momento ya no es crianza, es compartir la vida, los consejos, los problemas, la vida pues. Es súper enriquecedor ver cómo ven el mundo, pero sobre todo cómo podemos mantener y enriquecer esta relación de madre e hijas, que más bien ya es de compañeras de vida, y eso es padrísimo. El desafío mayor fue tratar de romper con los roles de género, las enseñamos a ser críticas y sobre todo a decir lo que pensaban, siempre tratamos de comer juntos y compartir el día a día de cada uno, la comunicación siempre fue fundamental para nosotros como familia. Tuvieron una infancia muy feliz y unos padres que eran activos, creativos, divertidos y muy amorosos, creo que es lo que mejor nos salió a su papá y a mí.

¿Cuál es tu percepción de la sensualidad?

Me siento en una nueva etapa, muy bien y con una sensualidad diferente. Creo que evidentemente es por todo el cambio hormonal, y como no tengo mucho conflicto con mi cuerpo, al contrario, me encanta, no tengo problema y me siento bien en él. No me interesa si soy un poco más gorda, pero trato de seguir haciendo ejercicio y comer bien, veo los cambios físicos y trato de aceptarlos y agradecer que aún estoy sana y fuerte; me visto como siempre y, por supuesto, me gusta arreglarme, aunque no peinarme, eso nunca se me dio, tengo los mismos pelos alborotados de siempre.

¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?

Diferente, pero más disfrutable tal vez, por la menopausia cambia la intensidad y frecuencia, pero al mismo tiempo es más divertida, porque al reducir la expectativa se convierte en algo más placentero. Creo que aún me queda mucho por descubrir y experimentar. Ahora no quiero sólo sexo, sino algo que tenga que ver más con la intimidad, con mirar y admirar, reír en complicidad amorosa, sentirse a salvo de alguna manera, en fin, compartir un vínculo más allá de lo sexual.

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino?

Soy la más chica de nueve hermanos y mi mamá me tuvo a los cuarenta y cinco años, ya fui el pilón que nadie esperaba. Hubo una relación muy distante y evidentemente una brecha generacional tremenda con mi madre y con mis hermanas y hermanos, la hermana mayor me lleva veinte años y la que sigue me lleva ocho. Entonces, lo femenino lo conformé a partir de cuatro hermanas más grandes, una de ellas fue modelo en su juventud. Las veía arreglarse, pintarse, hablar de novios y veía sus fiestas espiando desde la escalera. Las cuatro eran muy diferentes, así que tuve mucho de dónde escoger y creo que eso fue maravilloso. Y sí, en mi casa las mujeres eran muy femeninas. Mi mamá no salía si no se arreglaba, se peinaba y combinaba el zapato con la bolsa, eso no lo aprendí tanto, mi primera infancia fue en la época hippie sesentera y eso me ayudó a ser más libre, creo que soy la hibridación de ambas cosas.

¿Hay miedos?

Nunca he sido una mujer muy miedosa, pero ahora el incremento de la violencia contra las mujeres sí me asusta, por mí y por mis hijas, eso sí me hace sentir muy vulnerable. Otro temor por ahí es porque comienzo a perder amigas de mi generación por cáncer, ya llevo tres y una hermana. Es un fantasma acechando, un miedo relativo porque soy muy sana, solamente he entrado a un hospital para parir y nunca me enfermo de absolutamente nada, pero con la edad todo puede pasar…

¿Y retos?

Tengo muchos retos personales. Lo primero es mi familia y mis hijas, que son mi motor y lo que más me importa, poder seguir apoyándolas y estar en posibilidades de estar cuando lo necesiten. Evidentemente lo fue el Foto Museo, lo crié desde chiquito, lo trabajé y me impuse el reto de sostenerlo y consolidarlo, pero la pandemia y la falta de apoyos gubernamentales hicieron que tuviera que cerrar, fue una gran pérdida. Ahora tengo el reto de seguir dando espacio a todo lo que me gusta, por un lado, la gestión cultural, que es lo que he hecho toda mi vida, y por otro, también me encanta lo manual, tejo mucho, bordo mucho, es una parte que para mí siempre ha sido muy importante desde niña, la creación con las manos. Y continuar aprendiendo y descubriendo cosas nuevas. Creo que a estas alturas el mayor reto es darse cuenta de lo que una tiene y agradecer y disfrutarlo.

¿Hay espacio para lo espiritual?

No soy católica ni creyente, soy totalmente atea, pero sí hay una espiritualidad en el sentido del vínculo con la vida y con la naturaleza. Soy totalmente conservacionista en ese sentido. Para mí el mayor momento de espiritualidad es cuando estoy y hago comunión con la naturaleza, amo a los animales, el campo, el mar, subir montañas y meditar. Tengo una intuición que agradezco porque nunca me falla, un amor propio que crece día con día y una certeza de que soy la única responsable de hacer mi camino y de acompañarme en esta vida. Me gusta mucho lo cercana e incondicional que soy a mí, lo dispuesta que estoy a escucharme y sentir/me, pienso que eso es ser espiritual de alguna manera, creo que es por la edad.

7 Comments

  1. Soy su hermano mayor y le llevo sólo 21 años y a pesar de que ella era la más chiquita, era mi consentida, y gracias a esta entrevista la he conocido un poquito más, y desde luego la quiero y la admiro mucho más, te quiero y te admiro Mapis.💝

  2. ¡Guadalupe hermosa! Que grato es leerte y saber un poco más de ti. Se te nota a leguas tu fortaleza y seguridad. Admirable lo que lograste con ese Foto Museo que tristemente no pude conocer. Me encantó conocerte un poquito más además de identificarme en varias cositas contigo.

    Un beso y abrazo enorme. 😘🤗

  3. ¡¡Muchas gracias querida Alina!!
    Eso es lo maravilloso de este hermoso proyecto, conocernos más y establecer puntos de contacto que nos lleven a aprender unas de otras, y por supuesto a seguir caminando en esta vida mas acompañadas. Te mando muchos besos 😘💜🥰

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