Hemos construido las suficientes bases para ya no tener que ser la súper guerrera: ya fuimos, ya eres la jefa de la tribu

Mi amiga Roxana Villalobos fue quien me recomendó incluir a Mónica en las Poderosas 50.  La vi una tarde en su casa, después de una de las diarias jornadas laborales intensas que ella acostumbra. Tiene una amplia experiencia en la edición de libros, la promoción de las lenguas originarias de nuestro país y el impulso a la lectura, pero también en la realización de campañas y comunicación política. Son dos ámbitos donde se desenvuelve con soltura y reconocimiento. Es así que, de entrada, ya teníamos muchos intereses en común como para charlar a gusto, aunque pronto la conversación derivó en el ámbito personal, que es el que me interesaba explorar para ahondar en estos nuevos cincuenta.

He de decir que me sorprendió que la intensidad sea una característica que también define ese plano de la vida de Mónica, al cual se entrega con la misma dedicación. Creo que eso, y su natural generosidad, la invitaron a compartir reflexiones profundas y por demás interesantes.

No hay recetas para llegar a ser una mujer plena, y los senderos que ha seguido cada una, a ratos cuesta arriba y a ratos con ciertas hondanadas para aligerar el paso, son sin duda lecciones para aquilatar. En el caso de Mónica creo que se trata de abrazar la vida y disfrutarla al máximo, valorando las decisiones propias y los aprendizajes que implican las distintas experiencias que se acumulan en el camino.

Abrió un espacio en su agenda para acudir una mañana al estudio de Blanca y jugueteó con las poses que le sugería nuestra querida fotógrafa. La vi desplegar gestos de travesura y la pude imaginar perfecto en los dos tipos de convivencia que tiene, ya sea con sus hijos mayores o con su hija pequeña. Seguro en los dos contextos se da mucha complicidad entre ellos.

Me gusta la alegría que se refleja en todo su rostro, su seguridad, su armonía. ¡Gracias por tantísimo, querida Mónica!

Mónica, ¿cómo estás en esta etapa de tu vida?

Voy a cumplir poco más de treinta años trabajando y pienso seguir trabajando hasta el fin de este juego, a diferencia de cómo ven el mundo y el futuro los jóvenes o la gente “civilizada”, yo decidí ser mi propio esclavo laboral. El mundo va muy rápido y requiere de un mix, entre el empujón de la juventud y la tenacidad inhumana de los más grandes. Pero, bueno, la pregunta es otra y la respuesta es que, en esta etapa de mi vida, estoy más fuerte que nunca. Aunque he perdido un poco la energía física, en contraste, a nivel de resistencia mental nunca he estado mejor y a nivel de velocidad en la cabeza, tampoco. No le veo el límite a lo que se me podría ocurrir hacer. Por eso, creo que es el momento para dejar los trabajos, abandonar las estructuras y regresar a las que uno genera, porque ahorita toda la capacidad está ahí.

Platícame cómo es la relación que tienes con tu cuerpo…

Me estoy empezando a encontentar con él, porque nunca estaba contenta. Me tocó la generación de la película Flash dance y de los aerobics, toda esta generación del esfuerzo. Cuando veo las fotos de cuando tenía treinta años, digo: “¡¡¡¡¡¡Estaba perfecta!!!!!! y nunca estaba satisfecha”, pero ahorita sí estoy satisfecha con mis rollitos, pasadita de peso, sin ningún problema, feliz de ya verme, ya no es una pesadilla. Me tiene contenta, pero me ha costado mucho verme como soy. Un día, muy chistoso, llego a la oficina y me dice la poli de la entrada, de bote pronto y sin motivo: “Nosotros la admiramos mucho aquí” y yo dije: “¿Por?” y me responde: “Porque a pesar de su edad es usted muy juvenil”. Me dije: “Bueno, ya no hay nada que decir, ya soy grande” y a final de cuentas, sí, ya empieza a ser una de una edad respetable y ahí me cayó el veinte: pues sí, soy una persona de cincuenta años, contenta, activa, exitosa, trabajadora y con una apariencia juvenil.

¿Qué piensas de la presión social y los estereotipos a los que nos enfrentamos las mujeres?

Es terrible. Toda la vida tienes que ser bonita, tienes que ser inteligente, tienes que ser deportista, tienes que ser leída, una cantidad de cosas para ser las súper mujeres, porque te toca la generación de las power moms. Son demasiadas expectativas. Esta generación es de “las guerreras”, y le pongo grandes comillas, porque te das cuenta de que eso te lo vendieron muy caro. No había que ser súper guerreras, hay mucho tiempo invertido y dices: “Debí habérmela pasado mejor”. Lo que sí logró hacer esa exigencia es que ahorita hemos cimentado las suficientes bases para ya no tener que ser la súper guerrera: ya fuimos, ya eres la jefa de la tribu.

¿Qué opinas de estos nuevos cincuenta?

Estás entrando en muy buenas condiciones a este lugar de sabias. Muchas cosas las entiendes porque así son, las viviste y así son, sabes por dónde. Ya puedes contar historias y lo mejor es que los otros te escuchan.

¿Qué ves cuando te miras en el espejo?

Me miro mucho. Tengo esa pequeña manía: en la mañana voy y me miro, en la oficina a cada ratito voy al baño y me miro. Lo que siempre busco mirar es que no esté desequilibrado el cuadro, como que lo vuelvo a acomodar. Tener el pelo bien, literal, no de manera metafórica, pero siempre que me miro en el espejo le doy una arregladita a lo que miro. Y cuando no estoy en el espejo, lo que sí miro constantemente es cómo me miran y me doy cuenta lo que genero, que es padre. Sigo generando muchas reacciones y no paso desapercibida, aunque ya no es por las mismas razones. Me acuerdo perfecto cuando cumplí treinta y cinco: entré a un restaurante y me di cuenta de mi fuerza. Evidentemente, ahora ya no es por la misma razón, tengo otro tipo de poder que me dan los cincuenta años, que me da la experiencia, que me da todo lo que sé y he vivido… y seguro que a los sesenta extrañaré mis tiernos cincuenta… Con este poder está difícil que alguien te intimide, te maree o te choree a estas alturas. Me pasa seguido en la oficina, que te quieren intimidar altos funcionarios y te das cuenta de que no hay manera. Estás en otro canal, porque no dependes de tu físico, sino de tu experiencia. Si aparte tienes un poquito de gracia ayuda, pero dependes de tu experiencia y, finalmente, aparte de los éxitos y logros, se resume a que por lo menos tengo treinta años de recuerdos y de resolver cosas: sé sobrevivir. Y siento que eso no está muy valorado hoy en día, si lo pones así, pero cuando lo pones en práctica vale mucho. En fin… la mirada en el espejo o fuera de él.

Y de la menopausia que no se habla, ¿cómo te ha ido?

Según yo estoy en el proceso de la menopausia desde hace tres años. Yo digo que sí, pero el doctor dice que no. Es como tener una granada activa en la mano.

¿Cuál ha sido tu experiencia en lo que se refiere a la equidad de género?

Siempre lo he volteado a mi favor, pero en realidad siempre ha estado en mi contra. La suerte de nacer niña permitió que en mi casa nunca esperaran nada de mí. Soy la número uno y esperaban un niño, luego vino mi hermana y esperaban un niño, finalmente llegó mi hermano y a él le tocó el paquete. No esperaban realmente gran cosa y eso me ayudó a crecer silvestre. Tú vas floreciendo en la sombra y un buen día ya eres una flor con hojas, con espinas, con todo. En el trabajo he tenido una trayectoria exitosa, pero sí creo que ya no llegaré mucho más arriba, a menos que tenga que hacer grandes sacrificios y a estas alturas ya no es mi plan y tampoco forma parte de mi generación. Yo no estoy dispuesta a ceder ni cinco minutos, y ahorita avanzar mucho más de donde he llegado, a nivel laboral, sí implicaría sacrificar todo y ya ni siquiera eso me motivaría. Estoy lo suficientemente satisfecha.

¿Qué lugar ocupa en tu vida la pareja?

Es un tema de muchísima importancia. Primero estuve casada veinte años y si duré ese tiempo es porque creía en el tema de pareja. Luego me volví a casar y ahí definitivamente acabé de armar y pulir lo que yo considero que es vivir en pareja y me tiene muy contenta, porque somos socios, amigos, amantes, cómplices. Es la persona con la que me puedo pelear a gusto, con quien puedo llorar a gusto, a quien le puedo decir sin filtros todo lo que pienso, que por lo regular estamos impedidos de decir sin filtros lo que creemos, y es con quien puedo construir mis creencias, a largo plazo y a muy largo plazo, hasta que la muerte nos separe, literal.

¿Cuáles han sido los desafíos para educar a tus hijos y a tu hija?

Tengo muchísimos hijos. Tengo dos míos y tres de mi esposo, que son como míos y luego dos más. Los mayores tienen de veintiuno a treinta y los chiquitos once y nueve. Nunca he salido de la primaria, si quieres verlo por ahí. Por un lado, siempre han sido este hilo hacia la magia de la infancia, que es muy bonito tener siempre la mente en el asombro, en saberte maravillar con ellos, cantar en el coche. Todo esto en mi caso nunca se acabó. Con los grandes, poco a poco se han ido construyendo relaciones inteligentes. Pasas por todos los procesos de la pubertad y por cosas complicadas, pero a final de cuentas se van arreglando todos los problemas y vas generando relaciones intelectuales, evidentemente rodeadas de amor. Con los grandes puedo hablar de lo que se me pegue la gana y ellos también. Te puedes echar un tequila con tus hijos. Llega un momento en que estás así, bien con tu marido y con tus hijos y nos divertimos mucho. Yo digo que es más fácil una familia grande, porque las obsesiones que tenemos de mamás las he tenido que dividir en siete y creo que la ausencia de mamá en esas obsesiones también es positiva. Son seis hombres y una niña, la más chiquita. Para mí fue facilísimo criar niños, porque son muy sencillos: un coche, una pelota y el resto es una relación muy bonita, porque es de platicar mucho. Las niñas somos complicadísimas, tenemos un cerebro increíblemente complicado. Mi hija es toda una niña, con todo un tema de género alrededor y tiene que estar imponiéndose constantemente, mientras su único secuaz soy yo. Entonces, con ella trato de ser sumamente laxa, para que no tenga la represión de tener seis hombres arriba, más un papá. Todo es diferente y más complicado. Las mujeres somos más interesantes, somos súper aliadas. Era un mundo masculino mi vida y ahora es de la mano con mi hija, siendo chicas.

¿Cuál es tu percepción de la sensualidad?

Está en todo, desde el espejo hasta la luna.

¿Y la sexualidad en esta etapa de la vida?

Intensa y divertida. Es un motor de creatividad y complicidad.

¿Cómo ha sido para ti la vivencia de lo femenino?

Siempre sentí que era horrible. Mi mamá era muy bonita, mi abuela era muy bonita. Decían que yo era la inteligente y mi hermana, la bonita. Literalmente decían: “Pobrecita, no tiene mucha gracia” Crecí con esta cosa de soy feíta, ni modo y nunca me lo terminé de creer, hasta los treinta y cinco años que entré a ese restaurante Me dio tranquilidad, y sí tuve un cambio radical para arreglarme. Yo era realmente hippie, deslavada, pandrosa, despeinada. Nada más cultivando la inteligencia. Lo único bueno fue que como nunca me maquillé, fue muy fácil ir para arriba y sí tengo un fetichismo: si no me pongo aretes me va fatal.

¿Hay miedos?

A las enfermedades. Tengo ese tema en la cabeza todo el tiempo, pero supongo que es porque tengo una hija chica. Fuera de eso nada, ni a los ladrones, ni a los malos, a nada. Nunca he dejado de disfrutar la vida.

¿Y retos?

Infinitos. La vida es bien rescatable a estas edades, puedes tomar decisiones sin consecuencias… Esas dejaron de existir.

¿Hay espacio para lo espiritual?

Soy una atea compulsiva de nacimiento. Solita me generé mi ateísmo, no es de familia. Éramos católicos, pero llegué a esa conclusión y no ha habido nada que me dé esa espiritualidad. Soy absolutamente pragmática, con sentimientos. Creo en el universo, pero hasta ahí. Creo en los ciclos de la vida y en las estaciones, pero nada me lleva a un ritual.

One Comment

  1. ¡Tengo que conocer en persona a Mónica González Dillon!, no sólo porque compartimos la profesión editorial, sino porque su energía la identifico con la mía. Amo su gusto por la vida, por el juego, por la libertad; amo su desprendimiento de ritos y tabús. Definitivamente la vida me debe el regalo de conocerla.

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